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Urbanismo marmolejeño en los siglos XIX y XX

-Manuel Perales Solís-

Desde el relanzamiento como estación balnearia de primer orden a nivel nacional, gracias al impulso personal del político liberal Eduardo León y Llerena, Marmolejo empezó a mejorar su fisonomía urbanística en un proceso que contó con la complicidad de todas las instituciones locales y particulares privados y que perduró, al menos, durante medio siglo. En ese sentido los objetivos que se marcaron los distintos gobiernos locales de la Restauración no dejan la menor duda del alto nivel de concienciación que tuvo aquella generación de políticos y entidades sociales y culturales a cerca de las cualidades que debía de reunir una villa balneario, receptora, cada temporada, de miles de agüistas procedentes de los lugares más recónditos de España. Tres aspectos relacionados con esa naturaleza fueron tenidos muy en cuenta: la mejora de los servicios urbanos; el cuidado extremo por la estética exterior de los edificios y, cómo no, el ornato y la higiene del recinto común en donde la población vivía y desarrollaba sus funciones básicas de ciudadanos, esto es: las calles y las plazas.

 

Al socaire de los progresos que la actividad balnearia conlleva, la villa empezó a experimentar un cambio de imagen sin parangón en las poblaciones de nuestro entorno más inmediato, al punto de que podamos afirmar que durante estos años (1883 a 1930) se pasó definitivamente página a una cierta estética “aldeana” para adoptar una imagen de pequeña ciudad salpicada de auténticas pinceladas de contemporaneidad. No ha de sorprendernos que sea Marmolejo, una de las pioneras en la instalación del fluido eléctrico entre los pueblos comarcanos y que antes de 1930 ya estuviese pavimentado casi todo el centro urbano, quedando pendiente solamente las calles habitadas predominantemente por clase obrera. Calles como Los Bueyes (hoy arranque de Calvario) y La Estación (hoy Palacio Valdés), antiguos apéndices del centro hacia el Balneario y la Estación de ferrocarril respectivamente, disponían de acerados a base de empiedro. Lógicamente era necesario un piso estable que garantizara, con los menores inconvenientes posibles, el tránsito de carruajes y viandantes aguanosos en su continuo trajín diario de ir y venir hasta el Balneario o en sus paseos por las calles de la localidad durante los largos ratos de ocio. Estamos, por tanto, ante el cliché de una villa avanzada, modernizada y aventajada en su contexto comarcal gracias al tirón que va a provocar una acertada explotación de las aguas minero-medicinales.

Aspecto que presentaba el centro urbano de Marmolejo hacia 1900.

Fuente: Manuel Muñoz López.

El análisis de la evolución del aspecto urbanístico desde la década de los ochenta del siglo XIX, hasta los años previos a la declaración de la 2ª República, nos remontaría hasta 1883 con un recinto urbano bastante más reducido que el actual. Son algo más de una veintena de calles las que se entrelazan formando un núcleo urbano compacto de viario rectilíneo y escasamente tortuoso, de grandes manzanas que dan cabida a edificios con extensos y luminosos patios y corrales traseros: es lo que podríamos considerar como núcleo histórico heredado del XVIII, y que conocemos gracias a un esquemático plano que nos legó el ingeniero de caminos Antonio Fortún cuando hubo de realizar el proyecto de carretera entre Andújar y Villanueva del Duque en 1869. En ese sentido el último cuarto del siglo iba a suponer una progresiva expansión de la superficie urbana a zonas antaño ocupadas por huertas y ejidos.

Este núcleo histórico, sufrió importantes modificaciones pues empezaron a construirse edificios de mayor empaque y altura, y en general las fachadas se embellecieron de buena rejería, manufacturada por los propios herreros de la villa, así como de llamativos recercos en puertas y ventanales. También se modularon graciosamente las cornisas de los tejados y los salientes de balcones, adquiriendo, todo el casco en su conjunto, una estética elegante y refinada propia de una ciudad balneario.

