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La Guerra Civil en la frontera republicana: Marmolejo 1936-1939

-Manuel Perales Solís-

 

Introducción:

El presente estudio ha sido elaborado tomando como base los contenidos que en su día aparecían en el capítulo dedicado a la Guerra Civil, dentro del trabajo titulado: “La Memoria Rescatada: 2ª República, Guerra Civil y Postguerra”. Nuevos datos e informaciones localizados en el transcurso de una investigación que siempre es permanente, y diría que casi inagotable, me ha llevado a hacerlos públicos en este soporte tan útil que nos proporciona la red de internet, concretamente en el marco de la página web: “El lugar de Marmolejo”. He prescindido de volver a meter las ilustraciones fotográficas que aparecían entonces, para quedarme con las que he considerado más interesantes o complementarias a las publicadas en aquella ocasión.

Los primeros momentos tras la sublevación militar:

 Tras la sublevación de los militares desafectos al régimen republicano, el 18 de julio de 1936, acaudillados por el general Franco, las fuerzas desleales al gobierno de Madrid habían obtenido éxito en algunas capitales andaluzas como Sevilla y  Córdoba, donde se habían adherido militares y fuerzas del orden apoyados y envalentonados por sectores de la mediana y gran burguesía agraria. La provincia de Jaén, sin embargo, salvo el incidente sobradamente conocido protagonizado por los guardias civiles liderados por el capitán rebelde Santiago Cortés, y algunas otras escaramuzas protagonizadas  por elementos fieles al golpe en algunas poblaciones, permaneció fiel a la República. En ese sentido, las primeras tareas en las que hubo de empeñarse el Ayuntamiento de Marmolejo, presidido por el socialista Ignacio Expósito, una vez consumado el golpe militar, fue la de atender las peticiones del gobernador civil Luis Ríus Zenón (1), cursadas a los municipios, para que  procediesen al reclutamiento de milicias voluntarias solicitadas por el general José Miaja, cuyos plan era avanzar por el Valle del Guadalquivir en un intento de recuperar Córdoba capital y diversos municipios de su entorno que habían caído  en manos de los rebeldes. Luis Zenón, afiliado a Unión Republicana, había autorizado el reparto de armamento a los partidarios de la República y ordenaba la concentración de numerosos  efectivos de la Guardia Civil en la capital haciendo fracasar la intentona golpista antirepublicana en la provincia. 

  La columna de milicianos voluntarios reclutados en diferentes municipios de Jaén, se concentraba en Marmolejo los días siguientes a la sublevación. Iban dotados con armamento requisado en diferentes pueblos, y se solicitaron para su equipación urgentemente más armas al gobierno de Madrid.  En sus memorias sobre la Guerra Civil, el marmolejeño Félix Vicaria Gómez (hijo del militante socialista Antonio Vicaria Reca, guarda del paseo en 1932 y guardia municipal interino en 1937) (2), por entonces un niño de 9 años de edad,  refiere como encontrándose en la esquina de La Peana, con los amigos de su pandilla, Manuel “El Pepa”, su primo Manuel Rufino y Juanillo el de “La Baldá”, vieron pasar cinco o seis camiones cargados de gente dando muchas voces. Tiraron por la calle del Arroyo, en dirección a la plaza del Ayuntamiento donde descansaron y comieron sentados en el suelo antes de emprender su marcha hacia las zonas conflictivas. 

Los voluntarios partieron por el valle del Guadalquivir dirección Córdoba, entrando en Villa del Río donde quedó establecido el cuartel general. Desde allí se lanzó la ofensiva principalmente contra Montoro: “Este pueblo cordobés estaba en poder de los facciosos. La columna de obreros armados, a los que acompañaban unos cuantos números del Cuerpo de Asalto, ocupó el pueblo sin resistencia. Inmediatamente comenzó el acoso a Pedro Abad, que quedó convenientemente guarnecido, y se siguió adelante atacando El Carpio. En este pueblo, baluarte de los fascistas cordobeses, desde el torreón de la iglesia hicieron intenso fuego de ametralladora, bombas y fusiles contra la columna jiennense. La lucha fue dura. Varias horas de fuego en las que los rebeldes sufrieron pérdidas considerables, pero al fin,  El Carpio fue tomado por las fuerzas republicanas, que hicieron el ejemplar castigo sobre las fuerzas rebeldes. La columna de Jaén continuó en marcha triunfal y tomó Villafranca, pueblo que está a las puertas de Córdoba. En éste se hizo descanso preparando el ataque definitivo a la capital andaluza...Pero no queda aquí reducida la labor de los republicanos de Jaén. Inmediatamente se organizaron otras columnas que avanzan en distintas direcciones para conquistar el mismo objetivo: Córdoba. Estas nuevas columnas tuvieron luchas muy enconadas en Luque y Bujalance y esta última ciudad se rindió, al fin, conquistada por las tropas republicanas. Las avanzadas de las columnas de Linares la forman los mineros de aquel pueblo y La Carolina, provistos de gran cantidad de dinamita, y la eficacia de su lucha es tan evidente que pueblos casi inexpugnables como El Carpio y Bujalance no pudieron resistir el avance de los mineros” (3).

 En su avance hacia Córdoba el general Miaja y las milicias de Jaén, con varios diputados del Frente Popular en sus filas, después de recuperar El Carpio y Montoro el día 28, establecieron el cuartel general en Villa del Río con la misión, entre otras, de organizar la vida en la retaguardia y las relaciones con la provincia de Jaén.

 

El cuartel general se transformó a finales de julio, antes del ataque a Córdoba, en  Estado Mayor, y estuvo formado por los diputados socialistas Alejandro Peris Caruana y Alberto Fernández Ballesteros (4); por los comunistas Francisco Ortega y Antonio Pareja y por el teniente coronel Leopoldo Menéndez, que ostentaba el mando de las cinco compañías del Batallón de Jaén. Menéndez era destinado al frente de Córdoba dentro de la jefatura del estado mayor de Hernández Saravia con la misión de reorganizar a los batallones de milicias de la zona de Jaén, aunque con poco éxito ya que Queipo de Llano terminó ocupando amplias zonas de aquella provincia (5). También se encontraban entre los hombres de Miaja, el diputado de Izquierda Republicana por Córdoba, Antonio Jaén Morente (6).

El teniente  coronel Juan Hernández Saravia, derecha, con el comandante de las Brigadas Internacionales Walter. 

Alberto Fernández Ballesteros, diputado socialista, integró el Estado Mayor del ejército republicano  ubicado en la población de Villa del Rio.

Fuente: Fundación Pablo Iglesias

A lo largo de todo el mes de agosto la vida de los marmolejeños/as estaría  supeditada a las necesidades impuestas por las tropas de Miaja cuyo objetivo principal era recuperar Córdoba para la República, aunque finalmente no pudiera conseguirlo. Sin embargo si alcanzaron otros objetivos durante las primeras semanas de agosto en el norte de la provincia, donde se recuperaron pueblos como Añora (cinco de agosto), Adamuz (día diez), Belalcázar (día catorce), Alcaracejos, Villanueva del Duque y Pozoblanco (todos ellos el día quince). En realidad los hechos se sucedieron  de forma imprevista y vertiginosa, circunstancia que aprovecharon los golpistas para provocar el desconcierto y ocupar capitales tan importantes como Sevilla y Córdoba.  Por todo ello la defensa de la legalidad republicana se hubo de hacer con precipitación y a golpe de órdenes cursadas vía telegrama. Mediante uno del día dos de agosto el Gobernador Civil de Jaén instaba a todos los individuos que hubiesen prestado servicio militar para que se presentasen ante el Gobierno Civil con el fin de organizar una milicia y constituir un cuerpo de voluntarios al servicio del general Miaja, reclamando, de paso, a los alcaldes facilitaran los medios de transporte hasta la capital. 
   Otro telegrama de cinco de agosto de la Comandancia Militar de Jaén comunicaba al Ayuntamiento “que los cabos y soldados se encontrasen de permiso o situación cualquiera, quedarían a disposición de la comandancia hasta nueva orden”. Por su parte el gobernador civil comunicaba al Alcalde ese mismo día que “sin pretexto alguno disponga recogida de fusiles haya en ese pueblo enviándolos inmediatamente medio más rápido a Villa del Río, Cuartel General Militar, dando cuenta a este gobierno haber realizado el servicio y número de armas recogidas y enviadas a dicho pueblo. 

El general republicano José Miaja Menant, Jefe de Operaciones del Ejército del Sur en julio de 1936.

Así mismo Ruiz Zenón le transmitía a Ignacio Expósito las órdenes recibidas del general Miaja: “Ordene con la mayor urgencia al Alcalde, disponga que los fusiles y mosquetones, rifles carabinas, con todas sus municiones correspondientes, sean recogidas a los milicianos y paisanos retirados del frente, y con  las existencias en ese pueblo se remitirán hoy mismo”. Finalmente el día 6 de agosto, la máxima autoridad provincial volvía a solicitar  mediante cable telegráfico que “los soldados y militares se encuentren con permiso y no puedan verificar incorporación a sus cuerpos (por estar estos en poder de los rebeldes) lo hagan a esta columna de Montoro”.  Los reiterados llamamientos tuvieron eco entre la población obrera local que se inscribió voluntaria en la milicia junto a obreros de Andújar, Jaén, Martos, y otras localidades de la provincia, en su afán de salvar a la República.
 
  En el momento del golpe de estado militar la corporación municipal estaba formada  por los ediles salidos de las elecciones de abril de 1931, que habían sido suspendidos de sus cargos  en marzo de 1933 por el gobierno de Lerroux pero, de nuevo, restituidos por orden del Gobernador Civil tras el triunfo del centro-izquierda (Frente Popular) en febrero de 1936. Faltaban los concejales monárquicos y por parte de los socialistas: Andrés Velasco (fallecido en noviembre de 1934), Antonio García “Maqueano” y Andrés Rodríguez “El del Ventorrillo”, ahora residiendo en la Línea de la Concepción  tras la amnistía dada a los obreros implicados en la intentona revolucionaria del 6 de octubre de 1934.

Ayuntamiento en julio de 1936:

Alcalde: Ignacio Expósito Villar (socialista)
Primer Tte. Alcalde: Francisco Vallejo Casas (socialista)
Segundo Tte. Alcalde: Manuel Flores Vallejo (socialista)
Resto de concejales: Manuel González Lozano (socialista)
                           Francisco Martínez Velasco (socialista)
                           Antonio Molina Torralbo (socialista)
                           Alfonso Jurado González (socialista)
                           Juan Manuel Alcalá Venceslada (monárquico, presentaba renuncia el 15 de junio de 1936).

