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El templo parroquial de Ntra. Sra. de la Paz

-Manuel Perales Solís-

 

Las primeras noticias que nos llegan del principal templo católico de Marmolejo nos retrotraen al sigo XIV o comienzos del XV, fecha en que según el profesor José Rodríguez Molina, existiría ya una pequeña iglesia dedicada al apóstol Santiago. Estos datos son corroborados por los estudios de Agustín Barragán Gómez, recogidos en la obra titulada “Historia de la Parroquia de Marmolejo”, siendo, según este autor, parroquia independiente de la de Santiago de Andújar en el año de 1511, fecha en que “aparece la Parroquia de Marmolejo en el Sínodo convocado por D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, como priorato independiente, y la iglesia con el título de “Nuestra Madre y Señora de la Paz” .

Años más tarde, a finales del siglo XVI, gracias a los estudios de Mª Luz Ulierte y Rafael Galiano Puy, sabemos que la iglesia se dotó de un retablo mayor y de otro más pequeño para el sagrario, ambos desaparecidos durante la Guerra Civil, que le habían sido encargados entre 1590 y 1611 al escultor y retablista toledano afincado en Jaén, Sebastián de Solís. Aún en 1611 se le debían a Solís 400 reales pues el obispo de Jaén ordenaba al vecino de Marmolejo Cristóbal López Pulido se le abonase dicha cantidad “bajo pena de excomunión”. En 1592, ya se le habían abonado al citado retablista la cantidad de 100 ducados por los trabajos realizados.

Por otro lado no es descartable la intervención del maestro cantero Benito del Castillo en algunas obras de mejora o ampliación que se hubieran podido llevar a cabo en el templo en la segunda mitad del siglo XVI, pues por esas mismas fechas Benito del Castillo estaba realizando el puente renacentista sobre el rio Guadaquivir; tenía residencia en Marmolejo y había contraido matrimonio aquí en Marmolejo con María Suárez.

 

Entre los siglos XV y XVIII, además de esta iglesia principal, existieron en Marmolejo otras capillas o ermitas: la del castillo, dedicada a San Lorenzo, por ser reconquistado Marmolejo en dicha festividad, en la que también se veneraba a Santa Lucía; la de San Sebastián, en la calle del Santo, y la de Jesús junto al Llano del Gamonar.  

Aspecto que presentaba la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Paz, antes de las reformas realizadas por Justino Flores a finales del siglo XIX. Cuadro al óleo pintado por el malagueño José Moreno Carbonero (Málaga, 1858-Madrid, 1942). 

 Retablo manierista desaparecido de Sebastián de Solís (¿Toledo, 1550-Jaén, 1630?). Fuente: Parroquia de Marmolejo.

 Pacual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, publicado hacia 1848, nos cuenta que la iglesia parroquial aún se encontraba sin concluir y alude al retablo de Sebastián de Solís ubicado en el altar mayor de estilo grecoromano, así como al resto de mobiliario, constituido por diversos cuadros de mediano mérito. La iglesia -nos dice- “la sirve un cura párroco que se titula prior, y se provee su vacante por oposición en concurso general. Hay también un cura teniente amovible a la voluntad del prelado diocesano”. No obstante hay que pensar que ya se habría producido, por esas fechas, la construcción definitiva de la nave principal y que probablemente quedasen por ultimar algunas obras de menor envergadura.

 

  Previsiblemente la ampliación definitiva de aquel templo originario, se realizó durante finales del XVII o principios del XVIII, agregándose a la nave del crucero, la principal, mucho más alargada, con dos fachadas de trazos barrocos: una hacia el oeste (hacia la plaza) y la otra hacia el norte (puerta de la umbría). Igualmente se le dotó de una espadaña para campanario que tenemos la suerte de conocer gracias a la pintura al óleo realizada hacia finales del XIX por el pintor malagueño José Moreno Carbonero.  

  Del análisis de este óleo de Moreno Carbonero se deduce que la iglesia primigenia, de obra renacentista, con algunos elementos vandelvirianos, como las ventanas del crucero, presentaba una planta de cruz griega y se reducía basicamente al actual  crucero, más un tramo inconcluso  de  nave principal, similar en longitud al de la cabecera, que no llegaría a alargarse hasta finales del XVII o comienzos del XVIII; eso sí, con menor altura de la inicialmente prevista en las obras realizadas en los siglos XV o XVI. Este templo, por tanto, estaba orientado de este a oeste, teniendo la fachada principal ubicada hacia el oeste. 

