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Caserías de nuestro entorno: San Camilo de Lelis en el Charco Novillo de Montoro

-Manuel Perales Solís-

 

Uno de los edificios de funcionalidad agrícola-residencial más interesante de nuestro entorno, con indudables valores histórico-artísticos y digno de ser incluido en el inventario de bienes a proteger, es sin lugar a dudas la casería de San Camilo de Lelis, actualmente en situación de deterioro casi irreversible.

  Esta impresionante casería del Charco Novillo de Montoro era descrita en el folleto editado en 1989 por la Asociación Cultural de Escalera y San Camilo de Lelis de la siguiente forma: “De fines del XVIII (1775), es al igual que la de Escalera un auténtico complejo productivo de la época de mayor difusión del olivar en el área de la sierra. Se construye a expensas del coronel marqués de Monteolivar, por los arquitectos Alonso y Francisco Pérez Palomino, padre e hijo respectivamente.

Dispone de fábrica aceite, capilla con reja en el coro y diversas viviendas para los señores, caseros y personas a cargo de las faenas de la finca (muleros, braceros, etc.). En su parte trasera, un enorme jardín donde no ha mucho tiempo, se erigían dos fastuosas palmeras, permite una exquisita vista hacia el río Guadalquivir, el pago de Verdizales y la Aragonesa. Una pieza única en su género es su pozo, desde donde se conducía su agua por un acueducto hecho en adobe y piedra, hasta la cercana casería. Igualmente singularísimo resulta el recinto que precede a la fachada de la capilla, adornado con asientos de azucareña artísticamente labrados”. 

Casería de San Camilo de Lelis en el pago del Charco del Novillo de Montoro, muy próxima a la desembocadura del rio Yeguas. Foto: Manuel Perales.

En noviembre de 2007 un documentado artículo del montoreño Pedro Majuelos Martos, titulado “Paseando por nuestros campos: San Camilo de Lelis” profundiza aún más en los aspectos históricos y descriptivos de esta antigua casería. (1)

En relación a los primeros nos dice citando al escritor cordobés Ramírez y Las Casas-Deza que San Camilo hacia 1840 era un magnífico plantío de olivar con 40.000 pies en el pago del Charco Novillo con molino de seis vigas, cuatro de ellas de marca mayor, excelente caserío y oratorio. En la portada de capilla se puede leer: “Iglesia de San Camilo de Lelis, construida a expensas del Coronel Marqués de Monteolivar por los arquitectos Alonso y Francisco Pérez Palomino, padre e hijo respectivamente en el años de 1775”.En la capilla cabe destacar la portada con frontón y espadaña de sillería. Se mantiene la verja de forja en lo que fue pequeño coro. Asimismo se mantienen dos torres de contrapeso que albergaban las seis vigas a que hace referencia Ramírez y Las Casas-Deza, una dos y otra cuatro. Es esta pieza del molino la más llamativa, dentro del extraordinario conjunto, siendo realizada por los mismos arquitectos que trabajaron en el resto de la casería.

 

 Si consultamos el Catastro del Ensenada de 1752, comprobamos que había un molino de dos vigas en el pago del Charco del  Novillo cuyo propietario era Gregorio de Espinosa, brigadier y vecino de Bujalance. Comprobada la relación familiar de este señor con uno de los personajes que aparece en la inscripción, antes mencionada, podemos llegar a la conclusión de que esta almazara, en su origen, data de antes de 1752 y que a partir de 1773 se realiza una reforma, agregándose un nuevo molino de cuatro vigas y la iglesia. En este sentido una placa similar a la que adorna el dintel de la capilla, la encontramos en la entrada al molino con la siguiente inscripción: Molino construido el años de 1773 por los arquitectos Alonso y Francisco Pérez Palomino, padre e hijo a expensas del coronel marqués de Monteolivar”. Posteriormente en 1781, se le agrega el señorío.  

