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222º ANIVERSARIO DE LA CONCESIÓN DEL TÍTULO DE VILLA 

Apuntes sobre la dependencia jurisdiccional de la aldea de Marmolejo respecto del Concejo de Andújar, (1240-1791).

 

-Jorge Martín Peña-

Este año se cumple el 222 aniversario de la concesión a Marmolejo del título de Villa, otorgado por el monarca Carlos IV el 27 de mayo de 1791. Hasta entonces, el devenir histórico de Marmolejo había discurrido como aldea dependiente de la jurisdicción de Andújar desde que Fernando III el Santo, en 1240 la cediera junto a Villanueva de la Reina y La Higuera a la entonces villa andujareña.

Su destino se torcería aún más en 1585 cuando fue comprada al rey Felipe II, junto a Villanueva, por 40.000 ducados, lo que permitía a Andújar el derecho a nombrar los cargos de gobierno y de justicia y el cobro de impuestos por el uso de la tierra.

En las próximas líneas damos cuenta sucintamente de los hechos más destacados de tan largo periodo de tiempo en un intento de aproximación histórica al lugar de Marmolejo y a la vida de sus moradores.

 

La historia de la dependencia política y administrativa de la aldea de Marmolejo respecto a la entonces villa de Andújar, tiene su origen en el año 1225, cuando Fernando III, aprovechando las disputas entre los reyezuelos árabes Abd-allah al Bayasi, -gobernador de Jaén y señor de Baeza- y Al-Adil, -señor de Murcia autoproclamado emir de al-Andalus, con pretensiones anexionistas de los dominios del primero-, obtiene mediante el pacto de Las Navas de Tolosa, la entrega del alcázar de la ciudad andujareña (y el de Martos) y ganar para su causa al moro de Jaén.

    La fidelidad y vasallaje del musulmán hacia el rey castellano fue tan estrecha como sincera,  hasta el punto de permitir la entrega de su hijo  menor  para que  fuera educado en  Castilla, bautizándose  incluso con el nombre de Fernando en homenaje a su rey protector.

    Iniciada la expedición de castigo por tierras de Jaén, Priego, Loja y Granada, las huestes castellanas y de al Bayasi pronto  acaban con las aspiraciones de Al-Adil de ocupar el área de influencia del gobernador musulmán de Jaén.

    En el momento en que las tropas castellanas entran en Andújar a mediados de julio de dicho año, conforme a lo acordado, una de sus primeras decisiones adoptadas fue la conversión de la mezquita en iglesia que desde entonces pasó a denominarse de Santa Marina.

Planta de zumaque                                     

Unos días después, el 10 de agosto, toman la aldea de Marmolejo y su castillo. Poco después se erigirá en el patio del castillo la primitiva iglesia que llevará por nombre de San Lorenzo, en recuerdo de la festividad del día de la reconquista de este lugar.

    Enseguida se organiza el Concejo Andujareño con bienes comunales y propios, a la vez que se crean lotes de tierras destinados a recompensar a los señores que participaron en su conquista.

    Algunos años después, en 1240, el monarca castellano concedía por privilegio real la cesión a Anduxar, como villa de realengo que era, las aldeas de Villanueva de Anduxar, (hoy de la Reina), Marmolejo, (entonces El Marmolexo) y La Higuera, (La Figuera) obligándole, un año después, a cultivar las tierras cedidas de las vegas junto al Guadalquivir y las viñas de Sierra Morena.

    El lugar del Marmolexo que, bajo dominio musulmán había pertenecido al área de influencia de Anduxar, (aunque desconocemos su grado de vinculación jurídica-administrativa) une su destino a ella en la renaciente era cristiana con el “statu jurídico de cedida.”

    Y así permanecería durante trescientos cuarenta y cinco largos años hasta que en 1585 la aldea de Marmolejo y sus tierras, junto a Villanueva, fueron  compradas por Andújar al rey Felipe II por la cantidad de 40.000 ducados de plata. Precisamente cuando éstas intentaban comprar al monarca su independencia para desligarse de su tutela, según explicaremos más adelante.

    Antes, es preciso esbozar una breve referencia sobre las vicisitudes de nuestros antepasados durante estos tres siglos y medio.

 

La vida en Marmolejo durante los siglos XIV, XV y XVI.

    Como siglos atrás, aquellos antepasados remotos se ganaban en gran medida el sustento empleados en las tareas agropecuarias, si bien, con el transcurrir del tiempo, durante los siglos XV y XV empiezan a introducirse cambios en las formas de producción que favorecieron una mejora de las explotaciones agrícolas y ganaderas.

  

  En las tierras de la vega del Guadalquivir, más fértiles, se cultivaban los cereales –trigo, cebada, centeno, avena,…-, los árboles frutales y las leguminosas –fundamentalmente habas, lentejas y garbanzos-, mientras que en las zonas de la campiña y la sierra, se destinaban a plantaciones de almendros, viñas y olivar.

    Durante el siglo XV, la superficie destinada al olivar en las tierras de Marmolejo, parece ser  que era bastante reducida, si bien las cosechas en años normales dieran recursos suficientes para garantizar el autoabastecimiento de la aldea. Las mayores plantaciones de olivos en territorio jiennense se circunscribían por aquel entonces a tierras de los términos de Baeza, Andújar y de la vecina Arjona. 

La progresiva introducción a lo largo de este siglo de un nuevo cultivo en las zonas de sierra más próximas a las vegas del Guadalquivir, el zumaque, probablemente vino a desarrollar nuevas actividades económicas que ofrecían nuevas espectativas a una sociedad basada eminentemente en la agricultura y en la ganadería.

