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Pregón de la Feria del año 1987
Publicado el 27 de Junio de 2023
En primer lugar bienvenidos y bienvenidas a este pórtico de nuestra Feria que hemos querido celebrar en la Plaza de la Constitución: antes, ahora y siempre, la plaza de todos. En mi nombre y en el de la Corporación Municipal, !Felices Fiestas!.
Es un honor hacer de pregonero de la Feria de mi pueblo, habida cuenta de que me consta la existencia de paisanos más cualificados que el que os habla, para llevar a cabo el presente cometido con plenas garantías de éxito.
Marmolejo y la Batalla de Bailén
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Son abundantes las obras artísticas en conmemoración de la renombrada batalla de Bailén que, como es bien sabido, tuvo lugar en las inmediaciones de la localidad vecina un tórrido 19 de julio de 1808. Pueden contarse por decenas los poemas, cuadros, novelas, esculturas, partituras, etc. que conmemoran tal efeméride. Por poner un ejemplo cercano, recordemos el Monumento a las Batallas en la capital provincial, obra del insigne escultor santistebeño Jacinto Higueras, que conmemora dicho evento junto a la batalla de las Navas de Tolosa.
Reseña histórica del Pago de La Aragonesa
-Manuel Perales Solís-
El pago de La Aragonesa perteneció desde la época de la Reconquista al concejo de la ciudad de Andújar por Privilegio del rey Fernando III de 12 de marzo de 1239. “El santo rey luego que conquistó la ciudad y la sacó del poder de los moros, antes de haber hecho gracia ni asignación a persona de ellos, los dio a la ciudad” (1). Casi tres siglos después una Cédula de la Reina Juana de Castilla de 1516 concedía a la ciudad de Andújar facultad para adehesar ciertas tierras de sus Propios, y entre ellas 30 caizadas (2) de “pan llevar” en la comarca de La Aragonesa. En el año de 1585 la ciudad de Andújar para imponer cierto censo a el fin de conseguir fondos para conseguir la jurisdicción de los lugares como Marmolejo y Villanueva de la Reina, dio poder al Licenciado Pedro de Carvajal, vecino y Regidor de dicha ciudad, y entre los bienes que señaló para hipotecar, fueron los de las tierras de la Aragonesa.
Portada del documento conocido como Pleito de La Aragonesa, fechado hacia 1742, y conservado en el Archivo Histórico Municipal de Andújar (Jaén).
Hacia 1742 el Almirante de Aragón, Don Joaquín Antonio Jiménez de Palafox (1725-1755), sexto marqués de Ariza y noveno marqués de La Guardia de Jaén, pleiteó con el Concejo de la ciudad de Andújar para reclamarle la propiedad de estos bienes de Propios. Fue lo que se conoció como Pleito de la Aragonesa a cuya documentación me acojo.
En realidad las pruebas que presentaría el Almirante para alegar sus derechos sobre estos territorios de la Aragonesa fueron desestimadas por la Justicia ya que todas las posesiones de los que aducía corresponderle propiedad por herencia de sus antepasados, resultaron estar ubicadas fuera de las lindes de lo conocido como Aragonesa, en concreto en la zona denominada Donadío de San Julián ( o Rinconada de la Aragonesa), incluidas las Hazeñas de Casasnuevas; cortijo de Mirabuenos, y otras hazas cercanas a San Julián.
Estas posesiones pertenecieron a los antepasados del marqués desde los siglos XIV y XV, pero, al parecer, nunca las existentes dentro del perímetro de la finca La Aragonesa que habían pertenecido desde la Reconquista a los Propios de la ciudad de Andújar como parece que quedó demostrado en el famoso pleito. Incluso la propiedad del castillo que aducía poseer no se trataría del actual castillo de la Aragonesa sino de un viejo paredón existente junto a la ermita de San Julián también conocido, hacia 1373, como Torre de San Julián. Un dato curioso a reseñar es que la ermita del santo se encontraba adosada a este paredón, o muralla y estaba provista de un campanillo.
De todas maneras no es descartable que una parte de las tierras de este pago de la Aragonesa, probablemente las colindantes a la Aragonesa propiamente dicha, pudieran haber pertenecido a los antepasados de origen aragonés del marqués de Ariza, Almirante de Aragón, y precisamente de ese origen tomaría finalmente el nombre. Otro dato a tener en cuenta sería la unidad agrimensal que aparece en las escrituras de donaciones y compraventas alegadas por el marqués, en las que siempre se emplea el término de caizadas o cahizadas, medida utilizada fundamentalmente en Aragón.