 Parece ser que las autoridades locales no tuvieron demasiados problemas en los primeros días de la sublevación militar para controlar los movimientos de los posibles simpatizantes de los golpistas a muchos de los cuales se les requisaron las armas en su poder  sin más incidentes que el causado por el guarda de campo Antonio Lozano Rivillas. En un informe del Consejo Municipal dirigido al Gobernador Civil en marzo de 1938 se decía: “Este individuo es fascista de acción, hecho que demostró el 20 de julio de 1936 cuando fue requerido para entregar las armas que tenía resistiéndose a ello  e hiriendo en  la mano al camarada Juan Vicaria Blanco”. 
  Por su parte la prensa del momento se hizo eco del intento de asalto por parte del Ayuntamiento del jefe faccioso Emiliano Ruano Jiménez, que acabó  detenido por las milicias hecho del que se hizo eco el diario “La Libertad”: “Después de realizarse un minucioso registro de su domicilio se encontraron algunos documentos de interés, quien posteriormente hábilmente interrogado por el Alcalde, confesó su complicidad. También han sido detenidos Vicente Orti García, Francisco García Vinuesa y el aviador retirado Juan Díaz Criado” (7). 

Emiliano Ruano era arjonero y trabajaba a cargo de Juan Díaz Criado, un  militar  perteneciente al cuerpo de intendencia de aviación, ahora en excedencia, que nada más producirse el golpe solicitó incorporarse  al ejército de Franco (8).
 
    Durante las jornadas posteriores a la sublevación se vivieron momentos dramáticos como réplica a las noticias que llegaban de la “zona nacional”, donde era conocido que los sublevados actuaban con “mano dura” frente a las autoridades civiles republicanas y militares fieles a la República. Pronto empezaron a llegar noticias de fusilamientos masivos de los líderes obreros en las provincias limítrofes sublevadas. Moreno Gómez fijó la cifra en 2088 fusilados por las tropas sublevadas en Córdoba capital sólo entre los meses de julio a diciembre (9) y en la provincia de Cádiz las tropas franquistas que desembarcaron en Algeciras dieron lugar a matanzas sin control de víctimas realmente inocentes.

  Estas noticias, qué duda cabe, despertaban el afán de revancha y la tentación  de responder con la misma moneda como lamentablemente así ocurrió. Por eso, en medio del revuelo y descontrol de los primeros días del golpe, autoridades provinciales y locales del Frente Popular quedaron desbordadas por la presencia de milicias republicanas en  la que existieron elementos con deseos de responder con  la misma moneda. Por eso la llegada de estas tropas para proceder a la preparación de la campaña contra Córdoba y los pueblos del valle del Guadalquivir, generaron durante los meses de julio y agosto escenas de gran tensión para las familias de la derecha local, así como verdaderos quebraderos de cabeza a los gobernantes del municipio y dirigentes del Frente Popular.
   En  estos días se detuvieron a la mayoría de los responsables políticos de la derecha junto a los afiliados más significativos. Este fue el caso de Claudio Rostaing, presidente del Centro Republicano de Marmolejo, hijo del industrial hotelero Antonio Rostaing, que por su condición de tener doble nacionalidad, española y francesa, salvó la vida tras ser liberado por orden del propio Gobierno Civil de Jaén a través de un telegrama del día 7 de agosto: “De Gobernador Civil a Alcalde: Llegan noticias a este Gobierno, hallase detenido el súbdito francés Claudio Rostaing. Sírvase informarme urgentemente motivos para adoptar tal medida. Remita mayor brevedad posible oportuno expediente, debiendo entretanto adoptar las medidas necesarias para garantizar su persona conforme  lo tengo ordenado en telegramas anteriores”.

 Ignacio Expósito Villar (1890-1942), alcalde socialista durante la Guerra Civil.

 Claudio había sido vicepresidente del Centro Republicano formando equipo con su cuñado Carlos Sánchez (casado con su hermana María). En estos momentos ejercía la presidencia del citado Centro. Pequeño empresario de hostelería, representaba la cara más centrada de la derecha marmolejeña. De familia con ascendientes franceses, era el mayor de tres hermanos nacidos del matrimonio entre Antonio Rostaing Soullard, propietario del hotel “Los Leones”, y la cordobesa Josefa Pinillos Raya, oriunda de Montilla. Había realizado el bachillerato en el colegio Francés de Córdoba y posteriormente cursaba estudios de peritaje mercantil en la Escuela de Peritos de la capital, a cuya finalización  se dedicó a ayudar a su padre en el negocio del hotel, contrayendo matrimonio con Isabel Lozano Pérez, hija de Pedro Lozano, dueño del desaparecido  hotel Central. Después del incidente de su detención y de su posterior puesta en libertad, optó por marchar a Francia con toda la familia (el padre, la madre y su mujer María y un niño pequeño, a la localidad de Montelimar) a la casa de unos parientes suyos. Ya no volverían a España, en concreto a Sevilla, hasta comienzos de 1937, una vez informados que la capital andaluza había quedado en poder de las tropas de Franco (10).

   Mientras tanto la mayor parte de las personas detenidas no corrieron la misma suerte  de Claudio y eran trasladadas a la Prisión Provincial de Jaén en una operación impulsada por los máximos responsables del Frente Popular, probablemente como medida preventiva para salvar la vida de personas que a pesar de no haber ocupado cargos de responsabilidad en las organizaciones de la derecha, su imputación principal se basaba en haberse confesado abiertamente antirepublicanas. Las detenciones fueron realizadas en los últimos días de julio y los primeros de agosto, siendo conducidas al Ayuntamiento y posteriormente a la Carnecería de la calle de la Estación. 
     

Al cedista Andrés Pastor no lo encontraron en su casa cuando fueron a detenerlo y hubieron de salir a buscarlo a la finca “Las Labraíllas” del término municipal de Montoro que llevaba en arrendamiento. En la finca de Las Prensas del término municipal de Montoro, les fueron requisadas 27 escopetas y dos rifles escondidas en un depósito de aceite y en otras dependencias de la casería (11). Uno de los detenidos, Mateo Solís Rodríguez, encargado de la propietaria agrícola, Doña Angelina García Villarías, nos cuenta en su pequeño cuadernillo de notas que en la madrugada del día 1 de agosto, encontrándose preso en el edificio de la Carnecería, “hicieron un disparo de bala por una de las ventanas que después de rozarle ésta a uno de los presos levemente, taladró un tabique originando el susto consiguiente”.

A principios de agosto (día 3) tenía lugar el traslado a Jaén de las siguientes personas:

  -Juan Roncero Jurado (propietario)
  -Juan Roncero Lara (propietario)
  -Alfonso Sánchez Solís (industrial)
  -Carlos Sánchez Solís (industrial)
  -Miguel Navarro Molina (industrial)
  -Antonio Parras Sanz (sacerdote, obtuvo la libertad en febrero de 1938)
  -Jerónimo Parras Sanz (administrador)
  -Pedro Perales Yedrá (propietario)
  -Mateo Solís Rodríguez (administrador)
  -Jesús Sáez Martínez (agente comercial)
  -Antonio Ortega Quesada (propietario)
  -Antonio González García (propietario)
  -Mariano Lara Pérez (guarda nocturno, separado del servicio el 29 de febrero de 1936 por su colaboración con la Guardia Civil en los sucesos del seis de octubre de 1934).
  -Antonio Lozano Rivillas (guarda de campo).
  -José Venceslá Mingorance (teniente de artillería)
  -Emilio Pérez Campoy (pintor)
  -Cristóbal Pantoja Lopera (carpintero, fue puesto en libertad el 1-11-1938).
  -Emiliano Ruano Jiménez (administrador)
  -Pedro Pérez Ruiz (guardia civil retirado)


  Este traslado hasta Jaén se hizo a las cinco de la mañana en un autobús que iba escoltado por milicianos para evitar represalias y actos de vandalismo contra los detenidos. Así lo cuenta Mateo Solís en su diario: “Agosto 3, a las 5 de la mañana, salida de 22 de los detenidos para Jaén pasando por los pueblos de Arjonilla, Arjona, Escañuela, Torredonjimeno, Torredelcampo donde en cada uno de éstos nos querían fusilar salvándonos providencialmente, particularmente, en Arjonilla y Arjona”.

   La mayoría de esta gente, desconocían  los cargos que se les imputaban y estuvieron presas hasta el final de la guerra en condiciones penosas en las naves de la Catedral, a donde fueron trasladados desde la cárcel provincial. Serían alojados en las capillas laterales o hacinados en los sótanos de la misma  y con la congoja de no saber en qué momento les tocaría vivir el destino final. Por su parte sus familiares quedaron desamparados, con sus recursos económicos agotados por la duración de la guerra y con sus propias viviendas requisadas para alojamiento de los milicianos que ocupaban la localidad. También muchos de sus bienes patrimoniales, rústicos y urbanos fueron incautados mediante un procedimiento del que se informó a la autoridad gubernativa, en un intento de evitar apropiaciones indebidas. Además para muchas de estas familias resultó enormemente comprometido huir a zonas ocupadas por los sublevados por miedo a posibles represalias.
  Pero no siempre  los hechos discurrieron por esos derroteros: otros marmolejeños de  afines a las organizaciones de la derecha política, corrieron peor suerte y encontraron finalmente la muerte durante los días 16 y 18 de agosto. En la madrugada del uno de agosto, según el testimonio de Mateo Solís, era herido levemente el guarda de campo Ramón Pedrajas Lara que estaba preso junto a los restantes detenidos en el edificio de la Carnecería. También en la madrugada del día 16, tras los temidos “paseos”,  diversos efectivos de las milicias dieron muerte a Félix Expósito Ramírez, agricultor de 50 años de edad, y dos días después, igualmente de madrugada ejecutaban, sin  juicio previo, a las siguientes personas cuya ideología conservadora era sobradamente conocida:
 -Enrique Ayala y Soria (n. 1877), médico y propietario agrícola, de 59 años de edad, viudo de Manuela Delgado Caballero Lara, con dos hijas Carmen y María. Ayala perteneció durante la monarquía de Alfonso XIII al Partido Conservador de Marmolejo, siendo concejal y alcalde entre 1920 a 1923.
-Manuel Solís Pedrajas, empleado del Ayuntamiento, auxiliar de Recaudación de Arbitrios, de 47 años de edad.
 -Juan Luis Burlo Gónima, de 63 años, propietario agrícola que había sido Alcalde durante el periodo primoriverista, entre 1925 a 1939. Era natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), de donde procedía su padre José Luis Burlo Balde, primer administrador del Balneario con Eduardo León y Llerena.
-José Pérez García, de 71 años, con domicilio en la calle Perales 34, casado con Petra Valenzuela y en segundas nupcias con la hermana de ésta, María Valenzuela y Malo de Molina.
-Vicente Lozano Madera, de profesión mecánico-herrero, de 25 años de edad, soltero. Se comentó que su asesinato no encajaba en la tipología de los anteriores y se le achacó a motivos diferentes de los meramente políticos, quizás relacionados con ciertas rivalidades amorosas con un carabinero republicano. Su muerte fue una de las más sentidas e incomprendidas pues era un joven lleno de vitalidad, ajeno al mundo de la política local, pero bastante implicado en la vida cultural y deportiva marmolejeña. Curiosamente jugó en el Marmolejo C.F. junto a compañeros que profesaban simpatías por la República, como Eduardo Perín Martínez (socialista) y José Gutiérrez Alcalá (partido Unión Republicana) (12).

