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Rincones del Charco Novillo: Caserías de los Millones y la Garabitera

-Manuel Perales Solís-

Localizamos estas caserías ribereñas al Guadalquivir, en la misma ladera dominada por la impresionante arquitectura de San Camilo de Lelis. Estos parajes ubicados aguas abajo de la desembocadura del Yeguas, forman parte del  Charco Novillo de Montoro, aunque  ya limítrofes con el pago de Cerrada  del término municipal de Marmolejo.
   La proximidad de fincas tan importantes como los Millones, San Camilo y La Garabitera, propició que durante finales del XIX y el primer tercio del XX, se tratase de una zona de boyante actividad agrícola vinculada fundamentalmente al cultivo del olivar y a la extracción del aceite en los molinos de viga de la zona. No en balde, cada una de las  haciendas citadas, contaban con extensísimas plantaciones de olivar, siendo de todas ellas la de San Camilo, la de mayor número de plantas (1).

 Los moradores de estos parajes: caseros, muleros, y braceros en general, se relacionaban entre sí a través de viejos caminos y trochas disponiendo de pequeños huertos en terrenos cedidos por los propietarios, donde producían parte de los elementos básicos de su dieta alimenticia. Concretamente en los Millones existió una huerta con naranjos, limoneros e higueras, regada gracias a la generosidad de un antiguo manantial de agua situado por debajo de la casería. También la fértil vega que discurre a lo largo de la ribera del rio, proporcionó amplios espacios de sembrado para cereales y leguminosas, y hacia la década de los cincuenta del pasado siglo, se dotó de una importante acequia para el regadío, utilizando las aguas del rio Guadalquivir. 

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Casería y molino de San Camilo de Lelis. Dibujo de Robles.

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Panorámica del Charco del Novillo con casería de los Millones y San Camilo (arriba). Fotografía tomada en 1980 desde las laderas de Bretaña en el pago de La Aragonesa. Fuente: Manuel Perales Solís.

 Manantiales y alcobillas abundaron, igualmente, en este pago de olivar serrano montoreño. Lo fueron, la mayoría de las veces, de aguas finas y abundantes garantizando el riego de huertos y las necesidades de consumo doméstico de las familias jornaleras de la zona. Muchos “señoritos” se abastecieron de estos huertos e hicieron transportar  las aguas de sus manantiales para  consumo doméstico, utilizando las típicas cántaras de barro que le eran servidas por los mismos caseros y muleros cuando viajaban hasta Montoro  para proveerse del ato necesario para pasar  largas temporadas en el campo. 
  Delante de la casería de Los Millones discurría (y aún lo hace) el camino de Montoro a Marmolejo, antiguo veredón enlosado de piedra molinaza, cercado de monte,  con características similares a las viejas calzadas romanas y al resto de caminos que conformaban la densa red de comunicaciones del Charco del Novillo. Recientemente este viejo camino ha sido rehabilitado y convertido en un tramo del GR-48. 
  Los viejos caminos y veredas conformaron el singular sistema viario de la sierra olivarera, permitiendo el trasiego de los obreros para llegar a sus tajos, amén de facilitar las relaciones sociales entre las parejas de jóvenes jornaleros cuando terminaban las tareas agrícolas a la caída de la tarde. También la afluencia a las fiestas se realizaron utilizando las viejas veredas, siempre  concurridas y transitadas por los lugareños y gentes de otros pagos más lejanos, desde donde acudían para participar en los populares lagareos de estas caserías. Entonces, las distintas fanegerías o cuadrillas de aceituneros, aprovechaban para entonar bellas canciones, con ayuda de guitarras y acordeones, al tiempo que empalillaban  divertidos bailes y ruedas colectivas en las que participaban jóvenes y mayores. Estribillos como el tarareado por la faneguería del Molino del Rincón, fueron de uso frecuente en las coplillas de raiz popular:
 
                                  “La faneguería que veáis
                                  que tiene un acordeón
                                   esa es la faneguería
                                   del molino del Rincón”.