    El zumaque es un arbusto de entre uno y tres metros de altura, de cuyas hojas, una vez secadas, se trituraban hasta obtener un extracto que podía utilizarse directamente, bien en el curtido del cuero, bien como tinte textil.    

     El desarrollo de su cultivo favoreció la aparición y/o el desarrollo de aquellos oficios artesanales vinculados al tratamiento de la piel, el cuero y lana, -curtidores, albarderos, guarnicioneros, talabarteros, zapateros y manteros-, el crecimiento de la cabaña ganadera, que facilitaría la materia prima, -vaqueros, cabreros, ovejeros, tratantes y criadores de caballos, mulos y asnos…-, y el mejoramiento de las manufacturas hechas con cuero y lana - todo tipo de arreos para el ganado mular, calzado, botas para el vino, mantas y  telas de todo tipo y uso. 

En los primeros años del siglo XVI, Andujar tuvo ocasión de acrecentar su influencia con la incorporación de nuevas tierras y poblamientos del área de influencia de la aldea marmolejeña. Todo surgió en 1519 con el levantamiento de los comuneros castellanos contra el Emperador Carlos V. La fidelidad manifestada por los regidores de Andújar al poder del monarca, que derrotó a los sublevados el 23 de abril de 1521 en Villalar, fue recompensada unos meses después, concretamente el 3 de noviembre de dicho año, con la concesión de la aldea de San Julián y los poblamientos menores de San Vicente y Villalva, con el compromiso obligado de su repoblación.

    Por lo demás, los moradores de estas tierras jiennenses vivían en su gran mayoría humildemente, sumidos en una existencia dominada por las periódicas crisis de subsistencia, provocadas por periodos de pertinaces sequías, seguidos de años  de temporales que diezmaban o, en el peor de los casos, arruinaban sus cosechas, lo que unido a la aparición de esporádicos brotes epidémicos originados por las pésimas condiciones higiénicas y de salubridad en que se desenvolvían sus vidas, generaban de cuando en cuando episodios de tensiones sociales que, terminaban, en los peores casos, en estallidos de conflictividad social. 

    Pese a tanta adversidad, que consideraban como verdadero castigo divino, un lento progreso se fue abriendo camino en este mundo marcadamente rural que paulatinamente fue favoreciendo unas mejores condiciones de vida, gracias al surgimiento de las primeras transacciones comerciales entre las poblaciones vecinas. El mejor aprovechamiento de la tierra, daba mayores cosechas que redundaba lógicamente en mayores intercambios de productos agrícolas entre la propia población, acostumbrada desde tiempo inmemorial a una economía de autoabastecimiento, intercambios que se ampliaban hasta las poblaciones limítrofes en los años de cosechas abundantes que generaban partidas de excedentes.

Hojas secas de zumaque, utilizadas para tinte o curtido del cuero

    No es casual que en la primera mitad del siglo XVI, de desarrollo e impulso de las actividades agropecuarias, que llevó aparejado un sostenido crecimiento demográfico, los marmolejeños se plantearan la construcción de un puente sobre el río Guadalquivir para trasladar de manera más segura  y cómoda los ganados y los productos obtenidos a las tierras de la otra orilla del río, el Baldío, la Centenera y las lomas del resto de Sierra Morena.

    Su fábrica se inició el año de 1550, ‘á expensas de los vecinos’ según Pascual Madoz, finalizando las obras treinta y siete años después, probablemente sin haber concluido del todo, como se verá más adelante.  El puente sobre el Guadalquivir es una obra de ingeniería del Renacimiento, dirigida por el maestro jiennense de cantería, Benito de Castillo que tenía por finalidad el fomento y desarrollo del tránsito de la campiña al valle, y viceversa, en unos momentos en que se intensifican las transacciones comerciales en esta área, como consecuencia del desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas.

    El puente levantado sobre el río constaba de tres arcos de medio punto –los 3 de mayores dimensiones, de los 7 de que constan en la actualidad- con sus pilares y tajamares de sillería regular de piedra encarnada, tenía una longitud de unos cincuenta metros, una altura de 25 metros en su arco principal sobre el nivel base del cauce fluvial y una anchura de calzada de 6 metros. (En 1874 se prolongaría hacia su margen izquierda con 4 arcos menores de medio punto, de sillería concertada en sus tímpanos, sillería regular en los frentes de los arcos y ladrillo en los cañones, con cuya fisonomía lo conocemos actualmente).  

Zona del puente construida entre 1550 y 1587. Su fábrica la dirigió el maestro de cantería Benito del Castillo

En tales faenas andaban atareados los marmolejeños a comienzos de la segunda mitad del s. XVI, cuando les llega la noticia de la independencia de la aldea de La Higuera en octubre de 1558, otorgada por la regente doña Juana de Austria en ausencia de su hermano Felipe II y por la que tuvieron que pagar a la Corona la cantidad de tres mil ducados.

    No es de extrañar entonces, que esta noticia espolease a los villanoveros y marmolejeños y buscasen por todos los medios posibles, del mismo modo que los higuereños, liberarse de los lazos jurídicos que les ataban a la metrópoli, pues los impuestos por arrendamientos de las tierras propias de su término que debían pagar anualmente a la hacienda andujareña, amén de otros, suponía una gravosa carga que refrenaba el progreso material de estas aldeas dependientes de Andújar.