  Los cadáveres de los cuatro primeros fueron recuperados, acabada la guerra, en la zona del Baldío, y el de Vicente Lozano Madera en el pozo de los Ventorrillos del Lobo con las piernas quebradas. También el veintidós de agosto era asesinado Juan Alcalde Tartaja, de 39 años de edad, natural de Espiel (Córdoba), guarda jurado en la finca de La Dehesilla.

  En momentos dramáticos como éstos la autoridad moral y política de los alcaldes parece que fue suplantada por las acciones arbitrarias y descontroladas de algunos milicianos, la mayoría de ellos provenientes de la minería linarense e imbuidos de un afán revanchista encauzado, en ocasiones, hacia la dirección que indicaban algunos cabecillas locales de segunda o tercera fila ni siquiera legitimados por los principales responsables del Frente Popular. Hoy sabemos que la plana mayor del socialismo marmolejeño y el propio Ignacio Expósito como máximo representante procuraron con los medios a su alcance remediar la situación de violencia desatada, protegiendo a los encarcelados mediante su traslado a la prisión de Jaén donde, finalmente, pudieran salvar sus vidas alejados físicamente del deseo de revancha de los elementos más radicales.

Los documentos existentes en el Archivo Municipal y los testimonios de militantes históricos de la izquierda,  confirman que Ignacio intentó reiteradamente salvar las vidas de estas personas detenidas. El testimonio de José Molina Rodríguez, hijo del socialista Antonio Molina Torralbo (“maestro Corbella”), confirma su interés por velar de la integridad de los presos: "Entonces acostumbraba a coger la llave de la prisión local que estaba en la Carnecería y se la llevaba durante la noche a su casa metida en el bolsillo y con un guardia de escolta para que no le quitasen la llave en el camino, ya que allí estaban a la espera de que se los llevasen a la cárcel de Jaén". Por otro lado el testimonio recogido a Isabel Vicaria Collado,  hija del socialista Juan Vicaria Blanco, fusilado en Jaén el 20 de junio de 1942, nos refiere que un grupo de cabecillas locales de los más exaltados, amenazaron esos días al alcalde con arrojarlo por el balcón del Ayuntamiento si no les entregaba la llave del calabozo.
  En esa misma línea iban dirigidas las instrucciones enviadas desde el Gobierno Civil a los alcaldes en sucesivas órdenes telegráficas: “De Gobernador Civil a Alcalde: A partir de estos momentos cuantas detenciones verifiquen las milicias, las pondrán en conocimiento de la autoridad municipal. Ésta se hará cargo de los detenidos, ordenando su encarcelamiento en la prisión del propio pueblo donde se hayan verificado las detenciones, bien entendido que prohíbo terminantemente el traslado de presos a esta capital sin una orden expresa mía, siendo inútil razonamiento que pueda hacerse a falta de seguridad de las prisiones, ser sacerdotes los detenidos, ni ninguna otra circunstancia pues deben ser las propias milicias las que defiendan a los detenidos e impidan su evasión”.

  El clima de venganza perduró y resultó ciertamente difícil de controlar por las autoridades republicanas durante los días que precedieron a la sublevación militar. Así pues el veintinueve de septiembre fallecía el sacerdote Julián Castilla Casado (1870-1936), a la edad de 67 años,  a consecuencia de las torturas infringidas en la Carnecería. Otros dos hechos luctuosos se repitieron el 17 de octubre con el asesinato del médico Miguel Cerrillo García del Prado, destacado dirigente cedista, y del anciano comerciante, Esteban Herrero Brieva, tío carnal de María Herrero León, esposa del farmacéutico Tomás Calero Arias. Su detención se produjo cerca de la farmacia de su sobrina en unas condiciones de crueldad extremas pues para que soltase los hierros de la ventana a los que se asía, tuvieron que quebrarles ambas manos. Sus cadáveres fueron encontrados en la zona de la Puente Quebrada próxima al arroyo salado de Arjona. Sus restos mortales fueron enterrados en Arjonilla siendo trasladados a Marmolejo en septiembre de 1939 tras un acuerdo de sesión plenaria del la Comisión Gestora Municipal celebrada el día cuatro (13). 
  Huelga decir que la brutalidad de sucesos como éstos prendió el miedo y el pánico entre las familias de derechas, convirtiéndose en obsesión la salida de la localidad, buscando lugares donde residir más tranquilos al precio que fuera. En este sentido el historiador militar José Manuel Martínez Bande (14)  apunta que “en los diez últimos días del mes de diciembre la moral de las milicias va decayendo, muchos abandonan sus puestos e incluso algunas columnas -especialmente de la CNT- se dedican al saqueo y destrucción de la retaguardia. La reacción de los milicianos a estas derrotas se reflejó sangrientamente. Ya el 21 de diciembre Saravia (Teniente Coronel Hernández Saravia (15), Jefe del Sector del ejército republicano del Sur con cuartel general en Montoro) decía a Monje (general Fernando Martínez Monje, Jefe del Ejército del Sur con cuartel general en Jaén): “Hay algunos elementos, que usted ya conoce, que se dedican al saqueo y a hacer toda clase de atrocidades. Así ha ocurrido en Montoro y Villa del Río, y aquí en Andújar, antes de llegar nosotros hubo hasta un encuentro a tiros”.

  Igualmente en un telegrama del jefe del Ejército del Sur (general Martínez Monje) al Estado Mayor Central en Valencia se decía: “Franca desbandada centurias Milicias Andalucía-Extemadura (CNT) que ocupaban frente de Montoro, el cual abandonaron casi sin ser atacados, dirigiéndose al pueblo, donde cometieron toda clase de desmanes...Está en nuestro poder Villa del Río; en este pueblo fuerzas de referencia cometieron toda clase de desmanes..! Martínez Monje solicitaba el día 23 al Estado Mayor Central entre 100 y 200 carabineros armados para las poblaciones civiles totalmente desamparadas” (16). 
   En lo referente a Marmolejo, los intentos de sujetar estos desmanes fueron evidentes por parte del Ayuntamiento solicitando reiteradamente la presencia de guardias de asalto para realizar labores de protección y de policía al objeto de disuadir e impedir las acciones de tipo revanchista. A pesar de estos esfuerzos hemos de contabilizar más acciones esporádicas de elementos violentos a tener en cuenta en estos primeros días posteriores al golpe militar. Hacia diciembre de 1936 tuvieron lugar los asesinatos del casero de los Rasos, Ginés Hernández Zamora; de su hermano Juan, aparcero de la cercana finca de Obejitas y del suegro de Ginés, Pedro Villar “Colorín”, que estaba de casero en los Miñones. 
   Los hermanos Ginés, Juan y Pascual eran de origen almeriense pero llevaban varios años cultivando con sus padres, en régimen de arrendamiento, parcelas ganadas al monte en la finca de Obejitas (perteneciente al dueño de los Rasos), término municipal de Montoro. Recién llegados de Almería habitaron en chozos cercanos a “Los Miñones”, dedicándose a realizar picón  y carbón vegetal. Allí Ginés ennovió con  la joven Alfonsa, hija del casero de “Los Miñones” con  la que posteriormente contrajo matrimonio. El día en que eran detenidos se encontraban casualmente en la casería de los Rasos, los tres hermanos y Pedro “Colorín”. Éste había subido a decirle a su hija que marchara a “Los Miñones”, para atender a su madre que estaba enferma. Llegaron  los milicianos que andaban buscando al propietario de los Rasos, el capitán de infantería del ejército sublevado  Ricardo Muro Ríoboó, para detenerlo. Este militar a la altura de diciembre de 1936 era capitán de infantería, perteneciente a una familia de militares, ahora enrolado en el ejército sublevado (su padre, Ricardo Muro Joaristy también fue militar del cuerpo de Infantería con destino en Córdoba). Al parecer mal informados por un trabajador de la zona apodado “El Briceño”, quien les aseguró que el tal Don Ricardo estaba escondido en la finca, protegido por Ginés, tras registrar la casería y casillas aledañas, y no hallar rastro ninguno de él, optaron por llevarse a todos los presentes hacia el cortijo de La Campana del término de Marmolejo, donde fueron fusilados. 
   Sólo salvó la vida, Pascual, gracias a la mediación de casero de La Campana que dio cuenta a los milicianos de su numerosa familia y de su condición de jornalero sin recursos. Evidentemente estas muertes resultaron  ser un  tremendo error en el que pudieron intervenir los deseos de saldar algunas viejas cuentas por el tal “Briceño”, pues de todos era conocido que el militar Ricardo Muro se encontraba en Córdoba al servicio de las tropas de Franco. 
   Todos los fusilados eran gentes sencillas, trabajadores encomendados a los trabajos en la sierra rozando monte o realizando carbón y picón para los hornos de la comarca. Su muerte no respondió a la tipología de las que se produjeron en estos primeros días de la guerra pues no eran gentes de ideas, ni siquiera militaban en partidos políticos de derechas. Sus cadáveres jamás fueron encontrados a pesar de que sus familiares no dejaron de buscarlos por toda la ribera del Yeguas. Tampoco fueron reclamados por los vencedores al finalizar la contienda.
  En la víspera de Nochebuena, en la madrugada del día 23, se produjeron más hechos luctuosos con los “paseos” y ejecuciones del sacerdote Francisco Aranda Cabrera (de 62 años de edad) torturado con  extrema crueldad; del propietario Pedro Perales Domínguez “Periquito Semana” (de 72 años); de Juan Solís Pedrajas (de 44 años), agente ejecutivo del Ayuntamiento hasta 1936; Manuel Casado Sevilla (de 28 años), chófer de profesión; Francisco Martos Casado (de 66 años), natural de Andújar, y de Juan Antonio Díaz Palomino (de 58 años), empleado del Ayuntamiento. También en Andújar ejecutaban al sacerdote marmolejeño Pedro Solís Rodríguez a la edad de 50 años, párroco de Santa María, al que arrojaban a un pozo aún con vida. Serán las monjas de un convento cercano quienes al sacar agua el siguiente día, advirtieron la tragedia ocurrida por el color rojizo del agua. ¿Fueron imputables estos desmanes a esos mismos grupos de milicianos de los que se quejaba el comandante Hernández Saravia?
  Otros tantos marmolejeños de la derecha, o afines a ella, salvaron sus vidas milagrosamente aprovechando el desconcierto creado por la evacuación de la Nochebuena, para huir hacia localidades de la retaguardia; unos lo hicieron quedándose en pueblos de la provincia de Jaén (“zona roja”) alejados de las líneas de conflicto y otros cruzando el Guadalquivir por la barca de José Vicaria, por la zona de Casas Nuevas y Bretaña, tomando dirección Villa del Río y otras localidades de Córdoba en poder de los “nacionales”.
   El maestro de primaria Carlos Jiménez Bustos (17),  tuvo que abandonar la localidad a media noche con dirección a Andújar y posteriormente refugiarse en Arquillos donde estuvo escondido más de un mes para evitar represalias. En otras ocasiones actuó la sensatez de determinadas personas del ejército republicano que con su decidida intervención impidieron la consumación de nuevas ejecuciones realizadas al margen de cualquier procedimiento judicial. Es el caso del farmacéutico Tomás Calero Arias que todavía antes de partir con su familia hacia Cabra de Santo Cristo (Jaén) pudo evitar ser detenido gracias a la intervención del carabinero Tomás Díaz Arellano. Así lo refería Carlos Jiménez Bustos, alcalde en febrero de  1940 en el siguiente informe de fecha 28 del mismo mes dirigido al Comandante Juez Instructor de la Comandancia de Carabineros de Madrid: “En la noche del 24 de diciembre de 1936, Francisco Calero Herrero, hijo, tuvo que requerir auxilio a la fuerza militar por haber llegado a su conocimiento que los marxistas tenían proyecto de asesinar a sus padres y hermanos por el procedimiento del paseo. Entre la guardia que le envió el comandante militar rojo iba este carabinero quien al ver que unos cuantos rojos querían entrar en el domicilio salió al paso de ellos, les habló e impidió sus propósitos”. Tomás Calero marcharía posteriormente a Cabra de Santo Cristo donde empeoraría de una dolencia cardiaca y moriría el cuatro de febrero de 1939, a punto ya de finalizar la guerra.
   Circunstancias similares hubieron de vivir el veterinario José Solís Pedrajas que abandonó precipitadamente Marmolejo en compañía de su madre Trinidad, sus hermanas Manuela y Rosalía y su esposa Eladia Rostaing, hermana de Claudio Rostaing, miembro del Partido Radical. También el médico Julio Vizcaíno, por citar entre otros, a personajes de cierta significación política, o la familia Orti Serrano, vinculada a la Sociedad de Aguas Minero-medicinales, siguieron también el camino del destierro. Junto a ellos otras muchas familias optaron por abandonar Marmolejo. Hacia enero de 1938 el Ayuntamiento (18) informaba al Gobernador Civil de Jaén, el socialista Ricardo Mella, que en torno a unas 162 personas se encontraban en territorio faccioso por temor a alguna represalia o desgracia de guerra. La mayoría no regresaría hasta el final del conflicto.