Los rojos y el casero de los Millones:

    En los años posteriores a la Guerra Civil el casero de los Millones venía observando que le hurtaban con frecuencia las naranjas del huerto. Un día se dispuso a averiguar quiénes eran los asiduos ladrones pues sospechaba de los hijos de los aceituneros alojados en San Camilo, pero cual sería su sorpresa al comprobar que estaba ante la presencia de un grupo de hombres pertrechados de subfusiles y pellizas y acompañados de sus respectivas caballerías. Apreció que empezaban a recoger naranjas y a meterlas en las alforjas que portaban sobre los mulos. Aquel hombre trató de impedírselo pero, finalmente, desistió en el intento al ver que solo trataban proveerse de alimentos.  Cuando el casero intuyó el peligro que podía correr se limitó a obedecer las instrucciones que le dieron. “Si colaboraba y les ayudaba a llenar los sacos, su vida no correría peligro alguno”.   En los días sucesivos aquel casero supo que los enigmáticos personajes pertenecían al grupo de huidos republicanos  (Jubiles) que andaban refugiados en la casería de la Fresnedilla de Marmolejo, cuatro kilómetros más arriba, sobre el mismo cauce del Guadalquivir.
     Abastecidos de naranjas abandonaron los Millones tomando dirección hacia la Boca del Río  evitando, de este modo, toparse con La Garabitera, propiedad del marmolejeño Alfonso Jurado Lozano, donde  se encontraban varias familias de aceituneros empeñadas en la recolección de las aceitunas. No era aconsejable levantar sospechas pues su base logística, en la cercana Fresnadilla, todavía era lugar seguro gracias a la colaboración del arrendatario  de la finca, Manuel Martínez y su familia.
   En fechas inmediatas a este suceso, diversos  testimonios hablan de nuevos robos o de “acciones de aprovisionamiento” en la misma  Garabitera, y del secuestro del hijo del dueño, Pedro Jurado, en la cercana hacienda de la Boca del Rio de donde finalmente pudo escapar tras forzar la puerta cuando constató que el vigilante dejado por la partida se había marchado al cabo de un buen  rato. El joven Pedro Jurado, primogénito de la familia Jurado-Fernández, había nacido en Marmolejo en 1911, y se encontraba por esos días ayudando a su padre y hermanos en las labores de arancia de las fincas de Los Fieros y La Garabitera donde residían durante largas temporadas.
  En la década de los sesenta del pasado siglo, marchó a vivir a los Millones, un nuevo propietario, D. Pedro Ortega Quesada, quien  adquirió  sus más de 4000 olivos, con casería y tierras de regadío ribereñas al Guadalquivir, tras vender gran parte del patrimonio que poseía en la campiña marmolejeña.  Había nacido en Marmolejo, en el seno de una familia numerosa formada por nueve varones y cuatro hembras. El menor de los trece (Alfonso) fue apadrinado por el rey Alfonso XIII,  y con ese mismo apelativo fue conocido entre sus coetáneos. Pedro  residió largos años en esta casería, prácticamente hasta su muerte, en que se hicieron cargo de la finca sus herederos. 

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Pedro Ortega Quesada, de niño (izquierda junto al perro), acompañado de sus padres, José y María de la Capilla, y de todos/as sus hermanos/as.  Archivo: Manuel Perales Solís.

Unos años antes de la adquisición por don Pedro Ortega, probablemente hacia la década de los cincuenta, y siempre según el testimonio del montoreño don Pedro Yedres, vecino del Charco del Novillo, ocurriría en esta hacienda de Los Millones un suceso nunca aclarado: la muerte en extrañas circunstancias de dos hermanos que trabajaban en la finca, siendo encontrados sus cadáveres en el interior de la casería, tras varios días de echarse en falta su presencia por la zona.

 Casería de La Garabitera  en la utopía socialista de Esteban Beltrán:

  Próxima a los Millones se encuentra La Garabitera, casería de construcción singular, con molino de aceite de viga y torre de prensado, vinculada al recuerdo del intelectual montoreño Esteban Beltrán pues será en este bello lugar, entre ríos, donde Beltrán Morales  intentó plasmar su utopía socialista-republicana, enseñando a la clase jornalera montoreña y andaluza en su obra literaria “Manolín”, el camino para salir de la postergación con iniciativas como la socialización del campo.


  Esta finca, de casi veinte mil plantas,  totalmente montuosa,  se encuentra rodeada por el río Guadalquivir y su afluente el Yegüas. Dentro de su extenso perímetro contaba con varias caserías como la de Los Fieros (restaurada recientemente), La Herradurilla Alta y la Herradurilla Baja, actualmente en estado de ruina. 
   La sociedad cooperativa de obreros del campo, concebida en la utopía socialista de Beltrán, integraba 4.000 montoreños. Éstos deciden en asamblea celebrada en el Centro Obrero adquirir la finca de olivar llamada la Garabitera y la dehesa montuosa que linda con ella y con el río de las Yeguas y el Guadalquivir.