 “Justo en frente del portalón principal  se situaba el caserío. De factura sencilla, componiéndose de una nave galería de un solo piso. Por la parte trasera se accede, por unas escaleras, a lo que fue un frondoso jardín aterrazado. Las vistas del cauce del Guadalquivir son impresionantes. Los antiguos dueños dejaron constancia de este hecho haciendo grabar encima del dintel del caserío la siguiente inscripción: “Galería mandada construir para salida y vista del río. Año de 1781”, lo que nos hace suponer que el emplazamiento de este edificio no fue fruto de casualidad sino que sus dueños tuvieron por este lugar una especial predilección. De hecho se sabe que el tercer marqués, Juan Manuel Espinosa de los Monteros y Aliaga, eligió San Camilo para pasar sus últimos días de su vida, circunstancia que aconteció el 3 de junio de 1879. También es conocido que las mujeres de esta familia ostentaban el de Camila entre sus múltiples nombres”. La segunda mujer de Juan Manuel Espinosa de los Monteros, María Asunción Angioletti y Díaz de la Serna, fallecida en 1909, ostentaba el titulo de vizcondesa del Charco del Novillo.

 

  Prosiguiendo con el artículo de Majuelos Martos en cuanto a los personajes que aparecen en la inscripción de la portada de la iglesia, sabemos que el coronel marqués de Monteolivar fue Felix Espinosa de los Monteros-Aliaga, hijo del anteriormente mencionado Gregorio Espinosa de los Monteros, militar, nacido en Granada y posiblemente destinado en Bujalance donde falleció.

 

  D. Félix nació en Epila (Aragón) el 23 de julio de 1720, aunque vivió prácticamente toda su vida en Bujalance. Recibió los títulos de marqués de Monteolivar y Vizconde del Charco del Novillo de manos del rey Carlos III, siendo entonces D. Félix, teniente coronel de los Reales Ejércitos, antiguo Oficial de Reales Guardias Españolas y Caballero de la Orden de Santiago. Contrajo matrimonio con Dña. Ana María García Palomo Wanderpoel y Vergara, señora de la villa de Crespia (Figueras). De este matrimonio nació como hija única Dña. Francisca de Paula María Espinosa de los Monteros-Aliaga, segunda marquesa de Monteolivar, por derecho propio. Don Félix falleció en Bujalance el 28 de septiembre de 1787.

Detalle de la espadaña de la iglesia de San Camilo de Lelis, construida por los arquitectos Alonso y Francisco Pérez Palomino en 1775. Foto: Manuel Perales Solís.

Casería de San Camilo de Lelis y reja desaparecida del coro su iglesia. Reproducción realizadas por Robles.  Fuente: Revista anual “El Olivar Serrano:paisajes, caserío y costumbres”. Año 1991.

 

 

 De los arquitectos que intervienen en San Camilo parece ser que eran originarios de Bujalance y que realizaron una serie de obras en Montoro, Bujalance y Andújar. En Montoro se les podría atribuir la realización de las Tercias Catedralicias, por la similitud arquitectónica con San Camilo. En Bujalance fueron autores del palacio de los Monteolivar, y en Andújar del palacio de Messia, del altozano de Santa María, ya desaparecido, mandado construir por la familia Messia Camacho que estaban a su vez emparentados con los Camacho de Montoro. Esta casa guardaba gran parecido con otras casas construidas por los Palomino en Montoro.

   El origen y la vida de enclaves olivareros como San Camilo, o la cercana casería de Escalera, y en definitiva, de las caserías del Charco del Novillo, lo he encontrado acertadamente recogido en un bello artículo de los años 70 publicado en el diario Córdoba por Juan Bernier  y recopilado por el montoreño Francisco Aguilar Pérez bajo el título “Los Oratorios rurales de Montoro” (2): 

 

