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Eugenio Bugarín Navarro, maestro republicano

-Manuel Perales Solís-

 
“Hay en mis venas gotas de sangre jacobina
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Antonio Machado

  Entre los personajes más entrañables de mi infancia recuerdo siempre a “Doña Margot”, nuestra vecina de enfrente en la calle Maestro. Para nosotros, me refiero mis hermanos y yo, era como una segunda abuela con la que manteníamos una relación diaria y totalmente familiar.  Cruzabamos a su casa varias veces al día y siempre nos atendía con cariño y amabilidad. Nos enseñaba su excelente colección de bichos embalsamados,  su piano de pared y, como no, su muñeca pepona. Muchas noches, tras darle clase a los muchachos del campo, se venía a nuestra casa para hablar con nuestra madre y contarnos viejas historias de su vida. Luego, cuando le llegaron los achaques, al final de mi adolescencia (finales de los 60) vino una sobrina suya, Victoria,  (la recuerdo alta y muy  guapa)  y se la llevó con ella a Zaragoza, donde al cabo de un tiempo falleció. Lo que nunca sospeché, es que esta anciana de pelo blanco  y de sonrisa perpetua, que gustaba vestir a la moda parisina, iba a ser la hija de un maestro escuela de arraigados principios republicanos, con una historia y categoría humana excepcional hasta el punto de atraer, muchos años después, la atención  de acreditados estudiosos de la historia de Extremadura. Lamentablemente de estas cuestiones, como siempre  ocurre, nos enteramos tarde, cuando ya no es posible disponer de los testimonios vivos de quienes  hubieran podido darnos más luz sobre aspectos del pasado que intentamos recuperar. 

  Recientemente me propuse atar algunos cabos sobre “Doña Margot” y su familia, pues era mi intención dedicarle una semblanza en esta página web, pero cual fue mi sorpresa al descubrir  que entre sus antepasados emergía la figura, para mí completamente anónima, de su padre, Eugenio Bugarín Navarro, uno de esos personajes procedentes de otros lugares  que a menudo conviven en su comunidad de acogida, sin llamar mucho la atención, pero con un vagaje  y una valía a sus espaldas digna de no condenar al olvido. He de reconocer que  en este empeño me han sido utilísimas las orientaciones de otra antigua vecina de mi calle, Capilla Robles Ortega, y de Cristina Salad García de Vinuesa (su tiabisabuela era Marciana Duque Serrano, casada con Luis Bugarin) a las que estoy  enormemente agradecido por sus recuerdos y aportaciones sobre la familia de aquella adorable vecina de mi infancia. 
 

 El maestro Eugenio Bugarín:
 
Eugenio Bugarín  llegó a Marmolejo en 1917, ya en su madurez, procedente de Mengíbar, para emprender los últimos  cursos de su larga y dilatada carrera docente como maestro de primaria, pues fallecía en diciembre de 1920  antes de llegar a jubilarse (1); fue éste, por tanto, su último y breve destino profesional, motivo por el cual su etapa marmolejeña aparece como borrada de la memoria colectiva. Bugarín venía acompañado de toda su familia, su mujer Antonia García Pérez, natural de Fregenal de la Sierra, dos varones, Federico y Luis, y dos hembras, Adela y Margarita,  popularmente conocida en Marmolejo como “Doña Margot”. Federico el mayor de la saga era contable y había nacido en Alburquerque (Badajoz) hacia 1876, probablemente ya viviese en Marmolejo desde algunos meses antes; murió a los sesenta años en noviembre de 1936 en su domicilio de calle Jesús nº 11. Luis trabajó como oficial de secretaría en el Ayuntamiento de Marmolejo durante la 2ª República; había casado con Marciana Duque Serrano, hija del conocido propietario de coches de caballos Miguel Duque Gutiérrez. Luis y Marciana no tuvieron descendientes. Sabemos de la existencia de otro vástago más, Eugenio, del que no tenemos constancia de residencia en Marmolejo .