    Por ello es fácil entender que no perdieran ocasión que se presentase para reclamar a las instancias judiciales en busca de su deseada independencia. 

 

Andújar compra en 1585 las aldeas de Marmolejo y de Villanueva de Andújar al rey Felipe II por 40.000 ducados.

    Pronto Marmolejo y Villanueva intentarían seguir los pasos de La Higuera. Así, la aldea de Villanueva, con mayor población (2196 habitantes tenía Villanueva por 1344 la aldea de Marmolejo en 1595) y capacidad económica entonces que Marmolejo, tomó la iniciativa iniciando un contencioso en 1582 ante las más altas instancias del país. 

 

Marmolejo se uniría poco después a aquella iniciativa, en un intento de unificar esfuerzos para eximirse conjuntamente del Concejo andujareño, pero, tras pleitear durante tres años terminaron perdiendo en 1585 ante la ciudad, que deseosa de mantener a toda costa bajo su influencia ambas aldeas ofreció al monarca 40.000 ducados, cantidad de dinero que resultó imposible de igualar, a tenor de las  modestas economías de que disponían  estos “lugares”.

     De este modo, Andújar retenía para sí los dos asentamientos vecinos y conseguía de la Corona mayores privilegios y prebendas, en detrimento de estos poblamientos. Se torcía aún más, pues, el destino de aquellos antepasados.

     De este segundo periodo, que se prolongó por espacio de doscientos seis años, está datado que Andújar ejercía la potestad en el cobro de los arrendamientos de las parcelas propias de cultivo y el nombramiento anual de los cargos de gobierno de estas aldeas: Mayordomo de Propios, Alcaldes de la Hermandad de Hijosdalgos, Alguacil Mayor y Subteniente, corredor de aceite, fiel de la pescadería y carnicería, apreciador de campos y veedor de ropas, etc., responsabilidades éstas que llevaban aparejado consigo, el pago al ayuntamiento de la ciudad de unas importantes cantidades de dinero por el arrendamiento anual de los mismos.

Para pagar a la Corona el importe de esta compra, las autoridades del Concejo de Andújar hicieron frente a la abultada deuda contraída a través de empréstitos, incrementos de los impuestos a estas aldeas, que evidentemente terminaban repercutiendo en las ya de por sí débiles economías familiares. Incluso se adoptaron decisiones arbitrarias de dudosa legalidad como el arrendamiento a particulares de lo que hasta entonces eran zonas de pastos comunales, reduciéndose éstas en número y calidad,  que continuaron con su carácter comunal y libre, como la del Medianil, para uso de los ganados de los vecinos. Esta última medida debió desagradar especialmente al sector ganadero de ambas aldeas que vieron como el acceso a los mejores pastos ya no resultaba gratuito.

     Parece lógico pensar que, estas decisiones del Concejo, lejos de aliviar el malestar que suponía el pago de impuestos anuales por el aprovechamiento de unas tierras que  eran suyas invitaban a los Concejos de estas aldeas a perseverar con mayor determinación en pro de su independencia, litigando siempre que sus economías y la ocasión lo permitieran, buscando la manera de eximirse de esta tutela, con la compra al Rey de turno de su libertad. Seguramente debió ser así, pues aunque no hay documentación fehaciente sobre estos posibles litigios, se deduce del hecho conocido de que a lo largo del siglo XVII, Andújar solicitaría en varias ocasiones a las administraciones de Felipe III y Felipe IV, seguramente en respuesta a las propias demandas de ambos lugares, la ratificación de los privilegios concedidos por Felipe II.

 

Los acuciantes problemas económicos por los que atravesaba la hacienda real durante estos reinados, originados por los interminables conflictos en el exterior que obligaban a mantener con cuantiosos gastos a los tercios españoles para preservar la integridad territorial del Imperio, propició que las disputas entre las aldeas con su metrópoli, fuesen aprovechadas en beneficio propio por estos monarcas que, a cambio de mantener el antiguo “statu quo”, obligaba a Andújar a desembolsar a la Corona elevadas sumas de dinero en concepto de ayudas, con las que la ciudad retenía ambos asentamientos y obtenía, al mismo tiempo nuevas contrapartidas y licencias reales para subir los impuestos municipales a sus vecinos, reconocer a perpetuidad su autoridad sobre los mismos y poner a su antojo a las autoridades locales, de justicia y de gobierno.   

    Algún estudioso de la época, llega a afirmar que la ciudad de Andújar, agobiada por la cantidad de préstamos solicitados, “jamás devolvió estas cantidades, pero sí se aprovechó de forma engañosa y astuta de esos impuestos y arrendamientos especiales, que habían concedido los diferentes reyes, para que precisamente Andújar pudiera pagar sus deudas”.    

 

La vida en Marmolejo durante los siglos XVII y XVIII.

    El s. XVII no pudo empezar peor para las aldeas y pueblos de esta comarca. La epidemia de peste originada en los puertos cantábricos en 1597, que produjo gran mortandad en todo el país, llegó a mediados del año 1600 a la comarca iliturgitana y, aunque muy debilitada ya, alteró sustancialmente la vida de sus moradores.   

   Las primeras noticias sobre la cercanía de la pandemia se tienen el 10 de abril de 16oo y obligan a los capitulares del Cabildo a adoptar medidas preventivas como la suspensión de la romería de la Virgen de la Cabeza de ese año pues ya por aquel entonces concentraba a gran cantidad de gentes de tan distintos lugares de la geografía nacional que permitir su celebración representaba un excelente caldo de cultivo  para la propagación de la epidemia.

