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La Burguesía agraria local: el caso del arjonero Jose Domingo Navarro Salcedo

-Manuel Perales Solís-

 Si durante todo el siglo diecinueve la casa de Villaverde la Alta (1) ejerció cierto mecenazgo social y económico, dada la enorme superficie rústica que ostentaba y el elevado número de empleados y servidumbre  a  su cargo, en el arranque de la nueva centuria tenemos que hablar de cierto  liderazgo económico y territorial  en la persona del arjonero José Domingo Navarro Salcedo,  conseguido a costa del patrimonio adquirido  a diferentes elementos de  clase noble proveniente del siglo XVIII. Hasta ese momento sus numerosas propiedades, tanto rústicas como urbanas, se encontraban esparcidas por el término de Arjona y parte del de Andújar. Mayoritariamente provenían de herencias familiares y de adquisiciones realizadas en  el último cuarto del XIX, en algunos casos, a elementos de la nobleza local en evidente fase de decadencia. 
  En el mes de marzo de 1.900,  compraba en el término municipal de Marmolejo, una hacienda de olivar que había pertenecido anteriormente al patrimonio de Francisco Javier Cárdenas Orozco,  marqués de Grañina y  conde de Gómara (2), fallecido hacia 1.890. A la fecha de compra  aparecía bajo titularidad de su sobrino-nieto, Jerónimo Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, hijo del marqués de Moscoso, Antonio Arias de Saavedra y Cárdenas.  Se trataba de la hacienda El Cañuelo en el pago de Cerrada, con más de siete mil trescientos olivos y una extensión de 78 has. 

 Tres años después, en noviembre de 1903, ampliaba su patrimonio al adquirir a los hermanos Brochetón (3) -banqueros parisinos de origen vasco-  buena parte del antiguo capital agrícola de los condes de Villaverde la Alta, incluida su casa solariega de la plaza del Coso, convertida con el tiempo en residencia de su nieta, Catalina Navarro Parras, propietaria final de gran parte de los bienes de José Domingo radicados en Marmolejo.
  No parece casual la relación de este arjonero con Marmolejo pues su hermana Catalina había casado con Ramón Serrano Serrano, hermano de Luisa Serrano, la esposa de  Eduardo León y Llerena. El matrimonio residió en esta casa solariega del Coso durante sus años al frente del Balneario y hasta la muerte del senador vitalicio en agosto de 1.900, aunque Luisa continuara viviendo allí hasta el momento de su muerte en marzo de 1.903. Esos lazos familiares hacen  que sus visitas a Marmolejo sean habituales para concurrir a reuniones familiares y/o eventos sociales como, por ejemplo, las famosas monterías organizadas por el general Francisco Serrano, tio carnal de su cuñado Ramón, en su finca del Socor en la sierra de Cardeña, a las que José Domingo fue un asiduo invitado junto a un nutrido número de personalidades de primera fila del panorama político nacional de finales del XIX.

Patio interior de la casería del Cañuelo.

Foto: Manuel Perales

Indudablemente el pago de Cerrada, donde invertiría por razones de oportunidad pero también de conocimiento, fue terreno propicio para la adquisición de fincas rústicas desde el siglo dieciocho por parte de diversas familias de la burguesía agraria  residente en Andújar y de otros lugares de España.  Muchas de ellas habían sido premiadas  con  títulos nobiliarios por los diferentes monarcas de la dinastia borbónica, estableciendo con los años vínculos de parentesco a través de las uniones conyugales de sus vástagos. Miembros de la nobleza andujareña como el marqués del Contadero,  conde de Gracia Real (4), marqués de Grañina y conde de Gómara,  marqués del Cerro, marqués de Rianzuela y conde del Prado (5) etc, fueron habituales propietarios del pago de Cerrada de Marmolejo donde dispusieron de haciendas tan emblemáticas como  El Ecijano, El Cañuelo, La Campana, Casillas del Marqués, Olaya, etc.

