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Pregón de la Feria del año 1987

-Manuel Perales Solís-

En primer lugar bienvenidos y bienvenidas a este pórtico de nuestra Feria que hemos querido celebrar en la Plaza de la Constitución: antes, ahora y siempre, la plaza de todos. En mi nombre y en el de la Corporación Municipal, !Felices Fiestas!.

 

Es un honor hacer de pregonero de la Feria de mi pueblo, habida cuenta de que me consta la existencia de paisanos más cualificados que el que os habla, para llevar a cabo el presente cometido con plenas garantías de éxito. Quizás quienes confiaron en mí lo creyeron conveniente o, circunstancialmente, oportuno. Ante dicho imperativo sólo me quedaba la salida de aceptar el reto.

 

Procuraré hacer de este pregón, una pieza factible de suscitar los estímulos suficientes que el actual equipo de gobierno, salido de las últimas elecciones, pretende irradiar hacia el vecindario, al fin de que nuestra Feria sea el lugar de encuentro y regocijo solidario de cuantos a diario, trabajamos por la buena marcha de nuestras familias y la comunidad en la que convivimos.

 

Me dirijo, pues, a todos y todas los/as marmolejeños y marmolejeñas en general, y en particular comenzaré recordando a los niños y niñas que ya, desde temprana edad, se están esforzando por obtener buenos resultados en su proceso de aprendizaje. Bienvenido sea vuestro esfuerzo pues, de seguro, el futuro os lo va a premiar.

 

También a los jóvenes, quienes tras la finalización de su preparación básica luchan para que no les falte el trabajo en cualesquiera de las actividades y profesiones fundamentales para el progreso y bienestar de la sociedad.

 

Y pienso también en quienes ahora soportan el peso de sobrellevar a sus familias: hombres y mujeres. Mujeres y hombres. Quiero dejar aquí testimonio de mi reconocimiento al mérito social de su empresa.

A los ancianos: ¡Cuánta sabiduría acumulada!, ¡Cuánto trabajo y sacrificio por su pueblo y sus familias, y por lo que, sencillamente, somos en el presente!. A ellos mi admiración y reconocimiento.

 

Y, como no, a Vosotros y Vosotras, paisanos de la diáspora, a los aquí presentes y a los que desde Barcelona, Valencia, Bilbao, Madrid o Tarragona, estáis también en espíritu y corazón. Por suerte, o desgracia –más bien lo segundo- tuvisteis que marchar en tiempos difíciles. Yo sé que Marmolejo sigue estando en vuestro interés. En otras palabras: lo lleváis “bien adentro”; incluso me atrevería a decir que mantenéis desarrollado un sexto sentido que, a veces, quienes aquí vivimos, hemos atrofiado: el que os hace no perder jamás de vuestro horizonte de preocupación el deseo de progreso para el pueblo donde visteis las primeras luces; el que os vio nacer y cuyas calles fueron escenario de vuestra infancia y juventud. Aquel que solo visitáis de año en año y, en ocasiones, cuando las circunstancias económicas lo permiten. A Todos y Todas un saludo cariñoso y mi mayor reconocimiento.

 

Y tampoco me olvido, ni esta renovada Corporación, del resto de colectivos sociales, económicos, culturales, políticos, que se afanan por el bien común y el progreso general de nuestra comunidad: asociaciones culturales, deportivas, empresas, sindicatos, partidos políticos, asociaciones de barrio, etc. Mis mejores deseos de que disfrutéis de unas buenas fiestas; que os sintáis por estas calles, plazas y parques como si del rincón más apetecible de vuestros hogares se tratase. Al fin y al cabo, la Feria, debiera ser el “gran hogar” en donde nadie se sienta forastero.

Una idea que nos obsesiona a todos los que formamos esta renovada Corporación Municipal y, aún más en estos días, es la necesidad de la presencia del valor humano de la Solidaridad entre el vecindario. Mirad, venimos a celebrar eso mismo: una fiesta en honor a la concordia y solidaridad entre todos los marmolejeños/as dentro de un espacio urbano colectivo que nos permita estrechar esos lazos identitarios que toda comunidad necesita para hacerse fuerte y progresar desde el respeto mutuo. La SOLIDARIDAD, en estos tiempos que corren, no podemos entenderla si no es sobre la base de intentar el bienestar de todos y todas, en niveles de igualdad.

 

Existen en la historia de Marmolejo ejemplos clarificadores de lo que puede llegar a ser una colectividad que usa como norma el valor de la solidaridad entre quienes la integran. Si me lo permitís quiero contaros algo:

 

Es de todos sabido que nuestro pueblo se encuentra geográficamente encorsetado por todas partes, menos la del levante, por nuestro “eterno río”: “el padre” Guadalquivir. Para el desarrollo de sus posibilidades de progreso, nuestros antepasados tendrían que aliviar ese cerco natural. La población durante el siglo XV había ido en aumento desde que diferentes gentes, pequeños labriegos en su mayoría, superado el periodo convulso de la Reconquista, comenzaran a asentarse en torno a un viejo alcázar de construcción árabe, cuya presencia garantizaba cobijo y seguridad frente a cualquier nueva adversidad. Aquel núcleo primigenio de población se fue consolidando junto a la pequeña fortaleza después de la conquista del valle del Guadalquivir por Fernando III “El Santo”.

 

Los vecinos fueron roturando tierras de los ruedos más cercanos y, otros muchos, echaron ganados. Así, debió de llegar el momento en que el terreno disponible dentro del gran meandro del Guadalquivir, empezaba a ser insuficiente. El río comenzaba a erigirse en obstáculo natural que impedía el progreso general pues, si bien, garantizaba la existencia de agua e incluso permitía cierta defensa contra posibles invasores, sin embargo suponía un corsé para la explotación de nuevos fundios en la otra orilla de la serranía y, además, impedía el paso fluido y fiable de las ganaderías locales hacia la sierra y el de los ganaderos foráneos procedentes de Castilla y Extremadura, que en gran número, venían en épocas invernales, pues el paso por los antiguos vados nada solventaba cuando las lluvias aumentaban considerablemente su caudal.