    Poco después, en junio, ante la fundada sospecha de que la localidad de Lopera y otros lugares cercanos hubieran podido ser afectados por la pandemia, las autoridades de Andújar cierran las ermitas y notifican a los moradores de las casas de labor diseminadas por el campo que no acojan a pasajeros algunos. El 20 de julio se clausura la venta de San Julián, por cercanía a estos lugares y encontrarse en lugar de paso  muy transitado, que deberá permanecer cerrada hasta nueva orden.

    Declarada la enfermedad, la vida se hacía difícil para los lugareños, pues, para evitar el contagio y la propagación,  se impedía el libre tránsito dentro de la misma localidad, se aislaban las viviendas donde penetraba la enfermedad,  se paralizaba el comercio, se prohibía el cambio de domicilio, perturbándose, en gran medida la actividad económica de la aldea y el movimiento de sus habitantes.  

     Las personas tocadas por la enfermedad eran atendidas en el hospital que se había fundado en Marmolejo en 1588 con el propósito de remediar las necesidades sanitarias de sus vecinos y de los forasteros que arribasen a la aldea.

    

    Aunque la mortandad producida por el brote de peste bubónica no debió de ser importante, algunas familias perdieron alguno de sus miembros y otras, desaparecieron en su totalidad, bien, por no cumplir a rajatabla las severas medidas sanitarias de aislamiento que entonces se adoptaban entre apestados y personas sanas, bien por acallar en los primeros momentos, en un intento de salir del trance por si mismos, la aparición de enfermos en su seno,  solución errónea que terminaba por contagiar a todos los que vivían bajo el mismo techo.

     Dos años después de declararse la epidemia, hacia mayo de 1602, todavía no se había sofocado el brote infeccioso en Marmolejo, pues las autoridades advertían a los vecinos de la aldea y a los ‘bataneros de los batanes de San Julián’ no mantuvieran contacto con los vecinos de Bujalance ni ‘batanen ropa del dicho lugar sopena de  diez mil maravedíes’ de sanción.

    Por fin, el 19 de julio, las autoridades de la ciudad declaran oficialmente extinguida la epidemia,  se envía una provisión al monarca para solicitar que se levanten  todas las medidas restrictivas adoptadas, recibiendo respuesta real afirmativa el 5 de agosto. La vida laboral, económica y social retomaba la normalidad.

    No repuestos aún de tan calamitosos años, cinco años después, Marmolejo tiene que aportar a la milicia, en razón de sus habitantes, 17 hombres, (Villanueva, lo hizo con 27 y Andújar, con 106), para sostener los ejércitos de la Corona. En 1647, en cambio, para evitar la leva de soldados se opta por pagar dinero a la Hacienda Real (31.804 maravedíes pagó el Cabildo marmolejeño) e impedir de este modo que los jóvenes más aptos para el trabajo marchasen al servicio militar.

   En esta época, la aldea marmolejeña contaba con una iglesia, que desde 1511 era conocida como “Nuestra Madre y Señora de la Paz” y que, un siglo atrás,  había sido regida por el  ministerio de don Diego de los Cobos y Molina, sacerdote de Úbeda que llegó a ser Obispo de Jaén entre los años 1560 y 1566.

    El templo se hallaba emplazado en el  mismo lugar que en la actualidad, si bien, a estas alturas, todavía no se había construido la nave central. Hacia 1628, existían además tres ermitas, dos en el extrarradio del casco urbano de la aldea y la tercera en S. Julián. Marmolejo contaba ese año con 280 casas y la parroquia era atendida por D. Francisco Háñez de Herrera, catedrático de Prima y patrono de la Universidad de Baeza.

   La actividad económica predominante en el S. XVII seguía focalizada en las explotaciones agropecuarias. Las dehesas de la Cerrada,  Aragonesa, Centenera y Hormazal, a pesar de los continuas desavenencias y disputas que se suscitaban entre los regidores de los Concejos de Marmolejo y Andújar, que buscaban la exclusividad para sí en el aprovechamiento de sus feraces tierras, se habían convertido en motor del progreso material de la aldea, generadora de riqueza que procuraba, no a todos por igual, mayores cotas de bienestar que impulsaba un desarrollo de las transacciones comerciales con zonas cada vez mas distantes, en busca de más y variados recursos que los que ellos podían conseguir.

No en vano, en 1608, los regidores de Marmolejo, (puestos a voluntad por los capitulares andujareños) dirigen una petición al Concejo de la ciudad fechada el 22 de septiembre solicitando el arrendamiento de la dehesa Cerrada ‘por los años que fuesen necesarios para que se acabase la puente del Rio Guadalquivir, por ser de tanta importancia para los traginantes y pasajeros, ansi vecinos de esta ciudad y del dicho lugar y su comarca como de los demas que suben a esta y bajan a el Andalucia… .’ El acuerdo del Cabildo, adoptado el día 13 de este mes, continuaba con la propuesta  de construcción de  un nuevo puente  sobre el río Yeguas, por la zona conocida de los Membrillejos, ‘por ser asi mismo campo muy frecuentado por donde se lleva y trae cantidades de aceite y mercadurias y desde esta ciudad y su jurisdizion reciben gran beneficio y para que no sese con las crecientes y avenidas del rio la utilidad que de dicho pasaje y traginazion se sigue. Todo el dicho lugar del Marmolejo queremos posponer la utilidad particular que la dicha dehesa se le sigue por acudir a el bien comun y publico que de fenecer y hacer la dicha fabrica de las dichas puentes se sigue alargando esta ciudad para el dicho efecto la cantidad con que se les suele acudir cuando se arrienda la dicha dehesa de conformidad de ambos conzejos (…).’