 Esa nobleza, imbuida de viejos postulados fisiocráticos y un afán de sacar mayor rentabilidad a sus tierras, sería la impulsora de las nuevas plantaciones de olivos en antiguos terrenos adehesados  dedicados con anterioridad a la explotación de los  pastos,  leñas y  ganaderías en régimen extensivo, pero que llegado el momento, se revelarían idóneos,  por su fertilidad  y clima benigno, para la producción de aceite. La cercanía, por otro lado, de medios de comunicación como la carretera y el ferrocarril de Andalucía  que facilitarían el transporte de los aceites, así como una cierta tradición de comercialización existente desde finales del XVIII,  pusieron el resto para el éxito rotundo de este monocultivo. 
   Para ello hicieron roturar las dehesas del piedemonte de Sierra Morena, demostrando gran conocimiento de las leyes de la naturaleza, pues construyeron muros de contención (albarrás) en cañadas y pendientes y se araron las laderas en sentido transversal,  amortiguando así los efectos perjudiciales de las escorrentías provocados por las grandes avenidas de agua. Igualmente respetaron  las antiguas parcelas (cuartos) delimitadas por cercas de piedra y vegetación arbustiva que conservaron para prevenir de futuros procesos erosivos y de daños causados por el tránsito de ganaderías.  Las plantaciones se hicieron a un marco amplio en las “planas” -o terrenos llanos- buscando la compatibilidad con el cultivo  de viñas y cereales entre las hiladas de olivos; de esta forma se obtenía mayor rentabidad mientras que la arboleda  alcanzaba plena producción. Se construyeron, finalmente, molinos de viga y/o de torre  para la extracción del aceite así como bellas caserías donde residir  durante las estancias en la hacienda.

 El impulso emprendedor de esta burguesía ennoblecida, se iniciaría, como hemos dicho, hacia mediados del siglo XVIII y  fue completado a lo largo de todo el siglo XIX,  momento en el cual, todavía constatamos la plantación de nuevas estacas al socaire de la excelente cotización alcanzada por el aceite de oliva en el mercado internacional hacia final de dicha centuria.  
 
Evidentemente esta ola de entusiasmo olivarero que, años más tarde, se extendió a otras comarcas de Jaén y Córdoba, y de la que también se contagiaron un sinfín de pequeños y medianos propietarios de nuestras villas y ciudades, trajo de la mano una gran transformación desde el punto de vista económico-social e incluso paisajístico en municipios del Alto Guadalquivir como Montoro, Andújar, Adamuz y el propio Marmolejo, aunque finalmente  la excesiva concentración de la propiedad en unas pocas familias de notables emparentadas entre sí; el carácter especulativo de muchas de las plantaciones;  la no reversión en la zona de los beneficios obtenidos por el olivar, en muchos casos desviados hacia  inversiones financieras ajenas al campo, así como el absentismo practicado por esta clase terrateniente (dejando la responsabilidad de las explotaciones en manos de administradores y capataces,  e imponiendo pésimos salarios y  duras jornadas de trabajo), acabaron restando posibilidades al progreso social y económico de la comarca, en cuanto que los vientos de la economía nacional e internacional, y las fluctuaciones de los precios del aceite dejaban de ser favorables.   
  José Domingo Navarro  no perteneció a ese grupo social de la nobleza rural que impulsó, en un primer momento, las plantaciones ni tampoco ejerció de gran propietario absentista al uso, sino que  residió habitualmente en Arjona, procurando llevar una gestión personal de sus fincas en línea con el modo de vida practicado por la mediana y pequeña burguesía agraria de la zona.  Sus padres fueron Francisco de Paula Navarro y Álvarez de Sotomayor y Paz Salcedo y Cardera. En 1.861, heredaba de su progenitor bienes valorados en 49.451 pesetas y en 1.873 tomaba de la madre un patrimonio igualmente de bienes rústicos y urbanos valorados en 57.224 pesetas. En el momento de su fallecimiento en Arjona, el 16 de marzo de 1.917,  poseía una casa y un molino aceitero en la antigua calle Molinos, varios títulos de la deuda, acciones de  la “Compañía Arrendataria de Tabacos”  y en torno a  868 hectáreas de tierra (303 has. de tierras calmas) y unos 28.000 olivos,  de los cuales más de once mil se encontraban en el cortijo del Ardón, latifundio de 377 hectáreas en plena campiña arjonera, dotado de caserío, eras, huerta, pozo y noria. Sus bienes rústicos en el término de Marmolejo, en esa misma fecha,  eran  de 270 hectáreas que contenían en sus límites un total de 21.000 olivos. En suma un patrimonio que nada tenía que envidiar al de sus coetáneos distinguidos con títulos de nobleza.