 

Este Marmolejo de hoy, conocido por entonces como “Lugar de Marmolexo” dependiente jurisdiccionalmente de la vecina ciudad de Andújar, a la cual tributaba impuestos por diversos conceptos, veía como su economía florecía día a día. Sus gentes, debían de darle al “Lugar” mayor amplitud de miras, en complicidad, por qué no reconocerlo, con los intereses económicos de nobles y burguesía andujareña, que poseían dehesas en el amplio pago de Cerrada y en la zona de La Centenera.

 

Había por tanto que enlazar con la otra orilla, proyecto que para la generalidad del vecindario, representaba la idea de progreso colectivo. Tierras aún vírgenes propicias para la siembra de olivos y viñas y generosas en pastos para el ganado, aguardaban allá pendientes de una empresa necesariamente solidaria y voluntariosa. Aquel humilde “Lugar” sabía que la construcción de un puente traería a sus vecinos más bienestar y que sobre ese bienestar, Marmolejo se haría viable como proyecto colectivo de futuro.

Autoridades locales del “Lugar” y vecinos inteligentes comienzan a estudiar solidariamente la empresa. Tenían que romper ese cerco natural y el complejo de comunidad inferior, dependiente de otra de mayor entidad y población. Había que dar señales de hasta dónde eran capaces de llegar sumando sus esfuerzos y convencer necesariamente a la Corona de que serían capaces de lograrlo. Unos pondrían un buey, otros una yunta de mulos; los hubo que solo disponían de sus brazos. !Que importaba!, lo importante era el objetivo a alcanzar.

 

Nos cuenta Pascual Madoz en su “Diccionario Geográfico Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones en Ultramar”, que el puente sobre el Guadalquivir “se comenzó a construir en 1550 y sus obras fueron concluidas hacia 1578, recalcando con rotundidad: “a expensas de sus vecinos”.

Ahí tenemos la obra y nos queda constancia histórico-documental de que Marmolejo comenzó a prosperar. Pasó de ser aquel “Lugar” a dónde casi nadie llegaba, para convertirse en un sitio de paso donde muchos se quedaban.

 

Hacia 1791 esta comunidad, conseguiría otro de sus anhelos: la ansiada independencia de la vecina Andújar, mediante Real Cédula concedida por el rey Carlos IV. Empresa colectiva, la de su autonomía política, que bien merece destacarse y en la que, de nuevo, gobernantes locales y vecinos emprendedores culminaron el reto de conseguir que aquel originario Lugar del Marmolexo, fuera mucho más próspero y libre.

 

No es casualidad que hacia 1792 nos refiera un prestigioso médico de la época, Juan de Dios de Ayuda, titular de los Cabildos de la Ciudad de Guadix, llegado por entonces a la recién proclamada Villa para analizar y conocer sus afamadas aguas, “que Marmolejo contaba (ya) con 1475 almas, 276 casas de razonable construcción y adorno, con calles regulares, bien llanas, empedradas y límpias....dando a entender que allí no reina mucho la araganería y que saben aprovecharse de lo pingüe de su terreno, capaz de producir infinitas riquezas. Si continúan, las buenas ideas, al parecer reprimidas mientras la dependencia de Andújar, que ya comienzan a manifestarse en la ejecución de una fuente y varias casas, procurando hacer una posada cómoda y surtirla bien, como al pueblo, darán prueba de lo que influye en el espíritu la fertilidad y la abundancia del terreno en que se habita”.

Efectivamente, la triple conjunción de los recursos del Valle, la Sierra y la Campiña, unidos al factor de su autonomía política hacían más que viable ese panorama tan halagüeño para la recién declarada Villa. Años después, tanto el puente como la comunidad local, pasaron por distintas vicisitudes. Hubo riadas que lo echaron abajo quedando tan solo en pie los arcos centrales. La población fue también sacudida por momentos de penurias y precariedad económica a causa de coyunturas históricas de índole adversa.

 

Existió durante largos años un pontón de madera que suplía los arcos dañados. Pero ese remedio nunca sería definitivo. Cuando venían nuevas crecidas del río, el pontón de madera naufragaba a la deriva aguas abajo. Bastó que nuevamente autoridades y vecinos decidieran afrontar su definitiva reparación en la segunda mitad del XIX, y una vez más, el espíritu solidario pudo con cualquier adversidad. Ahí está y ahí seguirá por muchos años como prueba de la voluntad de un pueblo, para el uso y disfrute de generaciones venideras, manteniéndonos en comunicación con las zonas productivas de Sierra Morena y la Meseta Castellana.

El ejemplo que nos ofrece la Historia puede servirnos para que entre nosotros, marmolejeños y marmolejeñas, comience a surgir en estas Fiestas la idea de solidaridad a la que aludía en un principio.

 

Marmolejo se lo merece y, además, no sería digno que defraudáramos el ejemplo colectivo de aquellos antepasados nuestros.

 

Finalmente, y porque no quisiera perder la perspectiva del momento concreto que vamos a vivir, hago mío el saludo de nuestro Alcalde en el Programa Oficial de esta Feria; confío que olvidéis vuestras preocupaciones cotidianas, os echéis a la calle y llenéis de contenido y calor humano las fiestas que vamos a celebrar.

 

!A divertirse pues, vecinos y foráneos, que la fiesta es vuestra!.

 

Marmolejo, 9 de agosto de 1987.

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