    El documento viene a poner de manifiesto el beneficio que puede reportar a ambas  poblaciones acabar el puente sobre el Guadalquivir y construir otro sobre el Yeguas detrayendo los recursos para tales obras de los beneficios económicos que se obtuvieran del arrendamiento de la dehesa Cerrada durante los años que fuesen necesarios.

Otro acuerdo adoptado dos días antes, insiste sobre la importancia de acometer la fábrica del puente sobre el río Yeguas, en estos términos ‘…que este lugar y su comarca tienen muchos tratos y aprovechamientos de la otra parte del rio de la Yegua y sesan por los dichos inconvenientes y ansi mismo de toda tierra de transito, Extremadura y los Pedroches tienen muchos tratos assi en la ciudad de Andujar como en este lugar y sesan y se ban por otras partes los harrieros y tratantes por no poder pasar por el dicho rio de la Yegua y todo esto tendria remedio si se hiciese una puente (…)’.

    La respuesta del Cabildo de Andújar a estas peticiones fue tan mezquina como insolidaria: se aceptaba la propuesta de construir el puente sobre el arroyo de las Yeguas según lo estipulado por el Cabildo marmolejeño pero destinando a tal fin  solo las rentas de la dehesa de dos años, los de 1609 y 1610.  Todo el coste adicional que sobrepasara la obra del puente correría a cargo del Concejo de Marmolejo o, como mal menor, podría utilizarse la mitad de la renta de los años siguientes de dicha dehesa. El acuerdo no admitía alegación alguna y debía ser aceptado en esos términos para que ‘esta ciudad les pueda apremiar al cumplimiento’ del mismo.

    Desconocemos si se aceptaron o no las condiciones impuestas por Andújar y se construyera finalmente el puente en aquellos años.

 

La búsqueda de la independencia jurisdiccional de Andújar.

     Los continuos litigios que surgían entre las aldeas y la villa, cada parte defendiendo sus intereses, terminaban beneficiando, como se ha indicado más arriba, a la Hacienda Real y ahogando cada vez más a los vecinos de aquellas con las sucesivas alzas de impuestos; efectos que provocaban un mayor enconamiento en sus anhelos de independencia.

    A la vez que se reclamaba ante la Corte Real un cambio en las relaciones establecidas, en esta centuria comienzan a darse otros intentos serios para conseguir mejoras que redundasen en la generalidad de los vecinos de estas aldeas o conseguir para sí algunos de los privilegios que disfrutaba el Concejo de Andújar.

    Y ello se intentó tanto por  la actuación del Concejo municipal de la aldea como por  iniciativa personal de sus vecinos.

    Los regidores del Concejo de la metrópoli, por su parte, hicieron todo lo posible por impedir que los Concejos de sus aldeas pudieran obtener privilegios particulares.

    El Cabildo Municipal andujareño interpuso cuantos recursos le eran notificados por  la Real Chancillería de Granada, pleitos que siempre ganaba, pero por los que terminaba pagando más dinero a la Hacienda Real, circunstancia que aceptaba a regañadientes con tal de continuar tutelando los destinos de estas aldeas.

    El año de 1648 fue especialmente señalado en litigios.

    El 30 de marzo, el Cabildo de Andújar decide quejarse ante los caballeros comisarios de pleitos por los derechos que, a su entender, usurpan los vecinos de Marmolejo que usan indebidamente el oficio de  ‘harrieros de la correduria y amotacenazgo’ que es propio de la ciudad y ‘el derecho del aceite para la paga del donativo de los 70.000 ducados’. Los regidores les conmina a acudir al Corregidor y demás tribunales para la defensa de estos negocios, presentar querella  contra los usurpadores y pedir que paguen por las tres penas en que han incurrido.

    El mismo día los capitulares tienen noticias de que Marmolejo está arrendando una ‘guardería’ que no le pertenece. Se acuerda que los citados comisarios de pleitos averigüen si ello es cierto y, en caso afirmativo, soliciten al Corregidor se impida tal arrendamiento y sean castigados los culpables de acuerdo  con las penas en que han incurrido.

Situaciones como las referidas debieron darse con relativa frecuencia en tan dilatado periodo de tiempo y la presteza de las autoridades para evitarlas también, cortando de raíz todo intento de conseguir privilegios  que pudieran en algún momento ser ejercidos como base para plantear otros de mayor importancia.

    Sin embargo, en agosto de 1648 aparece el primer revés judicial, el primer fallo que va en detrimento de los intereses de la metrópoli, la primera decisión que marca un antes y un después en el empeño histórico de la aldea de Marmolejo en pro de su independencia jurídico-política. Un acta oficial del Ayuntamiento iliturgitano lo recoge en estos términos: “La ciudad trato y confirio en razón de las probiziones sobre cartas de los señores de la Real Chancillería de Granada que el Consejo del lugar de Marmolejo desta jurisdicción a ganado la una para que esta ciudad pague la mitad de los aprovechamientos de la dehesa de Cerada y la otra para que los Alcaldes y Regidores del dicho lugar no puedan ser presos por deuda que debieren el dicho Conzejo no estando obligados como  particulares y habiendose tratado y conferido la ciudad acuerda se escriva a los agentes y procuradores de la dicha ciudad de Granada salgan a la defensa de este negocio”.