   Previsiblemente durante los años que duraron las obras de ampliación de la nave principal, se abrió provisionalmente una puerta, actualmente cegada, en la fachada norte de la nave del crucero para permitir el acceso sin riesgos al templo de los feligreses. Fue, definitivamente, la reforma de Justino Flores, de fines del XIX, auspiciada por el conde de Villaverde la Alta, Teodoro Tamariz-Martel Fernández de Córdoba, la que consiguiría unificar las medidas  de la nave central dándole a toda ella la misma altura, con  cubierta de dos aguas y bóveda de cañón.

Exterior de la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Paz de Marmolejo, tras las reformas ejecutadas por el arquitecto provincial, Justino Flores Llamas (1848-1927). Fuente: Archivo Manuel Perales Solís (Colección “Escudo de Oro”).

 

   Estas reformas fueron realizadas en clave historicista, con claras  resonancias bizantinas en la misma línea de otras iglesias de Justino Flores como, por ejemplo, la iglesia parroquial de Porcuna (Jaén). Añadieron  un gran rosetón en la fachada principal que sustituía a la anterior ventana con frontoncillo partido; le proporcionaron más altura a la nave principal; abrieron unas ventanas de reminiscencias góticas en el muro norte de la nave principal; se suprimió la antigua espadaña barroca y se construyó un nuevo campanario para cuatro campanas, bastante más esbelto y elevado que la anterior espadaña. También se le dotó de una verja exterior, que acotaba el espacio de acceso desde la puerta de la umbría, muy del gusto romántico, pero que lamentablemente desapareció.

  Del aspecto interno de la iglesia reformada por Justino Flores, contamos con el excepcional testimonio de Manuel Muñoz López que en su libro “Historia y costumbres de Marmolejo”, la recuerda allá por los años de su infancia (entre1915 y 1920) con un aspecto pobre y algo deteriorada. Nos dice: “En el coro había adosado a la pared un gran órgano, auténtico modelo “Jubal”. La numerosísima trompetería de latón muy brillante, era de todos los tamaños horizontales y verticales. En la nave principal, a la izquierda se encontraba el altar con la imagen de San José con el Niño Jesús en sus brazos. Este altar estaba pintado de marrón y en la mesa del mismo había una sierra de carpintero, tallada en madera, de tamaño natural...

Más arriba estaba el altar de San Julián, muy cerca de la puerta de la umbría. Era muy pobre, de maderas pintadas de color marrón y purpurina dorada. En la esquina que forma el crucero estaba el Púlpito. Era de mármol negro, formando una gran concha, sobre un precioso pedestal, con unas bien trabajadas estrias. La balaustrada era de hierros muy gruesos, muy labrados, con incrustaciones de bronce. A mi parecer, ésto era de lo más valioso que había entre los enseres de la Iglesia. En la parte izquierda de la nave del crucero y frente al Sagrario, había otro altar dedicado a las Ánimas del Purgatorio, con un enorme cuadro al óleo que seguramente medía dos metros de ancho por tres de alto. A los pies de la mesa del altar empezaban los peldaños de la escalera del Púlpito. 

 

A la izquierda de dicho altar, estaba el de la patrona la Santísima Virgen de La Paz. Éste era todo de madera pintado de azul celeste y blanco y que tenía dos columnas a los lados. La imagen era tan alta como la Virgen de los Dolores...Luego venía el altar del Sagrario en donde había un Cristo Crucificado, tallado en tamaño natural, y que se sacaba el Viernes Santo en la procesión de la mañana, y luego por la tarde se sacaba en la del Entierro...A continuación estaba el Altar Mayor. A los lados tenía dos imágenes, de San Pedro y de San Pablo, talladas en madera, eran muy grandes. Las escaleras eran de semicirculo, formadas por seis u ocho peldaños. A cada lado tanían una baranda de hierro.