  Bugarín nació en Mérida, de donde eran sus padres,  Eugenio Bugarín Ocampo, militar de infantería, y Juana Navarro González (2), siendo uno de sus  primeros destinos la localidad extremeña de Alburquerque (Badajoz), donde la revista “El Magisterio Español” lo situaba hacia 1890 ejerciendo como maestro de primaria, si bien  hemos de constatar su presencia allí, al menos, desde 1876, año en que le nacía su hijo Federico, cuya inscripción registral se hizo en Alburquerque. En esta ciudad fronteriza a la vecina Portugal de economía agro-ganadera, se empeñó en su labor docente, echando raices y naciéndoles allí sus hijos.  Será la etapa más prolífica de Bugarín y la más comprometida con los problemas de la comunidad que le rodea pues pronto se manifiesta como una persona solidaria dispuesta a poner sus conocimientos al servicio de aquellos que lo necesitan, desarrollando en su escuela los postulados de la Institución Libre de Enseñanza con la que se siente plenamente identificado. Una escuela de espíritu laico, cercana al conocimiento de la naturaleza (3) y comprometida con el entorno social al que sirve. No en vano uno de sus compañeros más admirados  sería el catedrático de Psicología y Lógica, Joaquín Sama Vinagre (4), republicano federal, curtido en los años de la 1º República, antiguo colaborador de Francisco Giner de los Rios en la Institución libre de Enseñanza y profesor de la misma, con el que le unen sus ideas republicanas y su pasión por la enseñanza. 
  De noche Bugarín, al igual que hiciera en Marmolejo su hija Margarita en los años de la postguerra, enseña a leer y a escribir a los jóvenes trabajadores del campo.  Ese afán de servicio a los demás le lleva a ser un activo militante del partido Republicano Federal en Alburquerque en el que ocupa  el cargo de secretario junto a Sabas González Bejarano. En esa ejecutiva estaba también, como presidente honorífico,  Joaquín Sama.  “Y es que el republicanismo de raiz popular desempeñó una notable actividad pública al margen de la lucha política concreta. En Alburquerque, Bugarín, sostenía a fines del siglo XIX, sin retribución alguna, una clase nocturna de adultos exclusivamente para afiliados republicanos y sus hijos. Pero con ello no se agotaba ahí su labor docente. Terminadas las clases se trasladaba al centro republicano, donde daba lectura a los periódicos republicanos a los presentes, en su mayoría, analfabetos. Rasgo destacable de estos personajes era el contenido ético, de donde se obtenía la fuerza moral necesaria para combatir los valores sociales y, con frecuencia religiosos, dominantes y asumir los problemas que de ello se derivaban”(5). 
    El compromiso social  también lo llevó al ámbito de la escuela, preocupándose, casi de manera obsesiva, por las precarias condiciones en las que, a menudo, se encontraban las escuelas de las localidades en las que ejerció su labor. De igual manera  se propuso organizar al colectivo de maestros y maestras de la comarca de Alburquerque en aras de dignificar  su papel en la sociedad, frente a las oligarquías conservadoras del mundo rural, y su situación como trabajadores asalariados. A ellos se dirigía en una expresiva carta publicada en la revista de enseñanza “El Pacense”(6) donde reflexionaba públicamente sobre la necesidad de la asociación de todos los maestros y maestras “como medida salvadora, dice, a nuestros males, como lo único que haciéndonos luchar a todos, defendidos con el escudo o rodela de la razón y justicia y atacando las iniquidades con  la espada de la Ley, seríamos fuertes para resistir, emanciparnos y aplastar la cabeza del odioso monstruo del caciquismo en los pueblos, enemigo sistemático de la civilización y perseguidor constante e injusto del benéfico e inofensivo maestro de primera enseñanza...Busquemos pues la unión íntima: ella nos dignificará, nos hará respetados, nos dará las consideraciones que a la clase por su importancia corresponden, pues nosotros no hemos de olvidar lo que a la sociedad debemos, como hombres y como clase...”