Imagen más antigua  conocida de San Julián      

Dicho de otro modo, las arcas municipales del Cabildo marmolejeño podían ingresar la mitad de las rentas obtenidas por Andújar por el arrendamiento de la dehesa Cerrada y, de otro, los munícipes no estaban obligados a responder, a título particular, de las deudas contraídas por el Ayuntamiento.

    Un año después, el 6 de enero,  un vecino de Marmolejo, Francisco Vejarano, obtuvo una provisión para ejercer el oficio de Fiel de las Carnicerías, a lo que el Cabildo Municipal de Andujar se opuso, por ser un privilegio suyo el nombrarle. Tras el correspondiente recurso interpuesto por la ciudad y varios años de pleitos, la Chancillería granadina daría la razón al Cabildo que, el 6 de octubre de 1658 nombró según propio criterio dicho cargo.

    Estos éxitos acompañados también de  contratiempos legales, que duda cabe que animaban a aquellos antepasados marmolejeños a perseverar en esa dirección e incluso buscar otras nuevas que ayudasen a alcanzar su  anhelo de independencia  político-administrativa.

    El 27 de mayo de 1675, los regidores de Andújar reciben noticias de que el lugar de Villanueva andaba otra vez dando pasos para intentar de nuevo eximirse de su tutela, circunstancia nada halagüeña para sus intereses que les obligaba una vez más a defender con más pleitos y gastos si querían retenerla bajo su influencia y sometimiento. La pérdida de la jurisdicción sobre estas aldeas era entendida entonces como ‘un grave daño a la ciudad respecto de la posesion en que se halla por merced de San Fernando Rei de Castilla y después por benta y merced que el sr. Rei don Felipe segundo (…) hizo a esta ciudad (...)’. Es decir, consideraban a estos lugares como algo propio, e inasumible de aceptar la posibilidad de desligarse de su influencia por los derechos históricos adquiridos después de tantos siglos de  tan ventajosa vinculación.

Con todo, la mayor desgracia de esta centuria, estaba aún por llegar. El año de 1680 quizás merezca ser recordado como uno de los momentos más dramáticos, de los episodios más trágicos que ha padecido el pueblo de Marmolejo, -igual que otros muchos desde luego- a lo largo de su devenir histórico. Nos estamos refiriendo a la epidemia de peste padecida en 1680 en aquella zona que causó verdaderos estragos entre el vecindario.

    Cotejando los datos de población entre 1647 y 1694 nos podemos hacer una idea bastante aproximada de la magnitud de la tragedia: Si en 1647 vivían 1372 habitantes, según los criterios censales de la época, a la altura de 1698, la población había quedado reducida hasta 643 vecinos, es decir, 729 almas menos. La peste se había cebado en todos los estamentos sociales de la población produciendo la muerte a  más de la mitad. 

    El azote en Andújar, considerado como el más mortífero de toda Andalucía, produjo similares consecuencias: de una población que superaba los 12.000 habitantes a mediados de siglo se había reducido a  6570.

    Consideradas estas pandemias en la sociedad de la época  como verdaderos castigos divinos, no resulta extraño que, como respuesta espiritual de la sociedad de entonces a esas calamidades, se produjese una vuelta de las gentes a vivir con más intensidad la religiosidad en todas sus manifestaciones, celebrativa y litúrgica en el ámbito de recogimiento del templo y multitudinaria, festiva y popular, en las calles y plazas.

    En estos años, las prácticas religiosas constituyen una parte considerable de la vida social, se crean instituciones caritativas, hospicios y hospitales, que atienden a los huérfanos, menesterosos y enfermos; se advierte un aumento extraordinario del número de Cofradías  y Hermandades y una mayor presencia de las imágenes por las calles y los autos de fe se conciben como un espectáculo popular y de catarsis colectiva.

    En Marmolejo, se adquiere la imagen de Nuestro Padre Jesús a finales del XVII, hermosa talla de incalculable valor histórico-artístico, atribuida a los hermanos Mora, imagineros establecidos en Granada, de la devoción a la Virgen de la Paz y San Julián hay referencias documentales de la existencia de  Cofradías en su honor hacia 1655 y 1660 respectivamente.

    El hecho de que los marmolejeños de entonces buscasen con determinación en aquellos años el patronazgo para la aldea en la figura de San Julián, cuya devoción hacia este santo se remontaba  varios siglos atrás, bien pudo ser, un elemento más  en la búsqueda de su propia seña de identidad diferenciadora con  respecto a  Andújar.

     Por ello buscarán con decidido interés durante años que el Obispado giennense le otorgara su  patronazgo, pues según la tradición, predicó por tierras marmolejeñas en su etapa de sacerdote.

     La solicitud de Marmolejo tuvo acogida favorable,  por fin,  el 7 de enero de 1760 siendo  Obispo de Jaén D. Fray Benito Marín. Desde entonces la veneración a S. Julián se trasladó de su ermita en la aldea del mismo  nombre a la parroquia de Marmolejo.

Que la aldea marmolejeña tuviese patrón propio, con sus propias celebraciones religiosas y populares, que duda cabe que resultaba un elemento diferenciador nuevo, un factor más a la hora de reclamar su independencia.

Marmolejo obtiene el título de Villa en 1791.

    La aldea de Marmolejo entra en la segunda mitad del siglo XVIII  con el sentimiento claro de que en cualquier momento se podría producir la tan ansiada libertad jurídico-administrativa.