“Montoro serrano extendió un tiempo su agreste fisonomía en agrestes soledades de bajo monte, encinar, ásperos setos de espliego, jaras, enebros, cornicabras, quejigos y romeros. Fue en el siglo XVIII, según cuenta Ponz en su “Viaje por España”, que un montoreño, labrador y propietario de enormes heredades de esta sierra de cabras, se le ocurrió desbrozar la maleza y plantar miles de pies de olivos, que en poco tiempo cambiaron no solo el paisaje sino la economía de aquella áspera geografía. De esta forma los latifundios de los nobles cordobeses, antes olvidados y recordados sólo con ocasión de invernales cacerías, vinieron a ser esporádicos centros de producción agroindustrial. Repartidos por la sierra o el llano, se adaptaron sus construcciones rústicas y ganaderas, para recibir durante la recolección personal y bestias de carga para los transportes aceituneros y aceituneras y al ya dictador cargo de “maestro de molino”, primer ingeniero de la naciente industria. Pero no solo esto, sino que en las quebradas sierras apareció la casa señorial campestre, donde rodeado de comodidades el señor y su familia acompañan al festival bullicio de la recolección y la molienda. Así surgieron magníficas haciendas, verdaderos conjuntos arquitectónicos utilitarios en principio y hasta de lujo después. Cada uno de estos grandes caseríos albergaba temporalmente una multitud más abigarrada que la de los mismos pueblos. De ahí que para la satisfacción de sus necesidades espirituales, cada finca importante edificara su iglesia y oratorio, lleno de sabor, con su única espadaña y su veleta única. Pero de esta pequeña mansión de espíritu, surgían sobre los campos los sonidos matinales del “Angelus” y en la vecindad de las sombras, las “Vísperas”.

  ¡Dichosa temporada invernal con el orujo ardiendo en la inmensa cocina y la matanza en la despensa Fresca!. ¡Ágapes mañaneros de las migas con torreznos, cocinado suculento de los almuerzos, jamón y huevos del día en las cenas!.

  Los domingos los oratorios de San Fernando, en la Nava, Ntra Sra. Del Rosario, San Camilo y San Sebastián en el Charco del Novillo (3), la Encarnación en la Torrecilla, San Lucas en Sotogordo, San Antonio Abad, en la Vega de Armijo y los Remedios en la aristocrática de Villaverde, lanzaban sus campanas como una algarada celestial por entre la plata de los olivos. El cura en la tartana recorría unos y otros, abreviando sus misas  de licencia, para acabar en donde la reconocida largueza del hacendado multiplicaba los aprestos del desayuno, convirtiéndolo en almuerzo suculento. Seguía el vino virgen de los lagares hoy perdidos, de cosecha, para uso personal, y por lo tanto selectos. Después, como aquel duro ejercicio digestivo requería el merecido reposo, la conversación en la caliente estufa llegaba hasta el chocolate de la merienda donde un verdadero arsenal de emparedados de pavo, de tortas de manteca, de pestiños en miel, de soplados de canela, surgían de las alacenas junto al moscatel dulce y los anises de Rute. ¡Verdaderos días del Señor!......Hoy estas rústicas campanas no suenan en la soledad serrana. Y en verdad que su sonido llevaba un aliento caliente, humano, como el que nace del horno donde el pan se cuece.”

 

 

 

 

(1) Este interesante artículo fue publicado en el desaparecido blog, creado por Pedro Majuelos Martos (q.e.p.d.) denominado “blogcentauromontoro.com”.

 

(2) Aguilar Pérez, Francisco: “Los oratorios rurales de Montoro” publicado en blog.centauromontoro.com. Año 2008. El nombrado Juan Bernier Luque, autor del bello artículo, es  cofundador del célebre grupo poético Cántico, escritor y  poeta cordobés nacido en La Carlota en 1911.

 

(3) Esta ermita de San Sebastián se encuentra en las proximidades de la casería de “El Santo”. En su fachada, sobre el dintel de la puerta principal podemos leer la siguiente inscripción: “Se hizo esta iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, año de 1592, por los ascendientes de Don Antonio de Coca que la reedificó de cimientos con Doña Nicolasa Benítez de Molinsmo, año de 1792. Inscripción recogida en el folleto editado por la Asociación Cultural de Escalera y San Camilo de Lelis. Marmolejo, año de 1989.

 

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