Calle Derecha, en Alburquerque donde vivió Eugenio Bugarín. Fuente: Blogspot remontando el vuelo.

El compromiso social y político de Bugarin: Los motines de Alburquerque:

 

Alburquerque, nos dice Fernández Marroyo, “era uno de los núcleos de población más importantes del distrito electoral de Mérida. Se trataba de un distrito básicamente rural, con una población que vivía de las actividades agropecuarias. La principal localidad era Mérida, capital del distrito que apenas sobrepasaba los 10.000 habitantes. Era, pues, un ámbito campesino tan excepcionalmente propicio al control clientelar como escasamente adecuado para el libre ejercicio de la soberanía que, además, tenía un nivel de analfabetismo muy alto. El 63% de los electores no sabían leer ni escribir, valor que resultaba ligeramente superior a la media provincial.

En este contexto ruralizado, la penetración y aceptación del discurso republicano (7) -partido en el que milita Bugarin- encontró siempre grandes dificultades por la persistencia de las tradicionales lealtades clientelares de los pueblos pequeños. Esta realidad estuvo presente tanto cuando se restringió el derecho de sufragio, reservándolo a una minoría de propietarios acomodados, escasamente sensibles a las connotaciones sociales del más genuino republicanismo, como cuando se amplió el cuerpo electoral y se introdujo una gran masa de menesterosos. Porque objetivamente el restablecimiento de electores hasta el 23% de la población, reintrodujo en el juego político a una clientela potencial de los planteamientos heterodoxos, formada por una gran masa de campesinos modestos y jornaleros”.

Excepcionalmente, en dos localidades del distrito, en el partido judicial de Alburquerque, se daban unas circunstancias que suponían una cierta ruptura con respecto a las características productivas dominantes, lo que tuvo una innegable repercusión a la hora de condicionar comportamientos sociales y políticos. En estos lugares, sin romper la dependencia de gran parte de la población con respecto de la actividad agropecuaria, desde mediados del siglo XIX, se fue desarrollando una floreciente industria corchotaponera. La transcendencia del hecho no radica sólo en lo que conllevó de transformación del sistema productivo con la consiguiente introducción de nuevas formas de relaciones laborales, sino también en las propias modalidades de gestación del proceso. Porque no se trató de un proceso gestado desde el interior, sino que en su despliegue intervinieron elementos foráneos, portadores de la técnica y del capital. Fue por tanto un instrumento que favoreció la renovación  y el cambio de mentalidades. No debe sorprender, por tanto, que siempre, en los círculos más tradicionales, se consideró a la insdustria corchotaponera como la vía de penetración de ideas de disolución social en el cerrado mundo rural extremeño. En este ámbito socio-económico tiene lugar la toma de conciencia de un sector de las clases populares de Alburquerque puesto de manifiesto con motivo de las reivindicaciones contra la privatización de los pastos existentes en los extensos baldíos comunales (8),  uno de los elementos fundamentales para la economía de los pequeños propietarios y jornaleros de la zona. 

   

 

La chispa inicial de estos conflictos se enciende cuando en 1894 la hacienda estatal declaraba de compra libre el derecho al aprovechamiento de los pastos de primavera y verano de los baldios de Alburquerque.  Esta cuestión, nos dice Martín Baumeister,  -a cuya obra me ciño para describir minuciosamente los hechos ocurridos al maestro Bugarín- “había venido precedido en  el año anterior de una oleada de motines por el aumento del impuesto de consumos en la provincia de Badajoz que llevó a muchos hombres mujeres y niños de Alburquerque a salir a la calle para protestar por la medida. Los tumultos no cesaron hasta que intervino una compañía de la Guardia Civil enviada por el Gobernador Civil. Tras la pretendida desamortización del aprovechamiento de los pastos, el Ayuntamiento de Alburquerque recurrió la medida con nula repuesta por parte de la Administración Central. Este hecho provocó el descontento de los pequeños ganaderos pero también de los jornaleros, muchos de los cuales criaban algún cerdo para consumo propio en los pastos comunales.