A la izquierada del Altar Mayor había otro en el sitio que ahora está San Julián, y que estaba dedicado a la Virgen del Rosario y en las hornacinas laterales estaba la Virgen del Carmen y otra muy pequeña que le parecía a la Virgen de la Cabeza, pero sin el “rodeo” de estrellas que la circundan...A continuación y al lado de la Sacristía estaba el Altar de San Juan Evangelista, con un gallo de madera tamaño natural a sus pies. San Juan tenía una pluma de plata en la mano derecha y en la otra un libro abierto. Estaba en una hornacina con una puerta de cristal. A los lados tenía las imágenes de San Luis Gonzaga, que tendría sobre un metro de alto, con una sotana negra y un roquete blanco de encaje y una cruz en las manos, al otro lado San Antón con un cerdo en sus pies...

A continuación y ya en la esquina de la nave central y frente al Púlpito y San Julián, había otro altar con San Antonio, con un niño Jesús. A este santo lo pasaron a otro lugar, más cerca de la Virgen de los Dolores, y en su lugar colocaron un resucitado, que costeó un señor, que creo que se llamaba Juan Solís “el de las rentas”. A esta imagen nunca la sacaron en procesión. A continuación había otro altar (muy pobre como todos) pero que no recuerdo que santo tenía. A continuación estaba y está la Capilla de la Virgen de los Dolores. Entrando en ella y a la izquierda había una hornacina en la que colocaban a San José con el Niño de la mano, al que antes hemos hecho referencia. Las puertas del cancel que había debajo del coro, no se abrían casi nunca, porque delante del él, dando vistas al Altar Mayor había colocados tres bancos de madera tallados, enormes de altos y anchos pintados de marrón oscuro. Éstos estaban colocados mirando al Altar Mayor y los otros dos a los lados, uno frente al otro. Estos tendrían cada uno más de dos metros de largo. Entre ellos había varios atriles muy gruesos de madera y un pie muy pesado. A dichos bancos les llamaban el “Coro parroquial”. 

Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Paz de Marmolejo: nave del crucero desde la calle Orti y Lara. Año 1988. Foto: Manuel Perales

Aspecto que presentaba el presbiterio del templo parroquial de Ntra. Sra. de la Paz, tras las reformas realizadas por Regiones Devastadas en 1950. Foto: Juan de Dios López.

Bóveda de cañón en la nave principal de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Paz de Marmolejo. Año 1958. Foto: Juan de Dios López

Retablo mayor de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Paz de Marmolejo. Foto: Manuel Perales.

  Tras la desaparición del retablo principal y de otros enseres de la Iglesia durante la contienda civil española, se produjo durante la postguerra la rehabilitación del templo por Regiones Devastadas entre 1944 y 1945. Se cambiaron entonces los ventanales de arco ojival de la reforma de Justino Flores por ventanas de cruz griega, y se adquirieron dos valiosos retablos, de autores desconocidos, para el altar mayor y uno más pequeño para dar culto al patrón San Julián. Estos retablos traídos del convento de dominicos de Benavente (Zamora), en 1949, siendo prior D. Manuel Maroto Castro, fueron colocados por un grupo de operarios especializados venidos hasta Marmolejo exprofeso, que se hospedaron en la Casa de la Lotería, (hermanas Angelina y Ana María Solís Rodríguez), durante el tiempo que duraron los trabajos. Nos dice Manuel Muñoz que los labradores aportaron diez céntimos por kilo de aceituna de aquel año, para la contribuir a financiar los costes de la adquisición y montaje de los dos retablos.

  En relación a la obra de arte más importante que guarda la parroquia, la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Jaén, Mº Luz Ulierte nos describe así el retablo central: “El retablo mayor es una gran obra de cascarón con un piso de tres calles y ático que sigue la misma división por medio de tres triángulos curvos unidos en el centro en una gran orquestación de nubes y rayos envolviendo la paloma del Espíritu Santo. Seis columnas compuestas dividen las tres calles del cuerpo, organizadas sobre un banco cuyas ménsulas sobresalientes sostienen angelillos y cabecitas.