Listado de familias que abandonaron Marmolejo a lo largo de la contienda buscando refugio en territorio sublevado:

(Fuente: Ayuntamiento de Marmolejo, Actas Capitulares 21 de enero de 1938)

Para otras familias de clase acomodada, el exilio les supuso la incautación de sus bienes urbanos y propiedades rústicas que pasaron a manos de las colectividades obreras. Éste fue el caso  de Angelina García Villarías, cuya casa en la calle Perales,  pasó a ser sede de la Juventud Socialista Unificada; la casa de “La Aviadora” era convertida en sede de una de las colectividades agrícolas; la vivienda de los Orti, en la calle de las Parras, en sede social del Frente Popular y  en otras muchas casas vacías  se alojaron, a lo largo de toda la guerra, personal de tropa y mandos, pertenecientes al Ejército del Sur (20 División), entre ellos el Batallón de Voluntarios nº 9; la Brigada de Caballería (34 Regimiento) y el Regimiento de Caballería nº 4 “Jesús Hernández”. 
   La incautación también afectó a la Sociedad de Aguas dirigida por el ingeniero de minas Carlos Orti Serrano y a su bien más preciado, el Gran Hotel Balneario, reconvertido ahora en hospital militar y en sede del 318 Batallón de la 80 Brigada Mixta, a la altura de 1938. Este batallón ocupó también el Hotel Central incautado a Pedro Lozano Muñoz. Por su parte la vivienda habitual del párroco fue destinada a Comandancia Militar junto a otro edificio particular en la Plaza de la Constitución. Otras tropas se alojaron en la casa de los condes de Villaverde, en la plaza del mismo nombre. En cuanto a  los dos edificios religiosos más importantes como el templo parroquial y la ermita de Jesús serían utilizados durante toda la guerra como mercado de abastos y economato respectivamente.

  Pero si las acciones represivas y los primeros efectos de la guerra resultaron ser crueles en la zona donde los sublevados no habían conseguido triunfar, la represión desatada contra las personas de izquierdas con responsabilidades en ayuntamientos republicanos o, meramente, en partidos políticos y organizaciones de la izquierda, sería igualmente pavorosa. Incidentes luctuosos y lamentables tuvieron lugar en las capitales de provincia (Sevilla, Huelva, Cádiz y Málaga), y en los pueblos dominados desde el primer momento por las tropas de los militares golpistas que acababan deteniendo y fusilando a cuantos eran sospechosos de republicanismo.  Tristemente recordadas fueron las acciones represivas llevadas a cabo por Manuel Díaz Criado, conocido como “verdugo de Sevilla” a quien Queipo de Llano encomendó la represión sobre los republicanos en aquella capital.

Este personaje de infausto recuerdo para todo el republicanismo sevillano pasó durante la postguerra largas estancias en Marmolejo con motivo de su nombramiento como comandante militar en Andújar fijando su residencia  en el cortijo de los Mártires que aún no le había sido devuelto al marqués de Albaida, a pesar de que este noble lo reclamaba con  insistencia al Gobierno de Madrid. 
    Por otro lado los sucesos trágicos vividos en el campo de Gibraltar (Algeciras y La Línea) donde aún trabajaban los socialistas marmolejeños Andrés Rodríguez, alcalde entre 1931 y 1932) y Antonio García Martínez “Maqueano” (concejal de 1931 a 1934) aparecen recreados en el testimonio escrito del hijo de Antonio, Pablo Iglesias García Vergara. En él relata cómo fueron los últimos días de Andrés Rodríguez y su familia y las relaciones entre éste y su padre:
   “Mi padre encontró trabajo en Gibraltar. Vino la amnistía de los del 34. Hicimos la casa en La Línea de la Concepción. Andrés Rodríguez también. Mi padre siguió trabajando en Gibraltar y Andrés montó un negocio de panadería, el que le costó la vida a él y a su hijo, porque cuando la sublevación fascista de 1936 liderada por Franco y demás militares, el Partido Socialista declaró huelga general en los pueblos donde ganaron los sublevados. Andrés Rodríguez siguió saliendo a vender a la Plaza con un puesto de pan que allí tenía, creyendo que no se iban a meter con él. Error tremendo: ya habían llegado las tropas del Tercio Moro en los siete barcos que desembarcaron en Algeciras y desde allí fueron a La Línea. Dicen que salió un mujer con una bandera diciendo !Viva la República!, y este fue el pretexto para volverse las tropas de Franco que iban desfilando y comenzando a disparar sembraron de muertes y heridos las calles de la Línea de la Concepción. Mi padre y mi hermano Besteiro salieron para ver si cogían armas y enfrentarse a las tropas fascistas (esto sería por la tarde). Mi madre, al ver que no volvían salió ya de noche levantando las cabezas de los muertos y heridos, buscándoles. Ya sobre la media noche se presentaron los dos.
   Mi hermana Encarnación que había ido por la tarde a ver el desfile, se refugió en el Cuartel de Carabineros, junto a la Aduana, y yo que también había ido, recuerdo que como las calles eran de arena !qué sofoco oyendo los tiros cada vez más cerca y no poder correr más!.
    Al otro día y los siguientes de la matanza, todo el pueblo de La Línea y los que trabajaban en Gibraltar. Los ingleses cerraron la frontera y con mangas de agua de fuerte presión obligaban a los miles de personas a no entrar huyendo del terror. Entonces se optó por huir a la sierra que se llamaba sierra Carbonera y allí estuvimos varios días.
      Cuando se calmó la cosa volvimos a La Línea y los que trabajaban en Gibraltar (que era el caso de mi padre) se les podía dar un pase. Mi padre consiguió uno porque trabajaba en la casa Bata (de zapatos) y así entró; fue un día terrible. Mi hermana Encarnación le siguió hasta que entró en Gibraltar, pues si lo hubieran descubierto era muerte segura. El resto de la familia quedábamos en La Línea. Mi hermano Antonio que también trabajaba en la casa Bata, consiguió otro pase y con el pase  que nos dio un vecino de La Línea, pasamos los demás, Besteiro, Fernando y yo, que como era el último me llevé la llave de la casa. Mi madre llamó a Gibraltar “un rincón de gloria” ya que fue un tiempo de tranquilidad y seguridad el que vivimos allí, pues a mi padre Gibraltar le salvó la vida dos veces, en el 34 y en el 36.  Andrés Rodríguez que no se refugió en Gibraltar, continuó con el negocio de la panadería en La Línea.

Fueron a por él a su casa; intentó escapar por la trasera y allí lo apresaron y lo fusilaron después, a él y a su hijo Andrés que era abogado. Sus otros hijos Frasquito, creo que fue el que sobrevivió. Juan (el más joven de los cuatro varones) y dos hembras, Encarnación  (alta, rubia, guapa) y Dolores, por la tragedia vivida murieron “ 

El hijo de Andrés, Bartolomé, al que algunos daban por fusilado, sobrevivió a la guerra. El 26 de marzo de 1949 se encontraba en el arresto de Marmolejo, reclamado por la Junta de Libertad Vigilada de Sevilla. En cuanto a Encarnación  y Dolores Rodríguez, el testimonio de Antonio García Vergara, confirma que murieron de tuberculosis y de hambre en aquellos duros años de postguerra.  