Estas tierras de La Aragonesa ya son descritas en la época en que tiene lugar el pleito, año 1742, como unas tierras feraces con muchas caserías, olivares, molinos de aceite, y otros fundos dedicados a pastos y leñas, en contraposición a la zona del Donadío de San Julián y cortijo de Mirabuenos, empeñadas fundamentalmente a tierras de pan llevar y pastos para los ganados, sobre todo en las tierras que se extendían entre el viejo arrecife, o camino de Córdoba, y el río Guadalquivir. (3)
Tras la independencia de Marmolejo de la jurisdicción de Andújar en 1791, el pago de La Aragonesa pasó a formar parte del término de Marmolejo, si bien todavía, hacia mayo de 1800, más de 200 fanegas de tierra comprendidas en seis hazas de dicho pago nombradas como del Barco del Castillo, del Medianil, Cuadrejón de la Ciudad, Cuadrejón grande primero, Cuadrejón pequeño segundo, y Remolín, pertenecían al caudal de Propios de Andújar y eran vendidas por el sistema de “censo redimible al quitar” a los vecinos de Marmolejo: Pablo, Francisco, Juan, y Silvestre Perales, y a Miguel Huertas (4).
Castillo de la Aragonesa, antiguo fortín beréber, reconstruido por los castellanos hacia finales del siglo XIII.
Torre del homenaje del castillo de La Aragonesa, construida hacia finales del siglo XIII o principios del XIV.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX conocería la Aragonesa su mayor pujanza en lo económico y en lo social con predominio de la gran y mediana propiedad. Algunos latifundios superaban por entonces las 200 Has. Junto a ellos abundaron las medianas explotaciones entre 50 y 100 has. Muchas tierras se empiezan a plantar de olivos y a su sombra los más boyantes propietarios comienzan a construir grandes caserías, con todas las comodidades, para residir durante largas temporadas. En algunas de ellas como Santa Inés, de 1845, o la de La Virgen, de 1921, se ejecutan bellos oratorios en los que distintos capellanes llegados desde Marmolejo, o quizás de la cercana Villa del Río, se encargaban de oficiar los cultos de los domingos y fiestas más importantes, a los que concurrían señoritos y jornaleros. Estos últimos, en mayor número, sobre todo cuando el patrón convidaba a bebidas y viandas con motivo de alguna onomástica familiar.
Pero no solo van a vivir en ellas los dueños, sino que las caserías estaban pensadas igualmente para albergar en sus estancias más modestas al nutrido número de trabajadores ocupados en las distintas labores de las fincas a lo largo del año. Muleros, aceituneros, operarios de las almazaras, porqueros al cuido de las piaras de cerdos, segadores, etc. conforman la población estable de estos lugares. La mayoría de ellos llegaban desde puntos distantes más de 20 leguas, como Marmolejo, Villa del Río, Lopera o Montoro, y ello obligaba a pasar largas temporadas viviendo sin poder volver a casa tras finalizar la jornada. Aunque había jornaleros que usando la trocha del Recoche, cuando el río lo permitía, o el tren en la estación de Los Siles, marchaban a sus casas a visitar sus familias y proveerse del ato necesario, al menos una vez por semana. Dado el elevado número de población que La Aragonesa alcanzaba en las épocas de recolección, fue bastante habitual el discurrir de recoveros encargados, casi a diario, de vender los productos de primera necesidad en cada uno de los rincones del pago. Un colectivo importante fue el de los molineros que trabajaban en las almazaras de la Aragonesa durante la estación invernal. Muchos de ellos marchaban andando desde Marmolejo para realizar su turno en el molino, pernoctando ininterrumpidamente en las caserías durante largos periodos de tiempo.
Casería de la Virgen, terminada de construir en 1921.
Entre sus recuerdos, el marmolejeño, ya fallecido, Vicente Nieves Pastor, perteneciente a familia de tradición hortelana, y molinero varios inviernos en la casería de La Virgen, hablaba con cierta nostalgia de como en sus ratos de asueto, muchos de estos trabajadores de los molinos y aceituneros de la zona, se empeñaban en la búsqueda de espárragos y vinagreras por las laderas del Trafalgar y de Bretaña, sin lugar a dudas rincones espectaculares y bellos del pago de La Aragonesa.