Dentro de la trama urbana podemos establecer tres áreas según el tipo de clase social predominante en ella: un primer sector de calles confluyentes en las dos plazas principales de Constitución y Amparo; un segundo sector intermedio entre el centro y la periferia, constituido por calles de sentido radial, largas y de caserío muy regular, donde abundan las dos plantas. Finalmente, un área netamente periférica lindera ya con los ruedos de la villa donde se ubican las calles en sentido transversal de predominio obrero con construcciones más humildes con una sola planta. El primer sector es el hábitat donde reside predominantemente la burguesía agraria local y los profesionales liberales; el segundo se presenta como lugar habitual de residencia de los pequeños y medianos propietarios y comerciantes; y el tercero se conforma como un sector de predominio de clase obrera y jornalera campesina. Veamos cuales eran las arterias que integraban cada uno de los sectores descritos: En el centro mismo del primer sector estaba la plaza de la Constitución; en ella se ubicaba la iglesia de La Paz, edificio rehabilitado por el arquitecto Justino Flores en los años finales del XIX; la casa Ayuntamiento, antes de ser construido el actual del arquitecto Luis Berges a partir de 1927. Continuando el giro en sentido de las agujas del reloj, encontramos el hotel Central, la antigua plaza de Abastos, el Casino, la puerta falsa, o de carruajes, del hotel “Cuatro Naciones”; el bazar “Komifor” y la casa farmacia de Francisco García Malo de Molina.

El patio de la casa del hacendado local Don Manuel López de Sagredo y Escolano, marqués de Villalbo. Fuente: Manuel Perales.

El político liberal Eduardo León y Llerena con su proyecto de Balneario supo insuflar aires dinamizadores a la economía local y por ende al desarrollo urbano marmolejeño. Fuente: Revista “Blanco y negro”.

De esta plaza partía el tranvía hacia el Balneario y en su amplio acerado, conocido popularmente como “Enlosao” (por sus grandes losas de “azucareña”), tuvieron lugar concurridas tertulias de elementos de la clase social más acomodada y culta entre los que se encontraban algunos de los ilustres aguanosos en sus largos ratos de ocio. Una de estas tertulias fue la de La Aduana que, entre 1920 a 1930 tuvo lugar en el acerado de la esquina de la farmacia del Francisco Malo de Molina. También los jornaleros solían encontrarse allí, a la caída de la tarde, para buscar el jornal del día siguiente, siempre a través de los capataces y encargados de los grandes propietarios agrícolas.

 

Próxima a esta plaza estaba la del Amparo, conocida por entonces como la del Amor Hermoso; estaba adornada con unos pollos y unos faroles de hierro forjado. Allí se celebraba el mercado de frutas y hortalizas desde principios del XX. Esta plaza fue remozada en 1926 por el alcalde primoriverista Juan Luis Burlo Gónima con motivo de la celebración del homenaje al filósofo, nacido en Marmolejo, Juan Manuel Orti y Lara.

 

Flanqueando este recinto y haciendo esquina con la calle Duque de la Torre (Arroyo), se encontraba el hotel Castilla; a continuación la casa del líder local del partido Liberal, Lorenzo Romero; una taberna de pequeñas dimensiones, varias peluquerías; la fachada norte del café “Komifor” y, finalmente, en el flanco sur de la plaza, un pequeño portalillo y el bazar propiedad de José Viñas Esquina.

 

De la plaza de la Constitución parte en dirección hacia la estación férrea, la calle de La Fonda o de la Estación (también a partir de 1924, de Palacio Valdés), con varias fondas y casas de huéspedes. Allí se encontraban el hotel de “Los Leones” y el “Suizo”, y casi en su arranque, en la actual plazoleta del Mercado de Abastos, la antigua Carnicería (en el solar que ocupa la Biblioteca Municipal); una vieja posada haciendo esquina con la calle de los Granados y la huerta de “Periquito Semana”, con un pozo en su fachada.

Edificio de la antigua Carnicería. Fuente: Manuel Muñoz López.

