top of page

El moral de Fray Martín del Marmolejo*

-Antonia Merino Jurado-

 

El domingo 22 de abril de 1866, el “Diario de Córdoba de Comercio, Industria, Administración y Avisos”, recuperaba en su sección editorial una vieja historia de la tradición ecijana cuyo personaje principal era Fray Martín del Marmolejo, un lego que hacia 1507 formaba parte de la congregación de padres Mínimos del Convento de San Francisco de Paula en Ecija, institución religiosa fundada en 1505 pocos años después de la reconquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos. Evidentemente no tenemos más noticias de este singular personaje que las contenidas en esta antigua narración que más abajo reproduzco tal como fue publicada en su día bajo la firma de “R. de Vida”.

Tampoco ha sido posible constatar si el citado lego fue bautizado, o no, en el Lugar del Marmolejo pues no se conservan libros de bautismos de esos años en la Parroquia de La Paz. Sin embargo parece bastante probable que no se trate del apellido Marmolejo porque, en este caso, el uso de la contraccìón “del” nos sugiere una idea de pertenencia a un lugar concreto. Además tampoco tendría nada de extraño que Fray Martín conociese ya de joven a esta orden religiosa y hubiese comenzado su andadura religiosa en la vecina ciudad de Andújar donde la congregación de los Mínimos disponía de convento desde 1495, diez años antes que se fundara el de Écija.

Convento de San Francisco de Paula en Andújar, fundado en 1495.

“Una tarde de primavera de 1629 dos religiosos, de San Francisco de Paula el uno, y de la Compañía de Jesús el otro, departían amigablemente en uno de los bancos de piedra que rodeaban un Moral frondoso, que descollaba entre todos los demás árboles de la huerta del Convento de la Victoria de Écija. El Mínimo era el Padre Juan de Morales, cronista de su orden; el Jesuita, el sabio escritor y anticuario insigne, Fray Martín de Roa.

-Pero esa narración que vais a empezar, decía el padre Roa, se apoya en algún documento de vuestro archivo?

-No tiene más apoyo, replicó Fray Juan, que la tradición, no solo del Convento, sino de la Ciudad entera, cuyos abuelos y aún muchos de los que hoy viven, fueron testigos del prodigioso brote del báculo del hermano Martín.

 

Ya sabéis, continuó, que después de los conventos de Málaga y Andújar, este de Ntra. Sra. de la Victoria fué de los primeros que fundaron los discípulos de mi Glorioso Patriarca, cuando éste aún vivía en la Corte de los Reyes de Francia, siendo el Santo Mínimo el más grande entre sus grandes, por el amor y el respeto con que lo distinguía el monarca.

 

Uno de los primeros habitantes de esta Santa Casa, fué el hermano lego Fray Martín del Marmolejo, corazón bondadoso y sencillo, de ardiente fé, un corazón de esos a quien Dios en premio de su sencillez y caridad derrama en ellos los tesoros de su gracia, y en remuneración de su fé muestra su omnipotencia en toda su plenitud.

Fray Martín, entusiasmado con la relaciones que los Padres venidos de Francia hacian de la humildad y milagros de San Francisco de Paula, quiso conocer al glorioso fundador de su órden, y obtenido el permiso de sus superiores, sin tener en cuenta la distancia, el pobre lego caminó en su busca. Llegó a Tours, donde San Francisco de Paula, siempre humilde, estaba de conventual, mortificado en vez de complacido con las visitas y consideraciones con que lo distinguía el Rey Carlos VIII, que había heredado con la Corona el amor y el respeto que al Mínimo profesó Luis XI.

El Santo fundador escuchó enternecido al fraile español, que en su juventud había sido soldado, y asistido a las gloriosas conquistas de Málaga y Granada, sus entusiastas relaciones, en que brillaba la ardiente fé que animando a reyes, capitanes y soldados, había producido tan heróicos hechos; y San Francisco lloró oyendo referir a Fray Martín la toma de Málaga, donde sus frailes se habían posesionado en nombre de la Virgen de las Victorias, para fundar el primer Convento de su orden, del terreno concedido por el Rey Católico, en gratitud a los prodigios en él efectuados.