Acciones bélicas en nuestra comarca:

          Estabilizado el frente de guerra en la franja comprendida entre Córdoba y El Carpio desde finales de agosto de 1936, los planes del general  sublevado  Gonzalo Queipo de Llano, a mediados de diciembre, de avanzar desde Sevilla para ocupar las zonas olivareras de Andújar y Martos y auxiliar, de paso, a los guardias civiles y falangistas amotinados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, suponían un motivo de preocupación y alarma entre la población civil marmolejeña, para la que se determinó por parte de las autoridades políticas y militares del Frente Popular, la evacuación a zonas de la retaguardia más apartadas como Ándujar, Bailén y Baños de la Encina. La evacuación se llevo a cabo el mismo día de Nochebuena, quedando el casco urbano semidesierto con la sola presencia de los efectivos militares y las primeras autoridades civiles.  Y es que entre el día 14 y 19 de diciembre, las unidades marroquíes y las tropas regulares de Queipo de Llano, apoyadas por tanques y aviación, rompían el frente republicano entre Alcolea y El Carpio, conquistando sin grandes dificultades Adamuz y Bujalance, continuando luego su avance hacia la cercana Villa del Río. El mando republicano del sector, que lo ostentaba el coronel de artillería Juan Hernández Saravia (19) cayó en total desconcierto. Los primeros refuerzos (formados por el 9º Batallón  de la XIV Brigada Internacional, “Batallón Sans Nom”) no consiguieron  detener las tropas franquistas que ocuparon El Carpio, Montoro, Villa del Río, Lopera y Porcuna. 
  Cuando el mando republicano de la zona solicitaba refuerzos, se envió a la XIV Brigada formada de voluntarios internacionales, con  base en Albacete. El mismo día veintidós partía hacia el frente el Batallón “Sans Nom”  a las órdenes del búlgaro Stomatov y cuyo comisario era el serbio Petrovic. El día 23 de diciembre, de madrugada, los interbrigadistas llegaban a la estación de Andújar, con órdenes de recuperar el vértice de la Nava sobre Villa del Río y próximo a Montoro. Los brigadistas cruzaron el Guadalquivir por el puente de hierro cercano a Villa del Rio, que aún no se encontraba dañado por los bombardeos instalándose sobre el cerro de la Nava. “El choque con las tropas sublevadas, a las que no esperaban encontrar tan pronto, resultó de extraordinaria dureza. Los interbrigadistas estaban bien armados, pero cuando la caballería contraria describió un amplio movimiento con  la intención de coparles, cayeron en un enorme desconcierto. Sin conocer el terreno, sin idea de donde se hallaban exactamente, los interbrigadistas fueron diezmados. Al amparo de la noche se retiraron llegando hasta el Guadalquivir.  Muchos intentaron cruzar el Guadalquivir a nado, siendo tragados mortalmente por sus aguas. El resto fue cayendo durante los días siguientes en manos del enemigo.”. (20)  Finalmente solo 200 de los setecientos hombres del batallón Sans Nom consiguieron llegar a Marmolejo y Andújar  en pésimo estado.

Queipo de Llano durante el homenaje realizado en Sevilla al comandante Castejón. Le acompañan José Cuesta Monereo, jefe del Estado Mayor, y el capitán Manuel Díaz Criado.

Fuente: Fototeca Municipal de Sevilla, archivo Serrano.

 Durante la noche del día 25 de diciembre llegarían a Andújar, vía ferrocarril, los demás batallones de la XIV Brigada Internacional (el número 10 Vaillant-Couturier; el 12 La Marsellaisse, denominado posteriormente de Ralph Fox, y el 13 el de Henri Barbusse, que a diferencia de los otros no se había formado en Albacete, sino en Barcelona. Muchos de los brigadistas pernoctaron en Marmolejo los días previos a entrar en combate, en las afueras de la población, descansando bajo los olivos y cubriéndose con  ramas para protegerse del frio de la madrugada.  El mando los destinó a la defensa de Lopera y el cometido de cubrir la carretera General IV, pero pronto se percataron de que Villa del Río y Lopera ya estaban en manos de los sublevados. La aproximación hacia Lopera, desde Marmolejo, se hizo por el cerro de San Cristóbal (camino “Entre dos Cerros”) y la antigua Carretera General, por los cortijos de Santa Cecilia y Santa Inés (21). 

  El general polaco Walter (22) ordenó  que los interbrigadistas se desplegaran ante Lopera, iniciándose durante la madrugada un ataque internacional que no concluyó hasta las once de la noche y cuyo objetivo sería recuperar la localidad. Los combates se prolongaron durante los días 27, 28 y 29 de diciembre en los que se significaron  los brigadistas ingleses a las órdenes de Nathan, cuya compañía fue prácticamente aniquilada en el curso de la jornada. Tuvo 78 muertos de un total de 145 hombres. Allí cayeron los escritores ingleses  Ralph Fox y Rupert John Conford (biznieto del naturalista Charles Darwin). Los interbrigadistas enormemente desmoralizados fueron mantenidos en el frente hasta el día 8 de enero de 1937. El día uno de enero se perdió Porcuna pero el enemigo ya no avanzó hacia Marmolejo y Andújar, quedando pues definitivamente estas localidades en zona republicana hasta el final de la contienda.

  El resultado de la batalla de Lopera fue un desastre de mayores dimensiones que el sufrido unos días antes por el Sans Nom en las inmediaciones Villa del Río y el Cerro de la Nava. Cerca de 1000 brigadistas murieron combatiendo y más de medio millar se dió a la desbandada, malheridos, huyendo desorientados campo a través por olivares y caminos buscando Marmolejo y Andújar. Muchos de ellos fueron localizados muertos en las inmediaciones del cortijo de San Julián, zona en donde fallecieron en su huida, no sólo los heridos en los combates de Lopera sino también  los brigadistas malheridos procedentes del Cerro de La Nava. Allí mismo fueron enterrados, en los días sucesivos, en el lugar conocido posteriormente como “Cerro de los Muertos”, paraje cercano  a San Julián que aún  perdura en el recuerdo de los antiguos colonos del Poblado de colonización por la cantidad de cadáveres que hallaban durante los trabajos de explanación  para la puesta en regadío de las parcelas. Allí yacen todavía sus restos que nunca nadie se encargó de recuperar. 

  Otros muchos combatientes cayeron prisioneros por las tropas sublevadas, entre ellos tres jóvenes milicianos marmolejeños de la Juventud Socialista Unificada: José Arévalo García, Juan Casas Santiago y Gaspar Muñoz “El del tío Blas”. Sabemos que los dos primeros fueron llevados a Córdoba y allí mismo serían fusilados en marzo de 1938. En la batalla de Lopera perdieron igualmente la vida varios boinas rojas y soldados del ejército sublevado. 
 

En relación a la situación  de Villa del Río y Montoro, la actuación conjunta  de la Tercera Brigada comandada por el teniente de carabineros José María Galán, y la de la XVI Brigada al mando del diputado comunista Pedro Martínez Cartón, aunque no pudo impedir la pérdida de Lopera y de Porcuna, consiguieron mantener a estos dos pueblos bajo dominio republicano.

 La “Campaña de la aceituna” lanzada por Queipo de Llano puso en riesgo por momentos la situación de Marmolejo que al parecer, y según se reflejó en alguna prensa “nacionalista” como el diario “El pensamiento alavés”, de 8 de enero de 1937, sufrió algunas incursiones esporádicas de tropas sublevadas el día cuatro de enero, pero sin ningún éxito ni pérdidas de vidas humanas tanto civiles como militares. De este supuesto ataque, sin embargo, no ha quedado constancia en los documentos oficiales del Ayuntamiento probablemente por la escasa importancia que tuvo o por la rapidez y contundencia con la que actuaron las tropas republicanas existentes en la localidad frenando el avance de las tropas moras, a la altura de la estación de Marmolejo, que hubieron de replegarse, de nuevo hasta Villa del Río. 
    Las principales consecuencias del anunciado avance fue la evacuación total de la población civil de Marmolejo el día 24 (Nochebuena) hacia zonas más seguras, quedando tan solo en la localidad los máximos dirigentes políticos locales  y efectivos de guardias municipales y de tropas republicanas encargadas de su defensa. Las memorias de Félix Vicaria Gómez resultan muy ilustrativas sobre los momentos vividos por la población civil en esos días de Navidad. En ellas nos refiere los pormenores de la evacuación y de como durante todo el día 24 fueron llegando a Marmolejo personas que venían de poblaciones cercanas como Villa del Río, Montoro, El Carpio, huyendo del avance fascista. “Por la tarde empezaron a decirle a la gente que había que evacuar. Algunos desde el medio día se echaron a la carretera, otros no lo podían creer. Por la tarde, a la puesta de sol, llegaron los moros hasta la estación. Cuando dijeron que los moros serían los primeros en entrar en el pueblo, el pánico se apoderó de la gente pues cuando llegaban a un pueblo lo saqueaban y abusaban de las mujeres. En el pueblo había una camioneta, el alcalde le dijo que se tenía que poner a disposición del Ayuntamiento porque había ancianos y gente inválida que había que evacuarlos del pueblo, por lo menos hasta Andújar. Nosotros por tener a mi abuela inválida tuvimos que esperar el turno que nos habían dado. Era la una de la madrugada, y todavía quedaba otro viaje  detrás de nosotros. Aquella Nochebuena fue la noche más fría del mundo. Había una escarcha que parecía que el pueblo estuviera nevado. Con aquella helada tan  tremenda y una arriada de niños y mujeres cargadas, como un reguero de hormigas. Los pequeños con los pucheros y las sartenes a cuestas; los mayores con un saco llevando lo poquito de valor que tenían. Las madres, con un lío hecho con las sábanas, amarradas con los cuatro picos con las ropas que tenían para ponerse. El marido con uno o dos colchones liados con cuerdas y amarrados a las espaldas. Había candelas a lo largo de toda la carretera, como hacía tanto frio, cuando llegaban a una candela, se paraban a descansar y calentarse. Cuando descansaban, otra vez los bártulos a cuestas y para delante hasta que llegaban a otra candela, y así todo el camino" (23).  
   A medida que la situación empezó a estar controlada por las fuerzas republicanas mucha población volvió de nuevo a Marmolejo, al que encontraron  semidespoblado con las calles vacías y un enorme silencio. Sólo, había perros andando de un lado para otro buscando a sus dueños, según el testimonio de Félix Vicaria.

La batalla de Lopera, en diciembre de 1936 contó con la presencia de miles de brigadistas voluntarios internacionales. Foto: Brigadistas desfilando por una calle de Andújar. Fuente: Red Jaén/Francis.