Con dirección este, sale de la plaza de la Constitución, la calle de la Iglesia a donde daba la puerta falsa de la casa del alcalde conservador José Alcalá Orti, y en sentido oeste, la calle del Hospital; en esta calle estaba el teatro de Julia Perales y el Hospital, a cuya espalda existía una huerta del mismo nombre. En ese desaparecido edificio del viejo Hospital fallecía el 18 de abril de 1882 Eduardo Carondelet-Castaños, tercer duque de Bailén cuando se encontraba en Marmolejo tomando las aguas en compañía de su esposa, María Dolores Collado Echagüe. Relatan las crónicas periodísticas que el duque durante los dos días que duró su agonía estuvo acompañado de su esposa y de su cuñado Fermín Collado, marqués de La Laguna, y que le dejó a este hospital los efectos y cama que le sirvieron durante su breve estancia en Marmolejo así como “una crecida cantidad de dinero a los pobre…, y una serie de efectos personales que también se repartieron entre las familias pobres de Marmolejo. “El cadáver embalsamado y vestido con el uniforme que usó en la corte de Viena cuando fue a pedir la mano de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena (segunda esposa de Alfonso XII) fue trasladado hasta Madrid en un tren especial, acompañado del señor prior de Marmolejo, de su antiguo ayudante, señor Baeza, del conde de Cumbres Altas (Francisco Arias-Dávila y Bernaldo de Quirós) y de dos criados”.

 

A partir de 1918, el promotor Juan Antonio Gay Colmenero (alcalde entre 1921 a 1923) edificó en la acera de la izquierda de la calle del Hospital, frente a la fachada del Teatro, las casas que fueron de Juan Solís “El de las Rentas” y de la “Lotería”. Al final de la calle había un muro con una puerta que daba acceso a la huerta de Gregorio Jurado, y aún se conservaban por estos años algunos restos de murallas de la fortaleza medieval. Hacia el año de 1921, comenzó a diseñarse en los aledaños de este castillo el trazado de una nueva arteria para viviendas de clase obrera, la Zapateros entre el sitio denominado de Los Granadales y el Navazo, antiguos ruedos del pueblo en la denominada dehesa del Hormazal.

 

Muy cerca de la plaza de la Constitución, a escasos metros de la fachada oriental del Ayuntamiento, y frente al edificio destinado a escuelas, se encuentra la calle “Granaos” (en algunos momentos llamada también García Alix en honor a este político del partido Conservador que fue ministro de Instrucción Pública entre 1900 y 1901); aquí vive Narciso García del Prado (en la desaparecida “Casa de doña Paca Cerrillo”); la familia Alcalá-Venceslada y algo más arriba se está construyendo su molino de aceite, hacia 1918, el médico Enrique Ayala y Soria.

 

De la plaza del Amparo surgen varias calles de animada actividad comercial: en dirección norte, buscando la carretera de Andújar, la del Duque de la Torre (Arroyo), una arteria comercial muy concurrida que une la plaza del Amparo con la calle Gamonal. Aquí se asienta el hotel Madrid; la fonda “La Española”, la casa del boyante propietario agrícola Alfonso Jurado Lozano; la confitería del edil liberal Rafael Solís Padilla; varias tabernas, peluquerías y la herrería de Miguel Padilla. También se encuentra la farmacia de Tomás Calero Arias y el comercio de tejidos de Juan Martínez Real, además de otras casas de huéspedes. En dirección este discurre la calle Perales (otras veces Canalejas y García Alix) lugar de residencia de medianos propietarios como Vicente Orti Escolano y doña Angelina García y Villarías; el marqués de Villalbo, Manuel López Sagredo; el líder de los liberales marmolejeños, Lorenzo Romero, antes de marchar a la calle Suárez (hoy Útica), en la casa que luego fue de Pedro Perales “Semana”; el médico del Balneario Juan Bautista Horques, en la casa del actual convento de las Monjas y el médico José López Morcillo, antes de adquirir la casa de la plaza del Coso. También viven aquí, pero en la acera derecha, según ascendemos desde la plaza del Amparo, el médico Enrique Ayala, José Alcalá Orti en la conocida como “casa de La Cañeta” y el comerciante con tienda de tejidos, Esteban Herrero Brieva, en la actual casa número 20.

El sobrino del general Castaños, Eduardo Carondelet y Donado, barón de Carondelet, III duque de Bailén, falleció cuando se encontraba tomando las aguas, el 18 de abril de 1882 en el viejo hospital de Marmolejo, sito en la calle del Hospital. Fuente: Eduardo Rosales.