 Había contraído matrimonio con la arjonera Catalina Parras Jiménez, mujer que aportaba al patrimonio conyugal una casa en la calle Empedrada de San Juan, en la ciudad de Jaén, y unos olivares en Arjona, ambos bienes heredados de su padre José María Parras y Muñoz (6). Tuvieron dos varones, el mayor, José, que murió joven en accidente de equitación y Francisco (7), casado con su prima hermana Ana Parras Santofimia, de cuyo matrimonio nacieron  Francisco, fallecido a edad temprana,  Catalina (conocida popularmente en Marmolejo como “La aviadora”), y María Clara Navarro Parras. 

Francisco volvería a contraer matrimonio, en junio de 1933, en la ciudad de Torredonjimeno (Jaén), con Carmen Teba Bueno, con la que tuvo una hija Pilar Navarro Teba, al parecer nacida en 1930, unos años antes de consumarse este segundo matrimonio. Pilar hizo los estudios de peritaje mercantil en Jaén, heredando a la muerte del padre, cuatro mil olivos y varias acciones del Banco de España (8).

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Francisco Navarro Parras. Foto cedida por Antonio Rama Cámara-Mármol

Cañada de la Huerta de La Marquesa.

Foto: Manuel Perales

Panorámica del Pago de Cerrada desde el camino del Recoche. Foto: Ricky

Como hemos señalado más arriba, el uno de marzo de mil novecientos, compraba a Jerónimo Arias de Saavedra y Pérez de Vargas la hacienda “El Cañuelo”, con casa, molino de aceite y casillas para aceituneros con una extensión de 78 Has  y 7.391 olivos. Esta hacienda estaba compuesta por diferentes cuartos, o parcelas de olivos con sus correspondientes nombres, a saber: 
-Hazuela, 
-Cuarto de Los Pobres,  
-Cuarto de La Laguna, 
-La Pañoleta, 
-Ingertar, 
-Cerro Álvarez, 
-Don Pedro (sitio Piedra de los hierros)
-La Ladera del Cañuelo
-Bueno en el Cañuelo  
-Pedrajas.

     Por su parte los bienes rústicos  y urbanos adquiridos tres años después a los banqueros parisinos Agustín y Leonardo Brochetón procedentes del capital de los condes de Villaverde fueron los  que a continuación se relacionan:  

 

1º Bienes rústicos:
Pago de Cerrada de Marmolejo:

-Casería de la Marquesa con casa principal, molino, bodega, casa para el casero, casillas para aceituneros, cuadras, tinados, y pajares.  Tiene en sus aledaños los siguientes cuartos de olivos :
-Salcegüelo, Cuarto del Lentisco, Palomar chico, Palomar grande, Cuarto de Dueñas, Palomarillo, Ingertal, Cañada de la Huerta, La Huerta de la Marquesa, El Chifle y La Ladera.