    En efecto, los aires de reformismo que impulsaban en la segunda mitad de la centuria los ministros de Carlos III, Floridablanca, Aranda y Campomanes, hacían presagiar, tanto a la metrópoli como a sus aldeas que el ‘statu quo’ vigente durante siglos estaba llegando a su fin.

 

    Las medidas legislativas adoptadas que congelaron los arriendos, la confección de una ley agraria que, aunque no viera la luz hasta 1794,  favoreció la seguridad y estabilidad del campesinado, la política de repoblación de zonas deshabitadas de Sierra Morena con católicos alemanes y flamencos para fomentar la agricultura y la industria, la introducción de nuevas herramientas de trabajo y la modernización de las  actividades en las explotaciones aceleraron el desarrollo de la agricultura que llevó aparejado el progreso económico a las poblaciones dedicadas a las actividades agropecuarias.

    En este ambiente de progreso de la vida rural era evidente que las estructuras heredadas de la época medieval que seguían aplicándose en las aldeas dependientes de Andújar resultaban, además de injustas,  obsoletas.

No nos atrevemos a afirmarlo categóricamente, pero quizás debió ejercer alguna influencia el creciente valor que en el  último cuarto de este siglo estaban adquiriendo las aguas minerales en esta zona de Andalucía. 

No es casualidad que diez años antes de la independencia de la aldea marmolejeña, el médico francés Joseph Clement Tissot, recogiese en su libro “Medicina del pueblo” la bondad del agua minero-medicinal de Marmolejo.

Pedro Rodríguez de Campomanes        

Tampoco debió ser escaso el influjo que debió suponer para los veneros marmolejeños las prácticas de Vicente Pérez, médico rural de Pozoblanco (Córdoba), dada la cercanía de estas localidades. Se hizo famoso por conseguir grandes éxitos en el tratamiento de enfermos febriles, dándoles de beber grandes cantidades de agua, por lo que pronto fue popularmente conocido como “el médico del agua”. Su fama corrió de boca en boca y se hablaba con asombro de sus prodigiosas curaciones. Con agua, reposo y dieta, trató diversas epidemias con éxito en Pozoblanco y Santa Cruz de Mudela donde ejerció la medicina entre 1737 y 1750, extendiéndose su fama por toda Andalucía  y   La  Mancha.  Más   tarde  se  establecería  en   Madrid  donde  adquirió enseguida gran reputación.

      En este contexto llegamos a 1775. Marmolejo intentó comprar a Andújar su libertad, en virtud de su derecho de tanteo, ofreciendo a la ciudad 20.000 ducados, pero ésta rehusó a aceptar la cantidad. Era evidente  que aquel precio resultaba ridículo para el Concejo andujareño, habida cuenta que anualmente recaudaba desde hacía muchísimos años la suma de 4.000 ducados en concepto de impuestos de arrendamientos y derechos por nombramiento de cargos.

    La situación debió volverse tan insostenible entonces, entre las posturas irreconciliables de la aldea y la ciudad que, tres años después, “el Corregidor de Jaén iniciaría una serie de interrogatorios a testigos de ambas partes” para conocer de primera mano las versiones de unos y otros sobre el anacronismo histórico en que vivían inmersos estas poblaciones.

    Mientras los testigos enviados por Andújar negaban el más mínimo abuso en la elección de todos los cargos y en la administración de los arrendamientos, “que siempre habían sido de lo más clara y justa; que jamás las familias ricas de Andújar se habían enriquecido a costa de los marmolejeños”, los representantes de Marmolejo sostuvieron justo lo contrario.

No faltó tampoco el recurso a la esfera de lo emocional ante esta autoridad cuando éstos últimos señalaron que vivían “míseros e infelices por toda clase de abusos e injusticias”  de que eran objeto, amenazando incluso de no conseguir su independencia a abandonar la aldea porque el fruto de su esfuerzo y trabajo “solo servía para enriquecer a los poderosos de esta ciudad”.

    Además, se quejaban en sus declaraciones de la obligatoriedad de llevar bozal los ganados de Marmolejo,  “castigando severamente a sus dueños por el más mínimo descuido en el campo, mientras que nadie se atrevía a contener a los ganados de Andújar.”

    Protestaban así mismo porque habían reducido los pastos comunales “prácticamente a la nada”, argumentando a la vez que los vecinos de Andújar podían plantar nuevos olivos sin cargo alguno, mientras ellos tenían que pagar tributos especiales.

    A esta lista de quejas añadían que “los cargos públicos de Marmolejo, siempre recaían en los hombres de confianza y criados de los regidores de Andújar, y que estos exigían impuestos indebidos en grano, aceite y ganados, perjudicándoles además  con  una  competencia  económica desleal     a la hora de vender sus productos, provocando el desabastecimiento de productos alimenticios básicos”, causas todas que, a su juicio,  estaban provocando, el descenso de la población de la aldea.  

Imagen de 1884 de las instalaciones del Balneario, probablemente la más antigua que conocemos.

La relación de las quejas enumeradas por los marmolejeños, que duda cabe que contenían razones y argumentos de peso como para elevar ante el propio rey la petición de independencia que les otorgase fuero propio y elección de sus propios regidores.

    Con la perspectiva que da el tiempo y los datos que ahora se conocen, aquellas reclamaciones nos parecen ahora suaves y muy razonables, si consideramos que casi un siglo después de obtener su independencia, la propiedad de las tierras de su término les era ajena a la mayoría de los marmolejeños.