 

Con lágrimas de gozo oyó también la relación que Fray Martín le hizo de la fundación de esta Santa Casa, cuya Iglesia, como sabéis, ocupa el sitio donde el Glorioso Apóstol San Pablo se apareció a Antón de Arjona; casa y huerta edificada en el palacio y jardines que D. Francisco de Aguilar y Córdoba, el Bizarro, y Doña Elvira Ponce de León, cedieron, y a cuyas obra contribuyó toda esta ciudad siempre ferviente y piadosa; y como Fray Martín pidiese al Santo Fundador algún objeto de su pertenencia como recuerdo de su visita:

-Tomad, le dijo el Santo, este báculo en que mis muchos años se apoyan; servios de él en vuestro viaje a España, y cuando llegueis a esa ciudad de Écija que tan fervorosa y caritativa me pintais, plantadlo en uno de los patios de vuestro convento, que él brotará, y sin necesidad de riego, interin en Écija hay fé, que es lo que necesitará para nutrirse, crecerá lozano, y sus frondosas ramas prestarán apacible sombra y seguro abrigo, durante el ardor de las pasiones y las tormentas del corazón. Encargad a vuestros hermanos que sean humildes y caritativos y paguen el bien que Écija les ha hecho, enseñándoles con su ejemplo y predicándoles continuamente con su patrón San Pablo “Charitas non inflatur”, porque !ay de ellos! el día que se seque el árbol que de este palo nazca; señal será de que su fé se ha entibiado y la vanidad ha sustituido a la caridad cristiana.

Fray Martín del Marmolejo volvió a su Convento más satisfecho con el bastón del Patriarca, que si hubiera traido consigo los tesoros de Creso; llegó a Écija, y enterró el báculo según San Francisco le ordenara, y en premio de su fé Dios permitió que del seco palo brotara el árbol lozano que nos cobija con sus frondosas ramas. Y no paró ahí la misericordia del Señor: miradlo desocogollado y sin corteza en todo cuanto la mano alcanza; pues bien, ¿sabéis la causa?, las piadosas gentes de este barrio buscan y encuentran en él la panacea universal de todas sus dolencias, y no hay hora del día ni de la noche en que algún necesitado no venga a llamar a nuestra portería para llevar a su casa la salud en forma de rama, de hoja, o de corteza de este santo árbol, que hace 122 años que según la expresión de San Francisco vive y se nutre con la fe de esta ciudad. Y la madre lo lleva para remedio del hijo enfermo; y la esposa como talismán que salve al esposo querido de los peligros de un viaje; y la doncella pudorosa pone sus hojas sobre el corazón como confortativo a su virtud; y el doncel que marcha a la guerra y lleva una crucecita de sus ramas, seguro va de volver y de que Dios y su patria nunca se separarán de su memoria.....

Iglesia del antiguo Convento de la Victoria de frailes Mínimos de San Francisco de Paula en Écija, fundado en 1505 por don Francisco Aguilar y Córdoba.

 

Hace dos años, el verano de 1864, me encontraba en Écija. Era un día de Agosto, no recuerdo cual, en que el Jubileo de las 40 horas estaba en la Iglesia del suprimido convento de la Victoria. Multitud de pobres de todas las edades sentados a la puerta del templo imploraban la caridad de los devotos; ninguno de ellos, ni jóvenes ni ancianos de todos a los que pregunté, supo darme razón de donde estaba el Moral sagrado, cuya historia había leido en las obras del Padre Roa y en el “Epítome de la Religión de los Mínimos de Andalucía”.

Pregunté a los que entraban y salían en la iglesia y el que más recordó haber oido ese cuento cuando chico y haber visto el árbol antes de la expulsión de los frailes; pero ninguno sabía si existía aún. Por fin un anciano jornalero del campo, uno de esos inválidos del trabajo, que en su legítimo y santo orgullo de no haber debido nunca su pan más que al sudor de su frente y las fuerzas de sus brazos, prefieren el hambre a tenerlo que pedir, se ofreció a guiarme al “Moral del santo”.