 El 17 de septiembre de 1896, -la temporada de aprovechamiento de los pastos de verano caminaba hacia su fin el día de San Miguel- una gran cantidad de vecinos, sobre todo ganaderos, se reunió delante del Ayuntamiento con  el máximo orden, mientras se celebraba la sesión  del Concejo, exigiendo  que dirigiera una nueva petición al Ministerio de Hacienda para que excluyera a los pastos de primavera y verano de la venta libre. Al domingo siguiente, 20 de septiembre, se hizo una manifestación, con entrega de escritos al Concejo Municipal. El Alcalde impidió una nueva manifestación el domingo siguiente, pero en octubre llegaron  al Ayuntamiento otras peticiones. Se desató una lucha de peticiones, artículos de prensa, cartas al director y hojas volantes. Los jornaleros y los pequeños ganaderos  sólo pudieron articularse y hacerse oir gracias a la ayuda del maestro del pueblo Bugarín, quien defendió sus intereses por escrito y con argumentos jurídicos. A partir de ese momento los ataques del Ayuntamiento, que ahora estaba a favor de la privatización de los derechos de pasto por la presión de los grandes propietarios locales, se empezaron a dirigir contra el maestro Bugarín, al que se le reprochaba poner en cuestión el orden de la propiedad y el derecho, apareciendo como “el padre cariñoso” de las ignorantes masas populares, sobre todo, de los pequeños ganaderos.

  Bugarín intentó defenderse de las críticas resaltando la legalidad de los intereses y la actuación de los habitantes de Alburquerque que habían protestado. Según él no eran en absoluto un populacho que actuara fuera de la ley, sino pacíficos ciudadanos que querían defender sus derechos con  medios legales; habían ido a juicio para proteger las encinas, que suministran leña y valiosas bellotas, de los robos de los carboneros. Se pusieron denuncias contra quienes habían montado más de 30 carboneras en los baldios, que además entorpecían el crecimiento de los pastos. 
  En abril de 1897, finalmente, se formuló una queja contra el Alcalde ante el Gobernador Civil, porque la denuncia no había seguido su curso. Cuando a finales de abril de 1897 comenzó de nuevo la temporada de los pastos de primavera, se recrudeció nuevamente el conflicto. A mediados de mayo varias delegaciones de pequeños ganaderos tuvieron conversaciones en el Ayuntamiento exigiendo la eliminación  de las cercas, pues los propietarios las habían  levantado en  los baldios sin ningún derecho y habían  transformado las hasta entonces “tierras abiertas” en propiedad privada. Al no prohibirse la subasta de los derechos de pastos, los pequeños ganaderos protestaron. El 29 de julio, unos 70 jornaleros y ganaderos se reunieron pacíficamente delante del Ayuntamiento. Al día siguiente se reunieron 1000 personas -hombres, mujeres y niños- para protestar contra la subasta de los derechos que ellos reivindicaban como comunales, libres y gratuitos. Los manifestantes pudieron anotarse como un éxito que no se presentara ningún postor en la subasta.

Alburquerque (Badajoz).

