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La calle de los bueyes

-Manuel Perales Solís-

Si Marmolejo tuvo sus calles céntricas, señoriales o burguesas, residenciales y comerciales, casi siempre engalanadas con  la mejor arquitectura y estética de cada época, no es menos cierto que en su periferia  se acabaron formando las más populares de residencia jornalera pero, igualmente, concurridas y llenas de vida por el carácter alegre y ocurrente de su vecindario, la sencillez y blancura de sus viviendas y el trasiego continuo de gentes y ganados que  discurrían por ellas hacia  las faenas cotidianas en el campo o las dehesas comunales. Desde el siglo XVIII  tenemos constancia  de una de esas calles “de las afueras” con aspecto humilde y campesino, bautizada años después como del Calvario, pero que sería conocida desde tiempo inmemorial por calle de los Bueyes. 

  Fue hacia la segunda mitad del XIX, cuando le cambiaron su denominación para pasar a llamarse del Calvario pues desde allí arrancaba un antiguo Vía Crucis que discurría por el Llano de la Dehesa hasta un “calvario” donde se veneraba la imagen de un crucificado dentro de una capilla de reducidas dimensiones en el lugar conocido como “El Santo Cristo”. Se rememoraba con el nombre original, la prolífica presencia de aquel ganado vacuno, que tan importante función jugaría en las arancias de las primeras plantaciones de olivos hace ya más de tres siglos.

  La calle de los Bueyes pasó a ser  una más de esas nomenclaturas urbanas olvidadas en la noche de los tiempos que aparecía ya en el famoso Catastro del Marqués de la Ensenada como una de las escasas arterias que en esos años centrales del dieciocho conformaban el sencillo entramado urbano del Lugar de Marmolejo, todavía una pequeña aldea de 236 habitantes  aún dependiente de Andújar. Por entonces esta calle arrancaba del sitio denominado del Navazo (lugar de habituales humedales en la estación lluviosa), y confluía más abajo con la del Barrio Bajo (hoy Jesús), auténtica travesía que daba entrada y salida a los viajeros que iban  hacia la sierra y vicerversa con  sus rebaños y carruajes. 

La de los Bueyes era también una salida natural desde el casco histórico hacia el extenso pago de Cerrada, al que se accedía a través del  puente del maestro cantero,  Benito del Castillo. Por ella  discurrían a diario los rebaños provenientes del camino de Córdoba  en su tránsito hacia los pastos de la Dehesa del Hormazal y  Sierra Morena. Al final de la misma se encontraba precisamente el Llano de la Dehesa, terreno de realengo usado fundamentalmente como descansadero de ganado  por donde aparecían alineadas las cruces de piedra del citado Via Crucis.
 
   En este lugar  tenemos constancia, desde 1843, de la petición de terrenos por varios vecinos para edificar casas a la salida de la calle, a la que accedía la Corporación por entender que dicho sitio es enteramente inhábil para otro objeto y “a que sería beneficioso para el aumento de la población”, pues ya se  habla de un número de 2060 almas hacia febrero de ese año, cifra notablemente mayor a la existente un siglo antes. Es entonces cuando se tuvo que producir su primera prolongación después de muchos años de declive demográfico ocasionado por las frecuentes epidemias y crisis de subsistencias sufridas en  décadas anteriores. No en balde el crecimiento poblacional experimentado hacia mediados del XIX produce una ampliación del perímetro urbano de la villa,  alargándose este apéndice hasta aproximadamente la mitad de la actual calle Calvario según recogió en 1869 el ingeniero Antonio Fortún cuando tuvo que redactar el proyecto para la restauración del puente sobre el Guadalquivir y el de mejora del viejo arrecife de Andújar a Villanueva del Duque. Ya por esos años era conocida como calle del Calvario.

Modelo de casa de familia jornalera en el n.º 18 de la calle Calvario. Su construcción podría remontarse a mediados del siglo XIX.

Fuente: Google.es/maps/marmolejo.
                       

Plano de Marmolejo en 1869, según el ingeniero Antonio Fortún.

Fuente: Archivo Histórico Provincial de Jaén.

 Nos dice el Catastro de Ensenada  de 1751 que en la calle de los Bueyes existían algunas casitas humildes de jornaleros, varias cuadras para el ganado de labor y dos molinos de viga para extracción de aceite: uno de dos vigas, cuya propietaria era doña Leonor Caviedes, vecina de este lugar, situado a la salida de la calle y otro también de dos vigas en el mismo sitio, propiedad de Bartolomé Gómez, igualmente vecino del lugar, en el cual no se molía aceituna por tener hundido el techo. Es muy probable, por tanto, que su nombre se lo deba a la existencia de esos amplios recintos con  establos o cuadras  donde los bueyes y bestias de labor pernoctaban, después de duras jornada de trabajo.