La calle San Antonio con la casa de las Torres (a la derecha) propiedad del hacendado agrícola Don Adriano Vázquez-Pimentel. Esta casa fue adquirida hacia 1910 por el industrial hostelero Pedro Perales Domínguez, “Periquito Semana”, para ubicación del hotel “Cuatro Naciones”. Fuente: Asociación Fuente Agria.

En sentido oeste, y siempre desde esta misma plaza, salía la calle de San Antonio con la casa bazar de los hermanos Solís-Padilla (“Los Solises”) haciendo esquina y, a mitad de la calle, el hotel “Cuatro Naciones” de Pedro Perales. Este edificio de dimensiones casi palaciegas, era anteriormente conocido como la casa de Las Torres, cuyo dueño, refiere Manuel Muñoz López, era conocido como Don Adriano. Este don Adriano era un rico hacendado de Mengíbar. Se trataba de Adriano Vázquez-Pimentel Torres, hijo de Enrique Vázquez-Pimentel y Ana María Torres de Lemus, mujer con posesiones agrícolas en Marmolejo. En la década de los setenta del pasado siglo se demolieron las dos torres cuya silueta daba singularidad al perfil de todo el caserío marmolejeño heredado del XIX.

 

En el segundo sector hay calles que parten de las anteriores descritas, aunque algunas arterias del primer sector, en sus tramos más alejados de las dos plazas principales, dieron cabida a viviendas de pequeños propietarios e incluso de clase jornalera. El concejal socialista durante el periodo republicano, Manuel Flores Vallejo “Lagaraña”, de profesión jornalero del campo, tenía casa, por ejemplo, en la calle de la Estación (años después Palacio Valdés), junto al hotel de los Leones, asentamiento habitual de industriales del hospedaje y medianos propietarios agrícolas. Las principales arterias de este sector vendrán a ser la calle Suárez, donde reside Juan Luis Burlo Gónima; el alfarero Francisco Vallejo Torres; el concejal liberal (1920-1921) y mediado hacendado agrícola Francisco Torralbo Molina, y hacia los años treinta del pasado siglo el propio Lorenzo Romero García del Prado. Otra calle, la del Pino, une la de Duque de la Torre con el callejón de la Paz: se trataba de una arteria estrecha hacia donde daban las puertas falsas de las viviendas de la calle Perales y a menudo estaba llena de inmundicias. En ella se situaba el antiguo molino de aceite de viga de doña Angelina García Villarías caracterizado por una bella torre de prensado de piedra azucareña, rematada de esbeltos pináculos.

El centro urbano hacia 1929. Fuente: Archivo Manuel Perales

La calle San Julián es paralela a la anterior y desembocaba en la de los Molinos que aún actúa como vial periférico. Se llamaba así por la existencia de varios molinos de aceite a los que se accedían por portalones traseros a las calles de Perales y calle de la Paz. Finalmente otras arterias como la Divino Maestro, donde tiene ubicación la zapatería de Antonio García Maqueano (concejal de la minoría socialista en 1920); la abacería de Juan Madera Campos y la sede primitiva del Centro Instructivo Obrero antes de trasladarse a la calle de Jesús. También se encontraba al final la casa solariega del marqués de Albaida y conde de Antillón, adquirida años más tarde por el médico José Perales Jurado. La calle Canalejas fue lugar, a menudo de ubicación del mercado de Hortalizas y animada calle de tránsito de agüistas.