La autoridad y los propietarios, “los vecinos sensatos y de reconocida honradez” iniciaron entonces una campaña contra el maestro de escuela Bugarín, al que se le consideraba el causante de los motines. La Comisión Escolar Local intentó incoar un procedimiento disciplinario ante el Gobernador Civil por “faltas en el cumplimiento de su deber” para conseguir el traslado o el cese de Bugarin.  El modo de argumentar y de proceder de los acusadores permite echar una ojeada entre bastidores a los intereses y a las relaciones de poder locales, pero también al ámbito de acción de la protesta y la resistencia en un pueblo de Badajoz, como sólo rara vez ocurre. Las quejas escolares aparecen nada más que de manera marginal: que el maestro había descuidado sus clases, que la escuela tenía fallos en la higiene, pues se utilizaba por la noche como establo y que los niños sólo disponían  para calmar su sed de una fuente de agua salobre. En el centro de la queja hay un reproche que suena menos espectacular: que Bugarín se ha reunido en su aula y en su casa con ganaderos, que no se quitan la gorra, “con hombres que ni en su manera ni en su conversación guardan las formas que se deben tener en un establecimiento de educación”. El maestro que recibe en su casa a pequeños ganaderos y a jornaleros y a sus mujeres, que hace causa común con ellos y que no les exige las usuales normas de respeto, traspasa de manera alarmante, a los ojos de la “buena sociedad” de Alburquerque la frontera de las clases.  De aquí sólo hay un paso a poner a Bugarín como “apóstol de la anarquía” y a las clases bajas como “unos infelices, fanatizados por la sugestión de un malvado”. El alcalde, el párroco, el comandante de la Guardia Civil, el Juez de paz, los padres de familias de los mejores círculos, todos denuncian a Bugarín en sus declaraciones como un difusor de doctrinas y de propaganda destructivas, anarquistas, comunistas y ateas, haciéndoles creer a los pobres ganaderos que “los productos naturales de los terrenos de los propietarios corresponden a los vecinos de la localidad”. Pues, según el maestro, “aquí no hay ninguna propiedad y los ganaderos son los únicos propietarios de todo y ellos van a apoderarse de todo”. La escuela de Bugarin es más que  una cátedra “a la que asisten en lugar de inocentes criaturas, toscos adultos que se educan en  el nuevo derecho que aplica el profesor”….Se comenta continuamente con especial disgusto la actuación de Bugarín que podría calificarse de asesoramiento: “los organiza en su casa, pero nunca los acompaña”. Lo que produce escándalo no son sólo sus reuniones con  los ganaderos, sino sobre todo el hecho de que redacta para ellos los escritos al Alcalde y al Gobernador Civil, los artículos de periódico y las hojas volantes, de que busca en la Gaceta de Madrid la sentencia del Tribunal Supremo sobre los baldíos y busca en los archivos documentos medievales, es decir, que pone su formación y su voz a disposición de los que protestan.

 

Bugarín en su escrito al presidente de la comisión escolar provincial rechaza todas las críticas. Dice que en el espacio de tiempo en cuestión, el orden público no ha sido perturbado ni por ningún grupo ni por ningún individuo. Que su actividad se había limitado a la redacción de algunos escritos para los ganaderos que no sabían escribir. Bugarín destaca que su actuación, así como la de los ganaderos, se desenvuelve por completo en el marco de la ley: “yo no he predicado ni predicaré jamás otra cosa que orden y respeto a las personas y cosas”….. De manera enérgica rechaza él la crítica de que incitaba a las masas: “no es tampoco cierto que yo haga entender a nadie que tenga o no tenga derecho a lo que se dice, pues el pueblo en general y los vecinos entre sí son los que por saberlo se lo hacen  entender”.

Luis Bugarín, hijo de Eugenio, junto a su mujer Marciana Duque Serrano, en el patio de la casa de la calle Jesús en la que vivieron  y compraron después de casarse. Delante de ellos el niño pequeño es Antonio Duque Berral y la niña con el gato, Carmen Duque Berral, ambos sobrinos de Marciana e hijos del conocido sastre Miguel Duque Serrano. La mujer que está a la derecha de la foto es una actriz de la época que frecuentaba la casa familiar de Marciana pues la madre de Marciana tenía casa de huéspedes que acogía a agüistas. La fotografía está realizada hacia 1933 ó 1934. Fuente: Cristina Salad García de Vinuesa.