Garita de vigilancia de la Guerra Civil, frente a la Aragonesa, utilizada por el ejército republicano para controlar la zona de frontera, aguas abajo de Casas Nuevas, sobre el rio Guadalquivir.

  A partir de este primer episodio importante de guerra ocurrido en nuestras proximidades, mucha población civil marchó a vivir al campo, cortijos y huertas del entorno del casco urbano no regresando a sus domicilios hasta final de guerra. En la casería del Carmen del término municipal de Villanueva de la Reina, propiedad de la hacendada Ana Cañete Romero “La cañeta”, se refugiaron niños, ancianos, tirados por el suelo, en camastros, cada uno como podían, y en la zona del arroyo Escobar, del término de Andújar, funcionó durante varios meses el economato de la “Casa Grande” encargado del abastecimiento de las familias  evacuadas. El medio más usual de transportar los enseres más básicos de los evacuados fueron los carros, los mulos y sobre sus propios hombros. Varias familias optaron por buscar refugio en localidades más apartadas de la línea de conflicto como Bailén, Baños de la Encina o Linares. Finalmente otras muchas de clara simpatía hacia los sublevados buscaron su seguridad personal en la provincia de Córdoba en localidades bajo el dominio franquista tal como lo informó el Ayuntamiento en la relación de evadidos relatada más arriba.  Aunque gran número de evacuados se quedaron  a vivir en el campo hasta el final de la guerra, sin embargo algunas familias con miembros encarcelados en Jaén no tuvieron más remedio que regresar  y ponerse bajo el control de las autoridades locales, pues la huida hacia “zona nacional”, podía suponer la toma de represalias con los familiares encarcelados.

  Pasados los primeros momentos de incertidumbre y zozobra, a partir de enero de 1937 las líneas de los frentes se estabilizaron sin apenas variaciones dignas de mención, coincidiendo la frontera entre las “dos Españas” prácticamente con los límites occidentales de nuestro término municipal hasta el final de la guera. La frontera entre la España sublevada y la republicana quedó fijada a escasos kilómetros de Marmolejo y es por ello que empezaron a construirse en todo el límite con la provincia de Córdoba, a lo largo del Guadalquivir (zona de los Algarbes) y rio Yeguas (Boca del Río), una larga línea de trincheras de más de tres kilómetros, con nidos de ametralladoras y puestos de vigilancia ante cualquier supuesto ataque del ejercito franquista por este flanco. Otros puntos estratégicos de control se establecieron por el lado de la campiña, entre el cerro de San Cristóbal, los altos de Ropero y el cerro de Las Monjas en prevención de alguna incursión desde la zona de Lopera. En cualquier caso la franja  de terreno entre Marmolejo-Villa del Rio quedó convertida en zona de transición, una tierra de nadie, donde a menudo se produjeron encuentros de tropas de ambos bandos en misión de vigilancia. En ese sentido el diario “La Libertad”, de signo obrerista y frentepopulista, destacaba la siguiente noticia el dos de marzo de 1937: “Frente a Marmolejo, y al realizar una descubierta un grupo de caballería leal, se encontró en el sitio conocido por Casas Nuevas con otra descubierta Marroquí, compuesto por unos 30 jinetes. Se entabló un  intenso tiroteo”.
  A partir de ahora las acciones de guerra se iban a limitar a los bombardeos desde el aire realizados por la aviación franquista y al fuego de artillería proyectado desde las posiciones de Porcuna por el ejército sublevado que lamentablemente causaron perdidas humanas y materiales como más adelante tendremos ocasión de comprobar. 

La vida cotidiana durante la guerra: Enero de 1937 a marzo de 1939: 

  Estabilizado el frente tras las primeras operaciones militares de  envergadura, en la línea Montoro-Villa del Río, Lopera y Porcuna, la vida de los/as marmolejeños/as tuvo que adecuarse a las incomodidades generadas por el estado de guerra y a un excepcional sistema de organización política y económica. Por su parte las relaciones humanas entre antiguos amigos y familares se verían igualmente afectadas y prácticamente rotas entre personas de izquierdas y de derechas. En esta situación de quiebra social surgieron, como no, circunstancias que favorecieron los ejemplos de solidaridad y altruismo entre familias del mismo o diferente bando, pero en general la población quedó dividida en dos   fracciones irreconciliables: “rojos” y “fascistas”, resultando cada vez más difícil el entendimiento entre ellos. La reconciliación definitiva tenía por delante un largo camino que recorrer dificultado, a lo largo de varias décadas, por el afán represivo de los vencedores.

   Los intentos desde el Gobierno Civil por controlar los posibles desmanes en la retaguardia fueron continuos, procurando por encima de todo evitar situaciones violentas y detenciones de personas no simpatizantes con el régimen. Algunos destacados socialistas como el concejal Francisco Vallejo fueron víctimas de esa causa. Su muerte el 25 de mayo de 1937, en extrañas circunstancias en el edificio del Ayuntamiento, tuvo como origen las serias discrepancias internas en el seno del Frente Popular por la actuación de Vallejo en  la defensa de la legalidad y la integridad de las personas tras  varias detenciones practicadas a personas desafectas con la República. A este concejal le metieron la cabeza en un saco de picón hasta llegar a asfixiarlo “cuando llegaba su mujer a llevarle un poco de café al ayuntamiento, la portera le dijo, con cierta sorna, que a su marido ya se lo llevaban para cementerio” (24).

   Sin embargo a raíz de esta  lamentable muerte, un deseo de poner orden a los desmanes  se instaló durante los últimos días de 1937 como ha quedado reflejado en la petición realizada por los organismos del Frente Popular para que se ubicara en la localidad un destacamento de la Guardia de Asalto: “A Gobernador Civil: los que suscriben el presente documento en representación de las organizaciones obreras de este pueblo, Socialista, Juventudes Socialistas Unificadas, Partido Comunista, Izquierda Republicana y UGT, tienen el honor de dirigirse a V.S. para exponerle que dadas las circunstancias por la que atravesamos y con el buen  deseo de evitar, en parte, posibles alteraciones de Orden Público, suplicamos en nombre de las citadas organizaciones reconstituya el Destacamento de Asalto que con  fecha de 9 de diciembre pasado retiraron de ésta, rogándole encarecidamente sea el cabo comandante del destacamento, el mismo llamado Félix Fernández Álvarez, así como los guardias José Silva Reyes, Marcelino Galán Cebrino, Juan Ortega González, Juan Antonio Pérez Balsera, Aquilino Pozuelo Peiró y Alfonso Vicaria Correa, todos de la 73 Compañía, ya que la actuación de los citados en ésta, durante los 4 meses de permanencia ha sido magnífica, no solamente al agrado de los partidos que formulan esta petición, sino del pueblo en general, debiendo significarle que la presente petición la hacemos por creerla de Justicia y beneficiosa para el pueblo, toda vez que los compañeros antes citados han sabido en todo momento acatarse no solo nuestro aprecio sino el del mismo pueblo, advirtiendo que desde que se marcharon se nota en  ésta una efervescencia algo intranquilizadora. Gracia que no dudamos alcanzar de V.S. por la causa antifascista y para bien de ésta perdure muchos años. Marmolejo 27 de enero de 1938. Firman por el Partido Socialista: Bartolomé Rodríguez; por el Partido Comunista: Francisco Rodríguez; por la Juventud Socialista Unificada: Francisco Gil Luque; por Izquierda Republicana: José Barragán Perales; por la UGT: José Portillo y Manuel Lozano Torralbo.” 

 La vida política, además de los temas de orden público, pasaba en agosto de 1937, por la disolución de la corporación de mayoría socialista proveniente de las elecciones de 1931. Debido a la situación de guerra, y sin elecciones municipales, se constituía el día siete de agosto de 1937, un nuevo Ayuntamiento que se denominaría Consejo Municipal en el que estuvieron representadas todas las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular.  Así rezaba el acta de la sesión  de constitución: 

    “En la villa de Marmolejo, a siete de agosto de 1937, previa especial convocatoria oportunamente circulada y bajo la presidencia del Gobernador Civil de esta provincia se congregaron en el salón de plenos de esta casa consistorial los camaradas Juan Rivillas Gómez, Jorge Jurado Cano, Manuel Flores Vallejo, Francisco Gil Luque, Francisco Lozano Godoy por la UGT; Antonio Molina Torralbo e Ignacio Expósito Villar por el Partido Socialista; Juan Manuel Pérez Lozano, Francisco Segovia Gil, de la Juventud Socialista Unificada; Juan José Martínez Lozano, José Barragán Perales del partido Izquierda Republicana y José Gómez Ruiz, comunista, con asistencia del secretario del Ayuntamiento para cumplimentar el decreto del Ministerio de la Gobernación  de cuatro de enero último y constituir el Consejo Municipal con los siguientes cargos:
Alcalde-Presidente: Ignacio Expósito Villar (PSOE), de 47 años, con seis votos (se tuvo que repetir la votación en la sesión del 14 de agosto y salió ya con mayoría absoluta de 7 votos.
Primer Teniente de Alcalde y consejero: Manuel Flores Vallejo (UGT), de 40 años  que obtuvo 4 votos para alcalde en primera votación.
Segundo Teniente de Alcalde y consejero: Francisco Lozano Godoy (UGT), de 32 años.
Tercer Teniente de Alcalde y consejero: José Barragán Perales (Izquierda Republicana), de 35 años

Resto de consejeros:
   -Juan Rivillas Gómez (UGT), de 56 años
   -Jorge Jurado Cano (UGT), de 47 años
   -Franscisco Gil Luque, sindico, (UGT), de 28 años
   -Antonio Molina Torralbo (PSOE), de 47 años
   -Juan Manuel Pérez Lozano (Juventud Socialista Unificada), de 30 años
   -Francisco Segovia Gil (Juventud Socialista Unificada), de 30 años
   -Juan José Martínez Lozano (Izquierda Republicana), de 45 años
   -José Gómez Ruiz (Partido Comunista de España), de 33 años
   -Francisco Osuna (Partido Comunista de España), de 36 años, ausente de esta sesión”.