Respecto a los dueños de estas grandes haciendas la mayoría son foráneos y han accedido a la propiedad, en algunos casos, a través de los sucesivos procesos desamortizadores de tierras impulsados por los gobiernos liberales a lo largo de todo el siglo XIX. Otros pertenecen a la clase noble con posesiones en los pueblos limítrofes, o a profesionales liberales con holgada posición económica.
Casería de Santa Inés, construida a mediados del siglo XVIII. En la actualidad no conserva la singular espadaña que la caracterizaba.
En determinados momentos de bonanza económica, como lo fue la década de los años veinte del pasado siglo, era fácil encontrar en la prensa noticias relativas a la compraventa y arrendamientos de fincas en La Aragonesa. En concreto, las fincas de Santa Inés, El Vicario y Panduro, cuyo propietario era Emilio León Primo de Rivera, se sacaban a arrendamiento en el mes de septiembre de 1925, época del año en la que se acostumbraba a cerrar muchos contratos tanto de naturaleza agrícola como ganadera. Estas tres fincas en su conjunto, como señala la prensa del momento, poseían más de cuatro kilómetros cuadrados de superficie, con 25000 olivos y 140 fanegas de tierra calma, con encinas, todo dentro de una misma linde; conteniendo 5 caseríos, fábrica de aceite, amplia vivienda para señores, con oratorio, dependencias para los trabajadores y albergue para ganados de toda clase” (5).
Las citadas fincas probablemente fueron bienes heredados de los padres de Emilio León, descendientes tanto por línea paterna como materna de casas nobiliarias con propiedades rústicas en los términos de Montoro, Villa del Río y Marmolejo. El bisabuelo paterno, Diego Antonio de León y González de Canales, ostentó el título de marqués de las Atalayuelas (conocido pago montoreño) y la bisabuela materna, Doña Inés María García del Prado, el de marquesa de Blancohermoso y vincondesa de Los Llanos. Los marqueses de Blancohermoso dispusieron de casa palacio en Villa del Río, donde a menudo residían.
La finca de Santa Inés fue herencia, por tanto, de la marquesa de Blancohermoso y posteriormente de su propia abuela, Inés Muñoz-Cobo y García del Prado. No debe resultar, por tanto, nada extraño que acordasen bautizar a la finca con el nombre de la santa italiana. Esta mujer poseía la finca a la altura de 1873, año en que la prensa cordobesa se hacía eco del robo de doce bestias de su dehesa de La Aragonesa. (6)
Casería de Illescas.
Con la instauración de la 2ª República y la aprobación, por parte del gobierno de centro-izquierda, de la Ley de la Reforma Agraria y los sucesivos decretos-leyes que la desarrollaban, el movimiento obrero campesino se hizo notar en las tierras de la Aragonesa. Muchos obreros marmolejeños empeñados en aquellas haciendas, ante la situación que sufrían de falta de trabajo, y agrupados en torno a su organización sindical, la Federación de Trabajadores de la Tierra de UGT, exigieron a los patronos y a las autoridades locales el cumplimiento exhaustivo de los decretos de Laboreo Forzoso y la Ley de Términos Municipales.
El arrendatario de la Finca de Santa Inés, Ángel Méndez, hacia finales de junio elevaba el siguiente telegrama al Gobernador Civil de la provincia: “Presentan hoy finca Santa Inés, del término municipal de Marmolejo, 150 obreros a segar sin permiso, anunciando volverán mañana. Pídole auxilio para garantizar mi tranquilidad personal”. El Gobernador, el mismo día 26 de junio requería del alcalde de Marmolejo, el socialista Andrés Velasco, para que buscase una solución al problema planteado.
El pago de La Aragonesa, desde las laderas de Los Algarbes, con la casería de Illesquillas al fondo.
También en relación a la Ley de Laboreo forzoso, en mayo de 1936, el Ayuntamiento de Marmolejo, presidido por Ignacio Expósito, informaba al Jefe de la Sección Agronómica de Jaén que el arrendatario de la finca de Santa Inés (por estos años), D. Francisco García Pedraza, incumplía la normativa sobre Laboreo Forzoso en lo relativo a la necesidad de dar jornales para la limpia de las siembras. El Alcalde dirigía el 25 de mayo de 1936 al propietario de la finca, Emilio León, el siguiente telegrama: “El Ingeniero Delegado en Jaén de la Comisión Técnica Central de Laboreo Forzoso me dice lo que sigue: en contestación al atento escrito de Usted, de fecha 19 del corriente, debo poner en su conocimiento que el cultivo de los olivos enclavados en las laderas deben de realizarse como de siempre haya sido costumbre en ese pueblo y por consiguiente cavarlos, si esa es la costumbre tradicional. No podemos inventar ninguna labor nueva, pero tampoco consentir que dejen de realizarse las que tradicionalmente se venían haciendo. Respecto a la labor de limpia de hierbas en los olivares, debe tener en cuenta esa Comisión de Policía Rural que dicha labor quien debe de hacerla es el arado y que la roza de dichas hierbas solo tiene por objeto facilitar la labor de éste”.