Otros cuartos de olivos en el pago de Cerrada:
-Señora (sitio de Casillas Blancas)
-Las Meleras (sitio de Las Planas)
-Martinillo (sitio de Casillas Blancas)
-Uceda 
-Morales
-Hacienda Huerta del Rio: consta de una casa con molino aceitero y una huerta que comprende en su extensión 136 granados, 5 nogueras, 142 árboles de distintos frutos, un cañaveral, una alameda existente en el callejón y manantial de esta huerta con 26 álamos negros grandes, 190 pequeños y 10 más blancos .
-Comisario (arroyo Comisario)
-Camino Enmedio
-Herradura (dividido en 3 cuartos con un total de 30 has. y 1.421 olivos)
-Jardinito (sitio de la Herradura)
-Mangadas  o Menchones (sitio Barranco de la Romana)
-La Romera
-Hacienda del Pino con 1.766 olivos una casa para caseros
y un pedazo de tierra montuosa de 17 hectáreas  en la Umbría de los Negros.

Pago de Las Calañas de Marmolejo:
-Cuesta de Santa Catalina
-Parraguilla
-Cañada del gitano (camino del Cerro)
-Hiladillas (sitio camino de  Alhucemas)
-Calerizo (sitio camino de  Alhucemas)
-Granados o Granadillos (sitio camino de  Alhucemas)
-Zarzuela
-Monjuelas o Cuadradillo (sitio de La Calera)
-Viñuela del Salado

2º Bienes urbanos en Marmolejo:
-Una casa en la calle Suárez, haciendo esquina con plaza del Coso
-Una casa en el número 2 de la plaza del Coso. Disponía de molino de aceite a vapor. 
  Estas nuevas adquisiones le supusieron estar hacia 1905, en la lista de mayores contribuyentes al Tesoro por Cuota Agrícola del municipio de Marmolejo, ocupando el séptimo lugar, detrás de grandes fortunas como la marquesa viuda de Falces, el duque del Infantado, el marqués de Villalbo, el conde de Gracia Real o la condesa de la Vega del Pozo.

Notas:

(1)  Durante los años centrales del siglo XIX los títulos de conde de Villaverde la Alta y marqués de Benamejí recayeron en las mismas personas, con lo que al patrimonio rústico en el término de Marmolejo de la casa de Villaverde la Alta había que sumar las posesiones de la casa de Benamejí en distintos lugares de la provincia de Córdoba, entre ellas la finca de Escalera, en el Charco Novillo de Montoro.
(2) La casa de Grañina y de Gómara dispusieron en el término de Marmolejo de distintas propiedades olivareras, entre las que se encontraban la hacienda “El Cañuelo” y la hacienda “La Campana”.
(3) Veáse en esta misma página web, el artículo titulado “El altozano del Coso a finales del siglo XIX”. Las distintas posesiones de los condes de Villaverde fueron adquiridas el 14 de junio de 1.897 por los hermanos Agustín y Leonardo Brochetón.
(4) María Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas (Andújar 1854-1933), condesa de Gracia Real y marquesa de Santa Rita poseía en el pago de Cerrada un patrimonio heredado de su padre, Luis María Pérez de Vargas González de Castejón, conde de Gracia Real, de más de 7.000 olivos, gran parte de ellos en  la hacienda “Olaya”,  finca que dispuso de molino de viga y casa para señores. Al fallecer sin descendencia, la condesa de Gracia Real dejó estas propiedades, y otras fincas en Sierra Morena en Andújar, a Concepción Mármol, persona de su confianza que entró a su servicio como costurera y que imbuida del mismo espíritu solidario y caritativo de su señora, legó al morir   todos  sus bienes a un patronato  para la educación de los hijos de personas declaradas “pobres de solemnidad”.
(5) El  séptimo marqués de Rianzuela, Luis María de Solís y Manso, tenía olivares en el pago de Cerrada en el sitio conocido por Barranco de La Romana. Había casado en Andújar con Francisca de Paula Acuña Espinosa de los Monteros, hermana de Pedro Manuel Acuña quien fuera presidente de la Junta Provisional de Andújar en 1868;  gobernador civil de Toledo y Sevilla, y diputado a Cortes en 1871. Durante un tiempo el marqués de Rianzuela ejerció de Agregado Diplomático en la embajada de España en Roma. Ostentó además los títulos de conde de Benazuza (VIII) y conde del Prado(V) hasta su fallecimiento en París en 1892. Le sucedió José María Peche y Valle,  como octavo marqués de Rianzuela.