El conflicto bélico fue mermando paulatinamente las filas de las organizaciones políticas, incluso de la propia Corporación Municipal, en la medida que afiliados y  cargos directivos debían incorporarse a los frentes. Estos fueron los casos de jóvenes dirigentes obreros como Juan José Jurado Castro, Bartolomé Pastor Garrido, Francisco Segovia, Juan Garrido Catalán, y Eduardo Perín Moreno. A esta causa había que unir las ausencias desde el principio de la guerra de socialistas veteranos  como  Andrés Rodríguez y Antonio García “Maqueano” residentes en la Línea de la Concepción desde la huelga de octubre de 1934. La organización socialista en sus tres vertientes, la política, sindical y juvenil llegó a unos niveles de precariedad extremos. 
   En el caso de “Maqueano”, hacia finales de 1937, parece que se había planteado la vuelta a Marmolejo para reforzar, en la medida de sus posibilidades, a la organización socialista, pues no podía soportar “su ausencia de compromiso activo con su pueblo” desde su lugar de trabajo en Gibraltar en donde continuaba desde octubre de 1934. Así lo refiere su hijo Antonio en el siguiente testimonio: “Mi padre, cuando empezó la guerra se refugió nuevamente en Gibraltar, y desde allí se fueron mis tres hermanos mayores voluntarios al ejército republicano. Mi padre y los pequeños salimos de allí vía Tánger y vía Marsella en febrero de 1938. De Marsella a Barcelona, Valencia, Andújar y regreso a Marmolejo. El 25 de marzo de ese mismo año que empezó el bombardeo que hubo de artillería desde Porcuna, mi padre nos buscó alojamiento en Andújar, en casa de unos familiares y el seguía militando en el partido Socialista de Marmolejo, pero ya sin cargo alguno. Hacia el final de la guerra fue nombrado por la República Comisario de la Octava Región Aérea (que residía en Baeza), pero no le dio tiempo a tomar posesión del cargo”(25).

Junto a estos problemas de efectivos humanos disponibles, el otro tema de máxima prioridad sería el económico, es decir, afrontar la gestión de una economía de guerra con la mayoría de las tierras de cultivo abandonadas por sus antiguos propietarios y sin mano de obra joven que emplear pues la villa se había literalmente vaciado de su población juvenil que ahora se empeñaba en los diversos frentes del país en uno u otro bando. Esta situación tuvo su eco en el discurso que Santiago Carrillo, dirigente de las Juventudes Socialista Unificada, daba en Madrid el 5 de marzo de 1937, ante los comités y células de la organización madrileña: “Destaca el ejemplo magnífico de los jóvenes de Jaén, que han ido a Marmolejo, que estaba abandonado, a recoger las aceitunas. Nuestros jóvenes han organizado una brigada de 300 compañeros, y han ido a Marmolejo y con un fusil en la mano y en la otra la tijera, han recogido la aceituna y han producido un movimiento tal de levantamiento del espíritu, que han sido después los propios campesinos de Marmolejo, los que fueron allí y ayudaron a nuestros compañeros de Jaén a recoger la aceituna. Esta riqueza está hoy en manos del gobierno de la República por los trabajos de nuestra juventud de Jaén sobre la linea de la Conferencia Nacional….”. (26).
  Pero a medida que las acciones de guerra parecían  menguar, se comenzaban a recibir casi continuos contingentes de refugiados  republicanos llegados desde otras zonas de Andalucía por miedo a la represión desatada en las zonas ocupadas por los sublevados. Ello generaba problemas de abastecimiento y por tanto la necesidad de gestionar adecuadamente los recursos existentes. Estas familias acabaron trabajando en las tierras colectivizadas  en lo que se denominó “reclutamiento voluntario” de segadores y ereros  así como en la construcción de trincheras y caminos rurales.

Trinchera del Ejército Republicano en los Algarbes (Marmolejo). Foto: Manuel Perales

Por otro lado en Marmolejo se establecieron diversos efectivos del Ejército de Operaciones del Sur a las que había que avituallar y alimentar. A fines de 1937 la población indígena se estimaba por el Ayuntamiento en 7.603 vecinos empadronados y 1.409 refugiados, esto es: una población  cercana a las 10.000 personas. Por eso una de las comisiones municipales más importantes fue la de Abastecimientos, o al menos la que más quebraderos de cabeza conllevaba para los dirigentes del Frente Popular pues no siempre resultaba factible encontrar las provisiones suficientes en materia de artículos de primera necesidad y a menudo estuvieron sometidos al férreo control del resto de compañeros del Consejo para evitar abusos en beneficio propio o de familiares de sus componentes. Esta comisión fue también la encargada de distribuir las semillas para la siembra a las diferentes colectividades y circunstancia que dio motivo a fricciones pues no siempre los Comités de Administración de las colectividades pudieron saldar sus deudas con el Instituto de Reforma Agraria (27).

       Pero si el Ayuntamiento era el órgano político que procuraba coordinar las actividades económicas durante la guerra, qué duda cabe que quienes tuvieron la responsabilidad de mantener operativa la maquinaria productiva fueron las sociedades o colectividades del sindicato socialista y de los partidos políticos, de cuyos órganos directivos dependió no sólo la explotación de las tierras y de los ganados, sino también, la venta de productos de primera necesidad a través de un Economato ubicado en la ermita de Jesús, cuya gestión estuvo a cargo de la UGT. Fueron responsables de dicho Economato en distintos momentos José Pastor Castillejo como interventor delegado, el ugetista Alfonso Rodríguez Flores y José Aroca Coba, empleado de arbitrios municipales. 
   Las ventas de hortalizas y carnes se ubicaron en la iglesia parroquial, aunque el número de hortelanos en activo fue mermando por los riesgos de la guerra. Muchos productos básicos eran adquiridos en la sede de la colectividad “Defensa de la Agricultura” con sede en la casa de La Aviadora, y los que no se producían aquí, se adquirían a otras colectividades de la capital o de provincias limítrofes bajo control del gobierno republicano como Murcia o Alicante.   
 

 El sistema de ventas de productos se realizaba mediante unos cartones (vales o bonos) que sustituyeron al dinero en los intercambios comerciales entre los propios colectivistas. Prácticamente todos los ámbitos de la producción estuvieron gestionados por las diferentes colectividades, excepto el Balneario que sería incautado por el Ayuntamiento tras el golpe de estado una vez su Consejo de Administración abandonó la localidad. Su custodia durante el periodo de guerra de puso en  manos de la milicias. El alcalde Ignacio Expósito hacía saber a la prensa “que se han de procurar a los enfermos que lleguen  a tomar las aguas, todas las consideraciones en el orden  sanitario y en el orden económico, con objeto de que puedan acudir sin escrúpulo alguno a medicarse, además de hacerle una bonificación en la parte económica”. (28)

 Hubo sociedades que abarcaron otras ramas de la producción, siendo éste el caso de la Sociedad de “Tracción Mecánica”; la sociedad del “Ramo de la Construcción y la Sociedad de “Artes Gráficas”,  vinculadas a la UGT. En el campo era la sociedad “Defensa de la Agricultura” la que tuvo a su cargo la gestión de un mayor número de fincas, aunque la capacidad de actividad no siempre fue la adecuada por la inseguridad y precariedad con que se trabajaba debido a los bombardeos provenientes desde los frentes de Porcuna y Lopera y al escaso contingente de jóvenes trabajadores que a diario se veían obligados a abandonar el pueblo para marchar a los frentes. Ambos factores hicieron inviable cubrir los objetivos que las autoridades políticas se habían marcado.

      A lo largo de 1938 fue necesario requerir la cesión de soldados de la localidad que estaban destinados en el C.R.I.M. de Jaén para trabajar en los campos. En junio de ese año obtuvieron permisos los jóvenes soldados del 9º Batallón de Retaguardia de  Jaén, Juan Díaz Lozano, Juan Manuel Merino Gómez, Manuel García Pérez, Pedro Perales Vicaria, Cayetano Rivillas Barrera, Benito Vallejo Barea y Juan Luque Marín. Según el escrito del Ayuntamiento dirigido al Coronel Jefe de dicho  Centro de Reclutamiento, Instrucción y Movilización de Jaén (C.R.I.M) una vez terminados los trabajos los jóvenes se incorporaron a su destino en dicha capital. Durante su estancia en Marmolejo ejecutaron 158 jornales de siega, 30 de era; 39 de huerta; 17 labrando olivos, y 28 haciendo cortafuegos.
    En agosto de 1938 la sociedad Defensa de la Agricultura, no lograba siquiera aportar los datos de cereales recolectados en ese verano para ser transferidos a la Junta Provincial de Recolección de Jaén ya que los afiliados a la colectividad no asistían a los distintos llamamientos que le hacía la Junta Directiva. Esta situación se arrastraba desde mucho antes pues ya en mayo, el Comité Agrícola Local para el control de la producción agrícola, cuyo delegado era José González Pozo, confirmaba que la sociedad tenía sin cultivar más del 40% de las tierras de labor, no pudiendo precisar las fincas afectadas por serles imposible reunirse en  junta general. 
    Pasado el verano, en el mes de septiembre, el Alcalde transmitía al Delegado Provincial de Abastecimientos la siguiente información: “Habiendo llegado a conocimiento de esta Alcaldía que la sociedad “Defensa de la Agricultura” se ha dedicado a adquirir pequeñas cantidades de trigo procedentes de lo recolectado para sus afiliados, alegando que lo ha verificado para cobrar débitos que tenían los mismos con dicha sociedad y cuyo trigo quiere reservarlo para siembra. Realizadas las gestiones oportunas, resulta que tiene adquirido 3.600 kilos, negándose en absoluto a entregarlo a la Consejería de Abastos de esta localidad, razones por las cuales participo a usted lo ocurrido con el fin de que ordene lo procedente en este caso y que la citada sociedad venda dicho cereal a la Consejería para que pueda morturarlo y se evite que la población civil pueda quedarse sin pan caprichosamente, toda vez que el cereal que se destina a siembra ha debido reservárselo el productor en un domicilio particular”(29).

  Sin embargo en otras colectividades más pequeñas de campesinos dependientes de los  partidos Unión Republicana e Izquierda Republicana, o de la colectividad obrera “Pablo Iglesias”, al parecer, se alcanzaron perfectamente los objetivos marcados. La colectividad  de Unión Republicana tenía sembradas un total de 122 has. de garbanzos entre los labradores asociados y la de “Pequeños propietarios”, de Izquierda Republicana,  y la colectividad obrera “Pablo Iglesias” de UGT tenían  realizadas todas las labores en el conjunto de sus fincas. 
  En junio de 1938 los datos que daba el Alcalde al Delegado Provincial de Abastecimientos en relación a las siembras recolectadas por las diferentes colectividades eran  los siguientes (30):
    Trigo: 270 has. y 1.745 toneladas
    Cebada: 216 has. y 1.166 toneladas
    Avena: 60 has. y 324 toneladas
    Escaña: 3 has. y 16 toneladas
    Maíz: 11,40 has. y 102 toneladas
    Habas: 45,67 y 238 toneladas
    Garbanzos: 122 has. y 507 toneladas
    Patatas: 31 has. y 338 toneladas

  En relación a las existencias de aceite de oliva a finales de junio del 38, se calculaba un  déficit de este producto estimado en 24.710 kilos para poder enlazar con  la cosecha del invierno 1938-1939 que se preveía baja. La anterior cosecha de aceituna se había tenido que recoger por primera vez bajo el síndrome de la cercanía de los frentes y ello dio lugar a cierta precipitación y carencia de personal a la hora de recoger el fruto. Las estimaciones de necesidad se realizaron en base a un consumo diario de 33 gramos de aceite/día por habitante. 