“Estas dos fincas, -dice el Presidente de la cooperativa dirigiéndose a los asociados- las enajenan sus dueños porque no le sacan producto. Nosotros sí se lo sacaríamos trabajando nosotros mismos en ellas, que es lo que su dueño actual no hace.
  Estas fincas se pueden adquirir a plazos por 20.000 duros, o al contado por 15.000.
Estas fincas adquiridas por nosotros, serían el principio de nuestra prosperidad, pero…esa cantidad os parecerá a vosotros enorme  porque no tenemos mil pesetas ahorradas. Pero yo os digo que las podemos tener reunidas mañana mismo si queremos.
-¡Cómo! ¡cómo! ¿de qué manera se hará ese milagro? preguntaron uno emocionados y otros dudosos.
-Es muy fácil esto que digo y sin necesidad de milagros, pues los milagros que la religión nos cuenta no han existido nunca. Escuchadme y veréis cómo se puede conseguir esto que yo propongo: somos cuatro mil asociados; todos estamos trabajando en esta época y todos podemos hacer un anticipo de cinco duros para este objeto y mañana mismo o el domingo próximo, podemos tener depositados en el Banco los 20.000 duros que necesitamos.
  Un murmullo prolongado como de una colmena agitada se oyó en la sala.
  Aquel pensamiento atrevido y grandioso, expresado con la sencillez que lo hizo el Presidente, causó en los asociados una impresión variada, según el temperamento de cada cual.
  Pasado un  rato el Presidente preguntó con  rostro alegre. ¿Qué os parece mi plan?.
-¡Bueno, bueno! gritaron muchas voces con entusiasmo.
-Eso es imposible, eso es irrealizable, dijeron algunos en tono bajo, como desalentados.
-Pido la palabra –dijo Fernando.
-Concedida –repuso el Presidente.
 -Compañeros y amigos: lo que ha propuesto el Presidente es bueno y es realizable. Lo imposible no existe en esta clase de asuntos cuando hay fe en una cosa.
  Es tan grandioso el pensamiento en medio de su sencillez, que a unos les parece mentira o imposible también que hayamos estado tiempo sin realizarlo.
  Lo mismo nos sucedió cuando nos asociamos en la forma que lo estamos hoy.
  Muchísimos de vosotros alegábais no podíais dar o pagar una peseta de cuota mensual, y sin embargo, tirábais cinco en copas o en juegos o en vicios y tonterías.
  La luz se hizo en vuestros cerebros poco a poco, y convencidos de que asociados valemos mucho, nos asociamos y a todos nos va muy bien y nos sale más barato que estando separados y desunidos…”.

Principios como estos de solidaridad y cooperativismo agrario son los que abundan en la obra de Esteban Beltrán. Su proyección en la sociedad cordobesa de su tiempo fue importante e influyó decididamente en las consciencias de muchos jornaleros del campo a través de la difusión de sus escritos.
   En relación al hecho de que la finca estaba ya en venta cuando la Sociedad Obrera decide adquirirla, es un dato que puede corresponder con la realidad, y que en conocimiento de Beltrán, decidiera usarlo en su argumentación. Además por el estado de abandono en que se encontraba, su escasa productividad, y la enorme extensión de la misma, todo apunta a que pudiese pertenecer a alguna familia nobiliaria absentista de la zona.  
  Hacia  la década de los veinte del pasado siglo la casería de La Garabitera ya pertenecía al marmolejeño Alfonso Jurado Lozano (1870-1949) miembro de una familia de prósperos hortelanos (2). Aún joven, este hombre dejó el trabajo en la huerta de su padre para dedicarse a la recaudación de los impuestos municipales sobre el consumo.

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Casería de La Garabitera en el término municipal de Montoro, junto a la desembocadura del rio Yeguas. Fuente: Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía.

Alfonso Jurado Lozano (870-1949). En esta fotografía realizada hacia 1924, en el patio de su casa de la calle del Arroyo, le vemos junto a su esposa Encarnación Fernández Pedrajas y sus hijos/a: José ( de pie, izquierda), Pedro, Manuel y Juana.

Fuente: Pedro Jurado Fernández.