En las calles laterales, sendos nichos rebajados cobijan santos en relieve muy alto, coronados por un gran golpe decorativo de hojas y cartela arriñonada. La central, algo transformada, lleva otro nicho similar a mayor altura que incurva la cornisa del cuerpo, elemento que con nitidez separa éste del ático, en cuyas calles, centrados en nichitos planos, se realizan altorrelieves, más grande el central. Hasta aquí diríamos, y ya es bastante, que la diferencia fundamental es la utilización del retablo de cascarón completo, con esa ordenación en triángulos del ático completamente ausente en la práctica del sur. Pero hay otro “algo” bastante difícil de precisar. Si bien sus columnas se adornan con motivos arriñonados y vegetales coronados por cabecitas aladas similares por ejemplo a los de Santa Teresa de la catedral de Jaén, o si se rematan todos los nichos con esos motivos de oreja y foliáceos encrestados como en tantos otros giennenses, hay que señalar una gran diferencia en el hacer, que nosotros definiríamos como un acierto esquemático en estos de Marmolejo. La talla de madera, en sus pequeños detalles es en Jaén minuciosa, mimada, buscando lo “bonito”....Se busca en estos retablos más que el detalle minucioso, la airosa línea delimitadora de la decoración, y quizás en ese simplificar rasgos resida la diferencia; desde luego, ese ritmo líneal también es buscado en lo andaluz, pero a la par, su “relleno”, se reviste de igual importancia.

Por otro lado, el carácter de gran máquina teatral y anonadante sigue presente en esta obra zamorana, e incluso en el pequeño retablito colateral (también de tres calles y ático de cascarón) la majestad no está ausente, si bien aliviada por su pequeño tamaño y la airosa polsera que lo corona.

Son pues retablos que responden a similares ideas estéticas, a iguales principios, pero realizados de un modo diferente, menos airoso curiosamente a pesar de su esquematismo en el Norte de Andalucía, donde la ingravidez viene a ser la tónica dominante en este tercer tercio del siglo XVIII. Tal ausencia de ligereza -que reconocemos más como cuestión de sensibilidad, de sensaciones, que como principios definibles- debería señalarlos también el porqué del empleo en Castilla del término”Churrigueresco”.

 

Del resto de enseres, imágenes, vidrieras y retablos adquiridos tras la Guerra Civil da igualmente cuenta Manuel Muñoz López:

 

-Imagen de la Virgen del Pilar y Retablo: costeado por D. Juan Díaz Criado y familia

-Imagen y retablo del Cristo del Sagrario: donado por doña Paca Cerrillo García del Prado

-Imagen de San Julián: donada por D. Julio Vizcaino Perales y D. Julián Flores González

-Retablo e imagen de San Antonio (actual ubicación de la Virgen de la Paz), donados por don Antonio de la Fuente y familia.

-Las vidrieras de la nave del crucero y las tres de la nave central fueron regaladas por don Jerónimo Ugarte y su esposa doña Ana, de Bilbao, asiduos visitantes del Balneario.

-Los bancos fueron obsequio de don Juan de la Rosa Mateos, director general, en aquellos años del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Ronda.

-Cuadro al óleo del “Descendimiento de la Cruz”, copia del pintado por Pablo Rubens. Este cuadro formaba parte de la colección de la Baronesa Waugan. Fue vendido en París en 1819 y adquirido por antepasados de Don Rafael Rivero, asiduo aguanoso y donado por él en el año de 1945.

Fachada principal de la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Paz hacia la plaza de la Constitución. Año 1958. Fuente: Archivo Manuel Perales Solís.

Bibliografía:

 

-Varios autores: “Historia de la Parroquia de Marmolejo: fe y devoción de un pueblo”. Edita: Julio Segurado Cobos. Año 2008.

-Muñoz López, Manuel: “Historia y Costumbres de Marmolejo”. Editado por el autor. Marmolejo 1993.

-Pascual Madoz: “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar. Tomo XI. Madrid 1848.

-Galiano Puy, Rafael: “Vida y obra del escultor Sebastián de Solís: un artista toledano afincado en Jaén”. Boletín del Instituto de Estudios Gienneses, nº 187. Año 2004.

-Ulierte Vázquez, Mº Luz: “El retablo en Jaén (1580-1800). Edita el Ayuntamieto de Jaén. Año 1986.

-Rodríguez Molina, José: “El reino de Jaén en la Baja Edad Media”. Universidad de Granada. Año 1978.

-Moreno Mendoza, Arsenio: “Francisco del Castillo y la arquitectura manierista andaluza”. Colección: “Patrimonio Andaluz Pablo de Olavide”. Diputación Provincial de Jaén. Año 1984.

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