 

Del convento de la Victoria no queda en pie más que la Iglesia; demolido para vender los materiales quizás, no puede absolutamente formarse idea de la distribución del edificio; pero según parece, el tradicional Moral debió estar en algún patio interior o a la misma salida de la huerta. Era un día de Agosto, como he dicho, y el sol canicular lanzaba sus abrazadores rayos sobre aquellas ruinas, dejándose sentir como únicamente en Écija se siente; y sin embargo de que la respiración faltaba al atravesar por sus escombros, yo sentí un frio glacial recorrer mi cuerpo, cuando mi conductor me dijo: éste es el árbol que buscais. !Cuántas ilusiones deshechas en un momento! !cuántas amargas reflexiones en un instante!.

 

Cercado en un poyo de material a la manera de brocal de un pozo por la parte del que fue convento, y al nivel del terreno por el lado de la huerta, un Moral descascarado, raquítico y enfermo, inclinaba hacia la tierra sus secas ramas, y más que el saludable anciano a quien sus 359 años llevaban a la tumba, parecía el adolescente a quien la tisis mata en otro clima de aquel en que nació. El cercadillo que lo rodeaba le había parecido al colono de la huerta a propósito para pocilga, y dos cerdos sujetos con una cadena al árbol ensuciaban y removían la tierra de sus raices, que en otros días había labrado la esperanza y regado con sus lágrimas de gratitud.

 

-Seguramente, dije a mi guía, Usted se ha equivocado, este árbol tan endeble no es posible que tenga cerca de cuatrocientos años.

 

-Es que se vá consumiendo, me contestó el labriego; porque según mi abuela contaba, a este moral lo hizo nacer la fé de un lego, la de este pueblo lo hizo crecer, y el día que en Écija faltara lo veríamos secarse y morir; afortunadamente, añadió señalándome las ramas del centro que se elevaban como buscando el cielo; aún tiene bastantes hojas verdes (1)”. 

 

 

  1. Acto seguido el articulista introducía la siguiente cita a pie de página: “La conservación de este Moral constituye un verdadero milagro; el abandono en que está no es de hoy, pues hace 200 años, poco después de haberlo visto el Padre Roa, escribía un religioso de la orden lo siguiente:”se hizo un poderoso árbol que duró muchos años. Cortáronlo por inadvertencia, y de las raices ha vuelto a salir otro, aunque está desmembrado y raquítico quizás por los escombros amontonados a su pie, que casi llegan al nacimiento de sus ramas”. Como se ve, los hijos de San Francisco de Paula eran tan incuriosos en el siglo XVII como sus devotos del XIX. Es posible que el que hoy exite sea un segundo retoño del primitivo”.

Ejemplar de moral.

Ramas de moral con moras.

Notas y Bibliografía:

 

(*) La introducción de los hermanos Mínimos de San Francisco de Paula en España data de 1493 a instancia de los Reyes Católicos quienes para celebrar la victoria sobre los musulmanes en Málaga, promueven la fundación en esta ciudad del primer convento de la Orden en la Península, trayendo para tal fin a fray Bernal Buyl al que entregan la ermita malagueña de La Victoria en donde se erige el convento bajo esta advocación. La expansión por Andalucía y el resto de la Península fué rápida pues a la muerte del fundador en 1507 ya había cuatro conventos en España, los cuatro en Andalucía: además del referido de la ciudad de Málaga, el de Andújar, fundado en 1495, el de San Roque en el Puerto de Santa María, en 1502, y el de San Martín de Écija, en 1505. El siglo XVI es sin duda el periodo de mayor expansión y crecimiento de hermanos mínimos en nuestro pais, en donde llegó a contar con siete provincias peninsulares. Reseña extraída del trabajo denominado “Los Mínimos de San Francisco de Paula en Sevilla durante los siglos XVI al XIX”. Autora: Matilde Fernández Rojas. Historiadora del Arte, Universidad de Sevilla

bottom of page