 

Calles periféricas como Jesús y Gamonal, donde tiene casa y molino Manuel Palacios Olmedo, hacia la década de los veinte, haciendo frente a la calle de Los Molinos: Bueyes, en la que ya se situaba una pequeña hornacina con un cuadro que conmemoraba la aparición de la Virgen de la Cabeza, y el molino de Juan Luis Burlo; Calvario, con la vieja posada y el alambique de Juan Espinosa. Luego las calles del Navazo, Cruz, Huertas, Norte y Pablo Iglesias, todas ellas en formación y aún mal pavimentadas. Igualmente se estaba terminando de formar hacia los años veinte de la pasada centuria la de Pozuelo. Nos resta una plaza y una calle desplazadas del sector central que rompían un poco el esquema trazado: La plaza del Coso, o de los condes de Villaverde, y la calle del Santo. En esta plaza vivieron hasta los años iniciales del XX distintas generaciones de los condes, en una casa solariega ya desaparecida. También residieron aquí el médico José López Morcillo, el propietario Juan Agudo Medina que dispuso de molino en esta misma plaza haciendo esquina con la calla Cruz; el general Federico Ochando Chumilla (2) (presidente de la Sociedad de Aguas Minero-Medicinales a partir de 1903), en la casa número 3, frente a la casa de Eduardo León y Llerena (actual casa de “la Aviadora”).

El general Federico Ochando, presidente de la Sociedad de Aguas Minero-Medicinales, casado con Paz Serrano Navarro, sobrina de Luisa Serrano (esposa de León y Llerena) tuvo casa en el número 3 de la plaza del Coso. Fuente: Archivo Manuel Perales.

Escudos nobiliarios en las casas del marqués de Grañina y conde de Gómara en la calle del Santo. Foto: Manuel Perales Solís.

Por su parte la calle de San Sebastián (Santo) había sido siempre la antigua salida al viejo cementerio que a principios de siglo XX empezó a entrar en desuso. A pesar de ser una arteria alejada del centro urbano también pusieron allí residencia elementos de la vieja nobleza asentada en la villa, concretamente el marqués de Grañina y conde Gómara, cuyas casas y molino aceitero se encontraban ricamente adornados con escudos heráldicos de su titular. También estaba en el arranque de esta calle el molino de aceite de Don Narciso García del Prado, junto a la casa de los condes de Villaverde y el molino del médico José López Morcillo años después adquirido por Bartolomé Casado Martín “El inglés”. Al final de la misma ya junto a las huertas el viejo molino de doña Carmen Crespo según nos refiere Manuel Muñoz López en su obra Historia y Costumbres de Marmolejo.

 

Finalmente hemos de mencionar los ejidos que eran el del Gamonal, al final de la calle Jesús; el llano del Ejido, (hoy paseo de La Libertad), dedicado a eras y basurero de estiércol animal y humano, y el llano de las Cruces, llamado así por la existencia de un antiguo viacrucis que llegaba hasta el Santo Cristo, pequeña entidad de población donde se procedía al cambio de la mulas que tiraban de los tranvías que bajaban al balneario y en donde se colocó una pequeña caseta de aseo para los agüistas.

 

Tras del Ayuntamiento, en el actual mercado de Abastos se encontraba la huerta de Periquito Semana y hacia el final de las calles Navazo y Cruz había toda una serie de huertas con caseríos muy dispersos que aún distaban de formar calles. Excepto las calles que aparecían empedradas, el resto mantenían un aspecto poco agradable para los viandantes ya que, a menudo, discurrían por ellas los alpechines de los molinos aceiteros en sus trayectos hacia los pozos ubicados en los ruedos de la población; o se veían igualmente sucias por los detritus de los rebaños de cabras, ovejas, mulos y bueyes, cuando no por las aguas sucias de las labores domésticas que eran esparcidas por puertas y ventanas, a veces, sin previo aviso a los transeuntes.

 