Bugarín  sale airoso del procedimiento incoado contra él, pero al año siguiente, vuelve a estar en el centro de la polémica con  motivo de los motines de subsistencias que se expanden por toda España y también en Badajoz hacia 1898. En Alburquerque estallan el 5 de mayo y tienen especial protagonismo las mujeres de la localidad. Dias después, a la cuestión de las subsistencias se le añaden las reivindicaciones para la eliminación de los impuestos de consumos y el restablecimiento de los derechos del pueblo a los pastos. Las mujeres de Alburquerque reclaman cada mañana por escrito sus peticiones de la abolición de los consumos y de un pan más barato que presentan por escrito al Alcalde y al Ayuntamiento sirviéndose de la ayuda del maestro Bugarín. Aunque el Gobernador Militar decreta el estado de excepción en toda la provincia el 8 de mayo, las fuerzas del orden está retraidas. Se arranca la comunicación oficial de la pared el 10 de mayo y se quema. Un  día antes la Guardia Civil casi había utilizado la fuerza cuando un montón de mujeres exaltadas intentaba impedir que algunos molineros llevasen la harina hacia la administración de hacienda para pagar sus impuestos. Las mujeres articulan sus peticiones en la calle y al mismo tiempo a través de escritos que redactaba el maestro Bugarín donde se solicitaba al Alcalde que “facilitase el pan real, el trigo a cuarenta reales y que los cerdos salgan a pastar yerba al campo” . Pero Bugarín rechaza en su exposición, sin embargo, incorporar la eliminación  de los consumos porque se trata de impuestos legales. En el Ayuntamiento están reunidos con el Alcalde entretanto los mayores contribuyentes, mientras se reune en  el exterior una gran cantidad de personas que sólo dejan entrar, pero no dejan  salir a nadie. Los propietarios se declaran dispuestos, por la intercesión del alcalde, a conceder, con carácter excepcional, a los pequeños ganaderos un aprovechamiento gratuito de los pastos, sin renunciar por ello, así lo destacan, a sus derechos. 

  En los días sucesivos la tensión  en el pueblo  alcanza niveles más altos no sólo por el tema de la rebaja del pan y del reparto del trabajo, sino también por la exigencia de supresión, por parte de las mujeres, del pago del impuesto del consumos que una vez más demandan a las puertas del Ayuntamiento y del Administración de Hacienda. La Guardia Civil que había solicitado la mediación de Bugarín para rebajar la tensión entre las mujeres, acababa disolviendo la manifestación deteniendo a Bugarín y otras siete personas, entre ellas dos mujeres  que habían integrado las negociaciones, señaladas por testigos como cabecillas de los motines. Todos los detenidos, entre ellos dos hijos de sus hijos, no serán puestos en libertad hasta un mes después. Se incoaba una instrucción militar que año y medio después quedaba sobreseída. El motivo del sobreseimiento es que no se había llegado a perturbar el orden público, reconociéndose la labor mediadora y pacificadora del maestro de primaria (9) .

  Las disputas en torno a los derechos de aprovechamiento comunal de los baldios de Alburquerque no acabaron con la disolución de los motines de mayo de 1898. La oposición a la venta de los derechos de pasto a manos privadas (fundamentalmente a los grandes ganaderos de la zona) siguió la vía jurídica, pero continuó la insubordinación  de algunos pequeños ganaderos reacios a aceptar el carácter privado de los baldios.

 

El compromiso solidario de Eugenio Bugarín con Alburquerque,  le costó finalmente su marcha de la localidad extremeña,  por las presiones ejercidas por las autoridades locales y  los “vecinos sensatos y de reconocida honradez”, de manera que en septiembre de 1900 se trasladaba a San  Roque (Cádiz) para continuar allí su labor docente. Una vez más se repetía una historia, frecuente  en nuestro país, marcada por el exilio de los intelectuales coherentes que se atrevían a plantar  cara, con su práctica diaria, al caciquismo todopoderoso. Sus siguientes destinos fueron: Arcos de la Frontera, entre 1906 y 1910; Algeciras, entre 1910 y 1916 (10); Mengíbar (Jaén) durante el curso 2016-2017 y, finalmente, Marmolejo desde septiembre de 1917 hasta su fallecimiento en diciembre de 1920. 
 Los hijos/as de Bugarín continuaron residiendo en Marmolejo durante un tiempo: Federico, casado con Ester Bencerri, padre de una niña, África Bugarín, falleció como hemos dicho en  1936; Luis, funcionario del Ayuntamiento de Marmolejo durante la República, falleció en plena postguerra y está enterrado en Marmolejo. Su esposa emigró, junto a sus hermanos/as, a diferentes destinos de la peninsula en la década de los sesenta (11). Finalmente, “Doña Margot”,  a comienzos de la década de los setenta, ya entrada en años,  marchó a Zaragoza para vivir sus últimos días con su sobrina Victoria, hija de su hermana Adela.