(6) Catalina Parras Jiménez heredaba de su padre un olivar en el sitio de Cotrufes, un haza de tierra llamada La Cabrita y el cortijo de los Barrios, todo ello en Arjona. De su hermano Manuel Vicente Parras heredaba un olivar en el sitio de Canillas de Arjona, un haza en el sitio del Amarguillo del término municipal de Arjonilla; seis casas en el término de Villa del Rio y una casa en la calle San Roque de dicho pueblo.

(7) Los bienes rústicos adquiridos procedentes del capital de los condes de Villaverde (Teodoro Martel Fernández de Córdoba y María Teresa Bernuy Jiménez de Coca) se cifran en 192 has. y 13.609 olivos. Todos los bienes tanto de Marmolejo como de Arjona fueron heredados por su hijo Francisco Navarro Parras, quien en agosto de 1933 le vendía (en “venta simulada”) una parte importante a su yerno, el capitán de Intendencia del ejército del aire D. Juan Díaz Criado (en ese momento en situación de supernumerario sin sueldo desde agosto de 1929), casado con su hija  Catalina Navarro Parras. Francisco Navarro Parras que durante largas temporadas acostumbraba residir en su finca “San Luis”, del pago de Cerrada, falleció en Arjona el 2 de noviembre de 1935, siendo conocido en Marmolejo  como “Centenillo”. Su hija Catalina residió en Marmolejo de manera permanente en la casa de la plaza del Coso. 

(8) Según datos facilitados amablemente por Antonio Rama Cámara-Mármol sobre Pilar Navarro Teba, también fue profesora de piano, pero trabajó en el Ministerio de Justicia. La presentaron en sociedad en el año de 1951, a los 21 años de edad, hecho que aparece en una revista de sociedad de la época, vestida de largo. Pilar vivió en Marmolejo durante una temporada. Sobre Francisco Navarro Parras, su padre, el testimonio de Antonio Rama nos aclara algunos datos biográficos hasta ahora algo confusos: Francisco, nos dice, falleció en Jaén capital en una de las casas que poseía allí, y fue enterrado en Torredonjimeno, pero años mas tarde su hija Catalina Navarro, conocida como “La Aviadora”, trasladó sus restos al panteón familiar en Arjona.


Fuentes y Bibliografía:

-Martínez Ramos, Basilio: “La familia de Talero en Arjona”. Publicado por el Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Año 1960.
-Testamento de D. José Domingo Navarro Salcedo fechado en Andújar el 1 de mayo de 1918.
-Escritura de compraventa a favor de D. José Domingo Navarro Salcedo fechada en San Sebastián, el 13 de noviembre de 1903.
-Luis Pedro Pérez García: “Andújar y el largo siglo XIX”. Edita: Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía, IES “Nuestra Sra. de la Cabeza” de Andújar. Año 2000.
-Manuel Perales Solís: “La villa de Marmolejo en el reinado de Alfonso XIII: 1900-1931”. Edita: el autor. Año 2002.
-Anuario de Nobleza de España, tomo III, de Francisco Fernández Bethencourt.
-Garrido González, Luis: “La cultura y tradición del cultivo del olivo en la provincia de Jaén”. Boletín del Instituto de Estudios Jiennenses, n.º 197. Año 2007.
-Córcoles de la Vega, Juan Vicente: “María Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas”. Artículo publicado en el Blog de Juan Vicente Córcoles.

  Ruinas del Caserón del Pino. Al fondo la silueta del centenario “Pino de Mazuelos”. Foto Manuel Perales.

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