El alumbrado público nocturno fue inexistente hasta 1903 en que la empresa “Unión Industrial Minera” de Linares inauguraba el día 9 de marzo el servicio de alumbrado tanto público como doméstico con la instalación de 1200 lámpara de 10 bujías. Para ello se construyó una pequeña presa o salto de agua en el sitio llamado Batán de la Fuente Olid de 160 metros de anchura por dos metros de alto, y un canal de conducción de 180 metros de longitud. La central eléctrica fue construida por la compañía Ahlemeyer y estaba dotada de tres grupos de turbinas Volth, de 250 caballos cada una, con reguladores automáticos, acopladas directamente en transmisión horizontal a tres alternadores Schuckert, de corriente trifásica de 5000 voltios con 250 revoluciones. La idea de la Unión Industrial Minera era abastecer igualmente de luz para final de marzo de 1903 a las localidades de Villa del Río, Montoro, Bujalance y Cañete de las Torres. Esta fábrica pasó a ser gestionada en 1904 por la “La Electra Vega de Armijo” (fundada en 1901 por el político liberal Antonio González de Aguilar, marqués de la Vega de Armijo).Pero este primer alumbrado fue muy deficiente y su luminosidad, a veces, se asemejaba a la de los viejos candiles, que todavía continuaron usándose en las casas de los jornaleros y en los cortijos y caserías del término. Ya hacia 1916 la construcción de una nueva central en Casas Nuevas de “La Electra del Guadalquivir” y la nueva central del Valhondillo, construida por la empresa Mengemor hacia 1928, vino a mejorar la calidad del servicio eléctrico al socaire de las demandas que realizaban los industriales de molinos aceiteros y los distintos establecimientos hosteleros de la villa. No obstante hay que decir que con la caída de la tarde el recinto urbano volvía a tomar un aire fantasmagórico propicio para reavivar toda clase de galanteos amorosos y dar rienda suelta a la imaginación sobre viejas leyendas de origen romántico que fueron transmitidas de padres a hijos a la luz de la lumbre.

Casas de una sola planta para vivienda de jornaleros en la calle Cruz. Foto: Manuel Perales.

La central eléctrica de Valhondillo construida hacia 1928.

Foto: Manuel Perales

Notas:

(1) Eduardo Carondelet y Donado, tercer duque de Bailén, había heredado el título de su tío el general Castaños. Nacido en Madrid en 1820, era además marqués de Portugalete, grande España de primera clase, caballero del Toisón y gentil hombre de cámara del Rey con ejercicio de servidumbre; senador por derecho propio y embajador extraordinario del rey Alfonso XII en Viena. Fallecía en Marmolejo el día 18 de abril de 1882. En el diario “El comercio” de 28 de abril de 1882, le dedicaban el siguiente recordatorio: “Don Eduardo Carondelet y Donado, sobrino del general Castaños, cuya victoria sobre los franceses le valió el ducado de Bailén, fue en sus mocedades un hidalgo pobre que siguió con gran lustre la carrera de las armas; fue mecenas liberal y generoso con los artistas españoles; que mostró su nobleza no solo en los actos de su vida, y que ha muerto en el humilde cuarto de un pueblo humilde, en Marmolejo, a los 60 años de edad, pronunciando, entre otras, dos frases que destacan en relieve su hidalguía: -“Este aposento me recuerda mis alojamientos cuando yo era no más que subteniente”, y -“Deseo al rey un reinado tan largo como mi vida, pero sin mis males”.

(2) Federico Ochando Chumilla (n. Fuente Albilla (Albacete), m. Madrid en 1929) fue presidente de la Sociedad de Aguas Minero-Medicinales de Marmolejo tras el fallecimiento de la propietaria Luisa Serrano, la esposa de León y Llerena, y tía carnal de su mujer Paz Serrano Navarro. Fue diputado a Cortes por la provincia de Albacete en 1879 por el distrito de Casas Ibañez. Antes, en 1876 tomó parte en la guerra de Cuba a donde es enviado con el rango de Jefe del Alto Estado Mayor del Ejército. Fue nombrado senador por la Habana en 1897 y desde 1898 representó en la alta cámara a la provincia de Albacete, siendo promocionado al puesto de Comandante en Jefe del 2º Cuerpo de Ejército de Andalucía. Hacia 1917 se le nombró Comandante General de Inválidos.

 

Fuentes y Bibliografía:

-Diario “El comercio” de 28 de abril de 1882

-Diario“La Correspondencia de España” de fecha 22 de abril de 1882

-Diario “Crónica Meridional” de 18 de abril de 1882

-Manuel Muñoz López: “Historia y Costumbres de Marmolejo”. Edita el autor. Marmolejo, año de 1993

-Asociaciòn “Fuente Agria”: “Marmolejo…imágenes de un siglo”. Marmolejo 2008. -Manuel Perales Solís: “La villa de Marmolejo en el reinado de Alfonso XIII: 1900-1931”. Edita el autor. Marmolejo 2002.

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