Notas y Bibliografía:

(1) El fallecimiento de Bugarín debió producirse el día 11 de diciembre de 1920, dado que en la revista “Escuela Moderna” causaba baja por defunción en esa fecha.

(2)  El padre de Eugenio  llegó a la graduación de comandante cuando se encontraba destinado en el batallón de Játiva n.º 71, del Regimiento de Infantería de América n.º 14. La esposa de Bugarín, era Antonia García Pérez, natural de Fregenal de la Sierra (Badajoz), siendo sus suegros Federico García Sáez, natural de Villanueva de Cameros (Logroño) y Remedios Pérez Talero, natural de Fregenal de la Sierra.  De los hijos de Bugarín  está confirmado que nacieron  en Alburquerque: Federico (1877), Luis (1891) y Adela (1893). De “Margot” los testimonios de quienes la conocieron confirman igualmente que con frecuencia declaraba haber nacido en dicha localidad. Es previsible que su hijo Eugenio también lo fuera pues hacia 1900 era declarado mozo de reemplazo por el Ayuntamiento de Alburquerque. Finalmente decir que Adela tuvo dos hijas Gema y Victoria que hacia lla década de los cincuenta del pasado siglo, marcharon a Zaragoza.

(3) En su casa de la calle Maestro, años después conocida como la casa de “doña Margot”, existía una interesante colección de fauna ibérica embalsamada así como un viejo piano de pared que doña Margot había heredado del su padre. Era una mujer de agradable trato, de espíritu abierto, culta y  muy liberal en sus ideas e incluso en su estética personal que evidentemente chocaba con los rígidos patrones impuestos por la moral católica dominante en esos años. Hay una anecdota muy representativa al respecto que evidencia que era una mujer adelantada a su época: un viernes santo de los años 50 se presentó en los oficios con un abrigo rojo, produciendo entre los asistentes muestras de asombro y reprobación. Impartió clases nocturnas a los jóvenes del campo a los que recuerdo enseñaba a escribir correctamente durante la noche en el portal de su casa bajo la luz de una bombilla sentados en torno a una mesa camilla. Ella hablaba mucho de su pueblo Alburquerque, nombre que gustaba insertar en sus caligrafías con las  que se ejercitaban  sus alumnos en el perfeccionamiento de la grafía. 

(4) Joaquín Sama Vinagre (1841-1895) fue catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía Moral, amigo y colaborador de Francisco Giner de los Rios y profesor de la Institución Libre de Enseñanza.

(5) Fernando Sánchez Marroyo en “Compromiso ético y lucha política. Joaquín Sama y el republicanismo Pacense”.

(6) Carta a los maestros publicada en la revista de Enseñanza “El Pacense”, dirigida por Ricardo Castelo García. Publicada en  Badajoz, el 5 de julio de 1892.

(7) Fernando Sánchez Marroyo, obra citada. Nos dice este autor que desde los primeros momentos de la experiencia democrática abierta en 1868, se fue consolidando en Alburquerque una fuerte presencia republicana. Ya en las elecciones municipales de diciembre de 1871 todos los concejales fueron republicanos. Esta tradición sobreviviría no sólo al Sexenio Democrático, sino también a lapropia Monarquía de Amadeo de Saboya, que toleraría el protagonismo local de los republicanos, aislados en el contexto de un distrito caracterizadamente rural y, por tanto, fácilmente controlable.