También en el mes de junio se les reclamaban jornales de cava de olivos impagados a los obreros por Antonio Prieto Arenas, natural de Pedro Abad, propietario de la finca de La Morona, y a Martín Villarejo, arrendatario de la finca de La Virgen. Y en el mes de julio el Gobernador Civil de Jaén manifestaba mediante telegrama al alcalde Ignacio Expósito, que el propietario de La Virgen, D. Francisco Herrero García, tenía la obligación de segar las 7 fanegas que aún quedaban por segar en esa finca. El incumplimiento de las exigencias que imponía el decreto sobre Laboreo forzoso por parte de los propietarios de La Virgen y Santa Inés daría lugar a la apertura de un nuevo expediente instruido por la Comisión de Policía Rural al observar falta de cultivo en dichas fincas a lo largo de todo el mes de julio del 36.
El transcurrir del siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, va a suponer la decadencia de los viejos métodos de explotación, el éxodo del jornalero a la ciudad como consecuencia de la crisis del sector agrario, y la atomización de los grandes latifundios de la zona que son parcelados y vendidos a precios asequibles por sus antiguos propietarios al mejor postor. Ello permite el acceso a la propiedad de una nueva generación de pequeños y medianos agricultores, fundamentalmente de origen aldeano, a veces vinculados al sector de la industria maderera y atraídos, como no, por la feracidad de sus tierras y la calidad de sus plantaciones.
Otras fincas y caserías de la Aragonesa como Illescas, Illesquillas, Maroto, La Rodriga (o San Cayetano), Los Siles, El Castillo de la Aragonesa, Mollejas, Serrano, La Yegüeriza, cortijo del Chaparro y cortijo de La montañesa: o sitios antaño entrañables y bellos como la alcobilla de Illesquillas, el Trafalgar, la fuente de la Teja en Las laderas de Bretaña o el mismo pozo del Castillo, dan fe de un patrimonio natural y arquitectónico rico y cuajado de acontecimientos y vivencias humanas. En definitiva se trata de un hermoso lugar de nuestro término municipal que proporcionó riqueza y prosperidad a los lugareños de la comarca gracias a la fertilidad de estas tierras.
Casería de San Cayetano, antaño conocida como La Rodriga.
Notas:
(1) Información aportada por el documento conocido como Pleito de la Aragonesa. Dicho pleito fue interpuesto por el Almirante de Aragón en 1742, contra el Concejo de Andújar para reivindicar tierras y heredades en la Aragonesa.
(2) Medida agraria usada en la provincia de Zaragoza, equivalente a 5457 varas cuadradas, ó 38 áreas y 140 miliáreas aproximadamente.
(3) Heredamiento o hacienda que trae su origen en donaciones reales.
(4) Era una especie de venta a plazos quedando el comprador liberado del censo una vez amortizado el valor dado a la tierra. Fuente: Archivo Histórico Provincial de Jaén, Sección Protocolos Notariales, legajo 4070. Año 1800.
(5) Diario Córdoba de comercio e industria. Nº 26835 de fecha 20 de septiembre de 1929.
(6) Emilio de León estaba casado con Inés Ponce de León, 8ª marquesa del Valle de Sidueñas. Tuvieron residencia en Villa del Río, en la casa palacio de los marqueses del Valle de Sidueñas así como en la bella y monumental casería de Santa Inés. El hijo de ambos, Diego de León y Ponce de León casó con Carlota Palomeque y Mariscal. Los padres de Emilio León, anteriores dueños de Santa Inés, fueron Diego León Muñoz-Cobo, (fallecido en 1916), nieto de los marqueses de Blanco Hermoso y de las Atalayuelas, y Josefa Primo de Rivera y Williams (1848-1929). La abuela paterna, Inés Muñoz-Cobo y García del Prado, contrajo matrimonio con Antonio León Navarrete
Todas las fotografías mostradas en este artículo fueron tomadas por Manuel Perales Solís.