  Nos habla el Catastro en las “Respuestas” a los llamados “Interrogatorios” que en el Lugar de Marmolejo existían 670 cabras, 160 cabezas de ganado vacuno entre domado y cerril. De ellas 96 eran vacas y 34 bueyes, siendo las 30 restantes de vacuno cerril. Había además cinco yeguas, tres caballos, cinco mulos y mulas; 18 jumentos y 77 jumentas, 50 cabezas de ganado de cerda, veinte machos y treinta hembras, todos ellos pertenecientes a diferentes vecinos del lugar. La mayoría de estas cabezas tenían alojamiento en los establos o cuadras existentes dentro de la aldea. En concreto a la calle de los Bueyes daba un callejón por donde entraba y salia el ganado estabulado en varios corrales ubicados a espaldas  de las calles Barrio Bajo y Maestro.

   La tradición de poseer bueyes se incrementó durante el siglo XIX pues fueron necesarios para las labores de las plantaciones de olivos en las dehesas de propios del Hormazal y de Cerrada una vez que el Ayuntamiento autorizaba su venta a vecinos de la villa para sanear las arcas del Concejo.  En la época de abundantes pastos los animales de labor pastaron durante las horas de descanso en lugares del pago de Cerrada,  por la zona de los Algarbes y El Trafalgar, encomendados habitualmente a cuidadores “apalabrados” por los hacendados olivareros más destacados para acompañar al ganado durante la noche. Esta costumbre me la refirió el marmolejeño Alfonso Godoy “Torta” hablando de los motivos que tuvo su bisabuelo para comprar un olivar cercano al Guadalquivir, hoy denominado “casilla de Torta”,  donde de joven marchaba al cuido de los bueyes y mulos que en las horas de descanso y días de lluvia pastaban por aquellos   rincones del término. Maravillado por su belleza se prometió que algún día compraría algunos olivos en aquellos parajes recónditos y pintorescos,  limítrofes con la Boca del Rio, aguas abajo de Casas Nuevas.

   En el siglo veinte, durante los años de mi infancia recuerdo a esta calle, ya con el nombre de Calvario, sometida a las penumbras de la noche por la total ausencia de alumbrado público y con algunas casitas aún iluminadas  con  candiles y carburos, pero, eso si, muy luminosa y concurrida durante el día. Vivían allí personajes entrañables como los caseros de la casilla del Lobo, Pedro Barragán Correas “Perico” y Concepción Torralbo Rodríguez, “Conse” (posteriormente caseros en la finca El Ecijano), en una casa bajita, de una sola planta, con tejado a la antigua usanza de tablero de monte y teja moruna. Frente a ellos estaba la trasera del horno de Centeno con concurrida tienda de  comestibles hacia la calle Jesús donde se abastecían de hato muchos jornaleros y caseros de los cortijos de nuestra serranía; y algo más arriba, frente al cuadro de la Virgen, la casa de una familia de tradición arriera, Manuel Santiago Sánchez “Civiles” y su esposa Manuela Jiménez Real, encargada por entonces del mantenimiento del popular “cuadro” de la Virgen de la Cabeza; era habitual la presencia de la recua de borricos en la puerta de la casa de Manuel cargados de las mercancias que casi a diario traían de la sierra, o de numerosos mulos  atados a las típicas argollas de la fachada de la popular taberna “El bodegón”,  a la altura de su confluencia con la calle de Jesús, donde paraban a tomar el vino y el aguardiente las gentes de campo.

  Por encima del “Cuadro de la Virgen” vivió, durante varios años, el marmolejeño José Gutiérrez Alcalá, persona autodidacta, político adscrito a Unión Republicana, escritor y colaborador prolífico con la prensa republicana cordobesa que acabaría sus estudios de Derecho durante la Postguerra en las cárceles franquistas. Justo en frente la carpintería de Manuel Pastor, “Manolillo el carpintero” coincidiendo con la entrada a un callejón que daba acceso a los corralones y cuadras del médico Perales y Periquito Semana y a otros corrales traseros de las casas de la calle del Maestro, por entonces separados por  tapias bajitas coronadas de tejas morunas.

  Pero evidentemente todo ello es ya tiempo pasado que he pretendido recordar para conocimiento de futuras generaciones, pues a veces los pueblos son desagradecidos con el legado cultural heredado, y acaban borrando de su memoria  elementos identitarios que debieran de conservarse  en el tiempo ya que tuvieron  su razón de ser en actividades y/o  costumbres enraizadas desde la antiguedad en la vida de nuestros antepasados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuentes y Bibliografía:

-Actas Capitulares del Ayuntamiento de Marmolejo. Año 1843
-Catastro del marqués de la Ensenada. Respuestas Generales a los Interrogatorios. Año de 1751.
-”Proyecto y Proyecto Reformado para la construcción de la carretera de tercer orden de Andújar a Villanueva del Duque”. Año 1869. Autor: ingeniero Antonio Fortún. Archivo Histórico Provincial de Jaén, legajo 31645.
-Protocolos notariales de Marmolejo, año 1802. Archivo Histórico Provincial.
-”La privatización de los bienes de propios del municipio de Marmolejo en el siglo XIX”. Autores: Eduardo Araque Jiménez y José Domingo Sánchez Martínez. Revista “Elucidario”, n.º 1. Año 2006.

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