(8) Los baldios comunales de Alburquerque se trataban de tierras pertenecientes a su término municipal de más de 43.000 ha de baldíos en casi 3000 parcelas “abiertas” procedentes de antiguas propiedades de la Iglesia y del municipio y cuya propiedad estaba dividida en cuatro derechos de aprovechamiento hacia mediados del XIX. Esta masa de tierra, próxima a la frontera con  Portugal, que se utilizaba sobre todo para la cría de ovejas, cerdos y cabras, quedó al menos en parte sustraída a las aspiraciones privatizadoras de la monarquía liberal y de los propietarios regionales, formando una especie de bloque “arcaico” en la estructura de la propiedad de la provincia. Véase Martín Baumeister: “Campesinos sin tierra: Supervivencia y resistencia en Extremadura (1880-1923)”. Edita Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y Diputación de Badajoz. Año 1996.

(9) Martín Baumeister, obra citada.

(10) En Algeciras formó parte como vocal de la Junta Local del Centenerio de Cervantes, representando al colectivo de maestros, en calidad de decano. “El Campo de Gibraltar”, diario liberal independiente. Algeciras, 11 de marzo de 1916.

(11) Los testimonios de Cristina Salad escuchados de su abuela Carmen Duque Berral refieren que la familia de Marciana Duque, la mujer de Luis Bugarin, a la sazón tiabisabuela de Cristina, era conocida en Marmolejo con el mote de “Ezequiel”, por un antepasado suyo  llamado así y que tuvo un final violento. Marciana, nacida en 1900, impartió clases particulares a las niñas marmolejeñas en los años 20 del pasado siglo.  Según Cristina Salad,  Luis y Marciana se casaron a principios de los años treinta y no tuvieron descendencia. Durante la Guerra Civil marcharon de Marmolejo y se refugiaron junto al hermano y cuñada de Marciana,  (Miguel  Duque y esposa Carmen Berral Aguilar) en Valencia, pero terminaron volviendo a Marmolejo por la cantidad de bombardeos que había allí. Poco después de guerra, en 1941 tras fallecer en Puente Genil, de donde era natural, Carmen Berral, Luis y Marciana acogieron a Miguel  y sus hijos/as en su casa de la calle Jesús. A partir de entonces  siempre vivieron todos juntos. De hecho en la casa de la calle Jesús es donde Miguel Duque mantuvo su sastrería. Otros recuerdos de Cristina Salad, hablan de que “Doña Margot tenía muy buenas manos para la matanza y que, en tiempo de hacerla, solía ir a casa de su hermano Luis para ayudar. Era una persona muy peculiar y particular, pero una señora”.

 

Fuentes:

-Actas Capitulares Ayuntamiento de Marmolejo, años 1932 a 1936.
-Certificado de nacimiento de Adela Bugarín García. Registro Civil de Alburquerque. Tomo 31, página 39 vta, sección 1ª.
-Certificado de nacimiento de Luis Bugarín García. Registro Civil de Alburquerque. Tomo 66, página 246 vta, sección 1ª.
-Certificado de defunción de Federico Bugarín García. Registro Civil de Marmolejo. Tomo 51, folio 156 vta., sección 3ª.
-”La Correspondencia de España”, de 22 de agosto de 1864.
-Suplemento a “La Escuela Moderna”, Madrid 26 de marzo de 1921.
-”La Región Extremeña” diario republicano, editado en Badajoz. Varios números.
-”El Pacense”, revista de enseñanza editada en Badajoz y dirigida por Ricardo Castelo García. Varios números.
-”El Magisterio Español”, varios números.
-”La Coalición”, periódico republicano-progresista, Badajoz,10 de abril de 1906. 
-Testimonios y documentos fotográficos de Cristina Salad García de Vinuesa basados en los recuerdos de su abuela Carmen Duque Berral,  sobrina política de Luis Bugarín, hermano de “Doña Margot”. Mi agradecimiento por su interés y aportaciones para este artículo.

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