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 De carácter sociable y espíritu liberal su ansiado sueño de proveer a cada uno de sus hijos de un patrimonio de 2.000 olivos se vería hartamente recompensado pues hacia 1930 ya era propietario de más de 16.000 en las fincas de la Herradurilla y La Garabitera y arrendatario de la finca limítrofe de los Fieros.

Hacia 1942-43, en plena recolección de las aceitunas tuvo lugar en esta casería un suceso parecido al que ocurriera en Los Millones unos meses antes. Llegaron un grupo de huidos republicanos buscando provisiones de alimentos, justo en el momento en que se encontraba presente el dueño de la finca que pudo pasar desapercibido como un trabajador más. Preguntaron por el propietario pero el capataz , Juan Soriano Moyano “Pallollo”, salió al quite diciendo: “El dueño no se encuentra aquí en estos momentos”. A lo que los huidos preguntaron: ¿Y usted quién es?  Contestó el capataz: “Yo soy el encargao, el capataz y el guarda juramentao”. -“Pues entonces usted que ostenta tantos cargos va a ser quien nos prepare un poco de aceite, harina y garbanzos”. Y efectivamente así lo hizo sin mediar más palabras entre ellos.  Cargadas sus caballerías aquellos hombres abandonaron la Garabitera, remontando Guadalquivir arriba.
    Todos los lugares nombrados se encuentran en torno al itinerario conocido como GR-48.Trás pasar por la Garabitera el camino continúa por el cauce del Yeguas, para adentrarse en tierras marmolejeñas a través del vado de Mariquita “La Salvaora”, llamado así por ser el lugar elegido por esta marmolejeña para lavar las ropas de los hoteles donde se hospedaba la numerosa colonia de agüistas. Desde aquí al puente de Marmolejo restan unos ocho kilómetros aproximadamente.


Notas:

(1) La casería de San Camilo de Lelis, fue mandada edificar por el primer marqués de Monteolivar, Don Félix de los Monteros y Aliaga, finalizando sus obras en 1775. En su iglesia estaban enterrados los restos del tercer marqués de Monteolivar, don Juan Manuel Espinosa de los Monteros y Aliaga (n.1800-m.1879). En 1887 su hijo Manuel Espinosa de Los Monteros y Angioletti solicitó el traslado de dichos restos a la ciudad de Bujalance a otra capilla propiedad del marqués.

(2) Según el testimonio aportado por su hijo Pedro, en marzo de 2001, Alfonso Jurado Lozano (1870-1949) fue miembro de una familia de prósperos hortelanos marmolejeños. Dejó el trabajo en la huerta de su padre, junto al camino del Cementerio Nuevo, para dedicarse a la recaudación de los impuestos municipales sobre el consumo, oficio  que había recomendado un tío suyo apodado “Gorrión”. De carácter sociable y espíritu liberal su ansiado sueño de proveer a cada uno de sus hijos de un patrimonio de 2.000 olivos, se vería hartamente recompensado pues hacia 1930 ya era propietario de más de 16.000 plantas, en las fincas montoreñas de la Herradurilla, y la Garabitera. También fue arrendatario de la finca de Los Fieros, así como de 1100 fanegas de tierra calma en el Cortijo de San Julián propiedad del duque del Infantado. Además compaginó estas actividades con las de tratante de ganado.


  Fuentes y Bibliografía:

-Testimonios de D. Alfonso Merino Gómez, trabajador varios años en la finca de La Garabitera.
-Testimonios aportados por D. Pedro Jurado Fernández, hijo del dueño de la Garabitera hacia 1930.
-Testimonios del montoreño con residencia en el Charco Novillo D. Pedro Yedres.
-Perales Solís, Manuel: “La villa de Marmolejo en el reinado de Alfonso XIII: 1900-1931”.
-Testimonios aportados por el montoreño Bartolomé Márquez Delgado, erudito y profesor, largos años, en el Instituto de Formación  Profesional de Montoro, hoy IES “Antonio Galán Acosta”.
-Diario Córdoba del 3 de junio de 1879.
-Beltrán Morales, Esteban: “Socialismo Agrícola” (Segunda parte del Manolín). Editora Nacional. Madrid 1979. Libro prologado por Antonio María Calero Amor.
-Cantizani Oliva, Juan, y Córdoba Estepa, Gregorio: “Cortijos, haciendas y lagares” (Provincia de Córdoba). Edita: Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía. Año 2006.

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