    Corrobora esta afirmación, un documento fechado en 1876, que describe las condiciones socio-económicas que soportaban aún todavía, 85 años después, buena parte de la población marmolejeña:       

   “Los habitantes del pueblo son en su mayor parte gente miserable; sin más bienes por lo general que una burra con la cual conducen leña al pueblo desde la próxima Sierra Morena. Extrañará que en un pueblo cuyo suelo es tan fértil exista un número tan considerable de jornaleros pobres, pero cesará esta extrañeza al saber que la mayor parte del término municipal de Marmolejo es propiedad de capitalistas de Andújar, y lo restante pertenece a algunos señores del pueblo que lo explotan por su cuenta sin arrendamiento. Por lo tanto, como se ve, la centralización de la riqueza es causa del mal que estamos apuntando”.  

    Otro comentario de 1878, abundando sobre la situación de la distribución de la tierra, refiere: “Su terreno es muy fértil y productivo en aceite; pero a causa de ser en su mayor parte propiedad de hacendados forasteros, es pueblo que no se hace notar por su riqueza”. 

    La primera sentencia favorable a la misma se produjo el día 17 de noviembre de 1778 en el consejo de la Cámara del Rey, siendo prontamente recurrida por las autoridades del Cabildo de Andújar.

    Sin embargo, la sentencia firme y definitiva se dictaminó el 20 de Julio de 1790, confirmada por el rey Carlos IV en una Real Cédula otorgada en Aranjuez el 27 de Mayo de 1791.

Unos meses antes, el 14 de noviembre de 1790, Villanueva  obtuvo, por  el mismo  procedimiento,  su desvinculación de  Andújar. Que a la ciudad andujareña no le gustó la pérdida de las dos aldeas, parece claro, tanto por motivos económicos como de prestigio social. Se interpusieron recursos, como era de esperar, se presentaron quejas al Corregidor y se hizo todo lo posible por evitarlo. Al final, al Concejo no le quedó más remedio que aceptar la decisión Real.     

    La aldea de Marmolejo alcanzaba por fin su libertad jurisdiccional que la facultaba para elegir sus propios regidores, alcaldes ordinarios, alguaciles y demás oficiales de justicia necesarios para su autogobierno. También la habilitaba en el privilegio de corregir sus pesos y medidas, dirimir sus asuntos judiciales en primera instancia en la misma aldea y deslindar o amojonar los terrenos propios de la nueva villa, en presencia de representantes de los pueblos colindantes.

    A la nueva villa independiente se le concedía, en fin, el derecho a colocar la horca y la picota a la entrada de la población, símbolos de su recién ganada jurisdicción propia.

   Como contrapartida, el Concejo de la aldea se comprometía a pagar una cantidad de dinero al principio (probablemente fueron 14.000 ducados) y otra más a perpetuidad que debían saldar cada quince años, estipulada a razón de 1.000 ducados anuales.

    Marmolejo contaba entonces con un núcleo  poblacional de 1475 vecinos que habitaban unas 276 casas de “razonable construcción y adorno, con calles regulares y bien llanas, empedradas y limpias, lo mismo que las casas”.

    La recién declarada villa iniciaba, de este modo, una nueva andadura histórica, marcada por su propia independencia jurídica-administrativa, tras permanecer 551 años, (1240-1791), vinculada al Concejo Municipal de Andújar.

Real Cédula otorgada por el monarca Carlos IV el 27 de mayo de 1791,  por la cual  se concedía a Marmolejo el privilegio de villazgo y su desvinculación jurídica-administrativa de la ciudad de Andújar.

 

 

-Bibliografía

    -Vivir Marmolejo en el siglo XVII, (1996); El concejo de Andújar y la pérdida de jurisdicción en las aldeas de La Higuera, Marmolejo y Villanueva, (1999) e Incidencia socioeconómica y demográfica de la peste general de 1597 a 1602 en la ciudad de Andújar, (1981), estudios todos publicados en el Boletín  del Instituto de Estudios Giennenses. Autor: Enrique Gómez Martínez, Académico correspondiente de la Academia de la Historia, Consejero de Número del Instituto de Estudios Giennenses y Cronista Oficial de la Ciudad de Andújar.

    - Marmolejo a dos siglos de su independencia y su título de villazgo. Artículo del Libro de Feria de 1991. Autor: Marcial de Castro Sánchez.

    - Apuntes sobre la Hermandad de Jesús, 1992. Autor: Manuel Perales Solís.

    - 1883-1936. Auge y esplendor del Balneario de Marmolejo. Breve aproximación histórica. Artículo del Libro de Feria de 1987. Autor: Jorge Martín Peña.

     - Historia de la Parroquia de Marmolejo. Fe y devoción de un pueblo. 2008. Varios autores.

     - Historia de Andújar. Libro I. 2009. Cap. 6. Andújar en la época de los Austrias mayores. (S. XVI). Autor: Luís Pedro Pérez García. Coordinador de la obra: Miguel Ángel Chamocho Cantudo.

     - Las conquistas de Fernando III en Andalucía. (2006). Autor: Julio González.   

 

 (*) Jorge Martín Peña es Maestro de Educación Infantil en el Colegio Público "San Bonoso y San Maximiano", de la localidad de Arjona (Jaén). Ha publicado interesantes trabajos en relación a la historia de Marmolejo y de Arjona. El presente estudio vio la luz, por vez primera, en el Programa de la Feria de Marmolejo del año 2011.

 

 

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