  El sector ganadero también era colectivizado quedando su gestión  a cargo de la colectividad “Pablo Iglesias” y de una sociedad de ganaderos llamada “Defensa Pecuaria”. En junio de 1938 un informe del Alcalde a la Inspección Veterinaria de Jaén comunicaba lo siguiente: “Tengo el gusto de participarle que en este término municipal se han retirado de los frentes los ganados que a continuación se expresan: 706 cabezas de lanar, 241 cerdos y 112 de vacuno. Todo este ganado se encuentra en la Centenera. Además la colectividad obrera Pablo Iglesias de UGT tiene en el término de Bailén 117 cabezas de vacuno. El ganado de cabra de producción de leche para abastecimiento de la población asciende a 1674 cabezas; está también retirado de los frentes y próximo al sitio indicado de la Centenera quedando en el pueblo el de labor, invertido en la recolección de cereales”. Sin embargo los cabreros habían solicitado al Jefe Administrativo de la 89 Brigada Mixta, con sede en Andújar, que autorizasen pastar a las cabras en los alrededores del pueblo ante la prohibición de hacerlo a más de 20 kilómetros del casco urbano”.
  Otra forma más de supervivencia vinculada a la economía de guerra fueron los trabajos realizados por las mujeres para la elaboración de gorros  para los milicianos y el bordado de las insignias y escudos pues aunque no contamos con cifras de número total de los soldados republicanos destacados en la villa si que debió de ser elevado en función de los destacamentos que estuvieron ubicados entre 1937 a 1939:

 Año 1937:
 -En los primeros días de enero se encuentran efectivos de la XIV Brigada Internacional alojados en el Hotel de Los Leones.
 -Batallón Voluntario nº 9. (A su cargo estaba el comandante militar Francisco Serena)
 -Batallón de fortificaciones nº 1 del Ejército del Sur, encargado de la construcción de la línea de trincheras del flanco occidental en los Algarbes, Boca del Río y lomas de Ropero.
-Brigada  de Caballería, 34 Regimiento.
-Brigada Mixta nº 6.
-Destacamento de Guardia de Asalto (permanencia durante cuatro meses, desde agosto a diciembre)

Año 1938:
-Guerrilleros de la 157 Brigada (ocupaban el local de casas de maestros, en Paseo de la Estación, detrás del Ayuntamiento)
-318 Batallón de la 80 Brigada Mixta (se alojaban en el hotel Balneario y Central y dos casas en la plaza de la Constitución.
-El Destacamento de Etapa.

  Hemos de tener en cuenta a la hora de valorar estos datos que desde enero de 1937 Marmolejo era uno de los tres subsectores en que quedó dividido el sector de Córdoba del Ejército Republicano del Sur, cuyo jefe a partir del 3 de enero era el coronel José Villalba Rubio, quedando el coronel Hernández Saravia de comandante general de artillería del Ejército del Sur. Por su parte la jefatura del Ejército del sur quedó desde el día 16 de enero al mando del comandante Joaquín Pérez Salas. La presencia, por tanto, de estas fuerzas en la localidad y la situación de frontera cercana (pues las líneas del ejército sublevado se situaban a sólo cinco kilómetros del término municipal, hizo de Marmolejo un flanco fácil a castigar la artillería franquista ubicada en Porcuna. Al menos desde enero de 1937 a 1938, los nacionales emplearon el sistema de guerra de desgaste acosando con continuos disparos de obuses desde la zona de Porcuna buscando, sobre todo minar la moral de la población civil por encima del objetivo de recudir en efectivos a las tropas republicanas. También se empleo la aviación por el ejército rebelde bombardeando la localidad desde el aire los días 25 de abril y 18, 20, 26 y 27 de mayo con un total de unas 45 a 50 bombas lanzadas con el resultado de muerte de varias personas, entre ellas Francisca Barragán en una casa de la calle Perales (casa de “Triguero”), resultando herido de metralla en una pierna su hijo de nueve años, Alfonso Robles. Dos mujeres más murieron otro día en la calle Perales y en una huerta de la calle de los Molinos, junto a la actual fábrica de “Santa Teresa”. La misma bomba mató a un hombre que se encontraba trabajando en los pajares de la casa del marqués de Sagredo en la calle de Los Molinos. Estos dramáticos hechos obligaron a la colocación de un servicio de vigilancia continuo dependiente del municipio en la torre de la parroquia. De los bombardeos de mayo dio cuenta el diario republicano “El Luchador” de Alicante con la siguiente reseña: “Desde hace días la única actividad en estos frentes ha estado a cargo de la aviación facciosa que se dedica a bombardear nuestras líneas, que apenas sienten la actuación enemiga. Anoche, después de actuar encima de nuestras trincheras, los aviones rebeldes bombardearon el pueblo de Marmolejo y el puente que existe en dicha localidad” (31).
  En los días sucesivos la aviación “nacional” fijó sus objetivos sobre el puente de Marmolejo al que perseguían inutilizar en un intento de asfixiar la economía agrícola local habida cuenta de que toda la producción agrícola de la sierra y de las colectividades de los Mártires y La Marquesa entraba por el puente. También  por este puente se tomaba contacto con  la línea de frentes del valle de los Pedroches (Villanueva de Córdoba y Pozoblanco). A pesar de ello esta importante obra del Renacimiento quedó intacta y no sufrió  daños de importancia. Por otro lado fueron frecuentes las acciones de fuego cruzado entre la aviación republicana y franquista para intentar evitar el abastecimiento por aire del contingente de Guardias Civiles atrincherados en el cerro del Cabezo.

  Los bombardeos sobre el caso urbano continuaron a lo largo de 1938. El parte oficial del Ministerio de Defensa Nacional daba cuenta del bombardeo y ametrallamiento producido por un avión alemán sobre el casco urbano de Marmolejo, ocasionando la muerte de cinco mujeres y dos niños, resultando heridas veinte personas, todas ellas de la población civil (32). Las consecuencias de los bombardeos fueron minimizadas en los informes que se mandaron  a la Junta Provincial de Defensa contra aeronaves, pues no se hizo mención  a estas muertes ni a los daños producidos por otra bomba en una casa de la calle Suárez quedando registrados, tan solo, los desperfectos producidos en la casa de oficinas y administración del Balneario, junto al Hotel.

  En lo concerniente a operaciones bélicas habidas desde enero de 1937 en nuestro entorno geográfico más inmediato, destacar, como no, los combates por la toma del santuario de la Virgen de la Cabeza, donde se habían hecho fuertes un nutrido número de guardias civiles con sus familias y algunos paisanos que simpatizaban con los rebeldes, y  el conjunto de operaciones lanzadas por el coronel de artillería Joaquín Pérez Salas en el frente de Porcuna-Lopera hacia final de enero, para intentar recuperar estas poblaciones para la República. 
  El santuario sería finalmente tomado el 1 de mayo por las tropas del Ejército del Sur al mando del capitán de artillería Antonio Cordón y del diputado comunista Pedro Martínez Cartón con la 16 Brigada Mixta. Las  noticias de prensa se hicieron eco de la situación de precariedad a que habían llegado los refugiados y los presos del santuario tras meses de cerco por las tropas republicanas. El 23 de abril el periódico republicano “El Luchador” destacaba el hecho de que la “aviación facciosa pretendió aprovisionar a los rebeldes que se encuentran en el santuario de la Virgen de la Cabeza, lanzándoles paquetes de cartuchos que cayeron en nuestras líneas, dado lo reducido del Cerro. A su regreso los aparatos lanzaron bombas sobre Marmolejo, con ánimo de causar daños en el Balneario, no consiguiéndolo”.

 Nada más llegar las tropas republicanas los asediados fueron  auxiliados debido al estado de extrema penuria en que se encontraban, algunos de ellos eran presos pertenecientes a las milicias republicanas. En ese sentido el militante comunista Claudimiro Sánchez Elías (33) nos relata cómo al miliciano de ideología comunista conocido como “Paco el Pintao”, lo retuvieron en el Santuario durante más de ocho meses, obligándolo a comerse el carnet del partido. En todo ese tiempo fue alimentado sólo con cortezas de cerdo, sin afeitarse ni lavarse. El día de su liberación fue encontrado en un sótano a punto de morir. El nombre de “Paco el Pintao” era Francisco Egea Casado, natural de Turre (Almería). Vivía en Marmolejo en la calle Nueva y estuvo vinculado a la Juventud Socialista Unificada. Junto a él también se encontraba el miliciano natural de Marmolejo, Juan Martínez Cano “Matarratas” al que rescataron prácticamente sin ropa, tras permanecer detenido en los sótanos del Santuario durante los meses de asedio. Para remediar el intenso frío de aquel día, le prestaron la guerrera de un guardia civil fallecido y estuvo a punto de morir a manos de sus propios compañeros milicianos.

La marmolejeña Francisca Barragán perdió la vida en los bombardeos de 1937. Fuente: Alfonso Robles

Pero junto a estos dramas cercanos eran vividos con  angustia los dramas lejanos, es decir, las muertes y las desapariciones de los jóvenes soldados y padres de familias que combatían en los diversos frentes de guerra, como fue el caso de la muerte de tres milicianos marmolejeños cuando el tren en el que viajaban para incorporarse a sus destinos, era bombardeado en la zona de Valencia (Alfonso Cárdenas Pérez “Piculín”, y otros dos paisanos que no me fue posible identificar). Estas penosas noticias llegaban vía Alcaldía y cualquier consulta de las familias sobre situaciones de los soldados en los frentes de guerra, se realizaban a través del Ayuntamiento  dirigidas a las jefaturas de las distintas brigadas, regimientos o estados mayores de los ejércitos. 

  Desde 1937 a 1939, fueron frecuentes las peticiones de información sobre diferentes milicianos y se hubieron de tramitar más de 50 expedientes de fallecimiento por “acciones de guerra”, con el fin de que los familiares, viudas y/o familiares, tuviesen acceso a una mínima pensión  de guerra y/o a los últimos haberes devengados por el soldado. Para obtener ese derecho se tenía que demostrar que el soldado había muerto realmente e incluso localizar el hospital o alguna autoridad militar que pudiese certificar el fallecimiento en campaña. Mientras tanto el desamparo en que quedaban las familias era total y no faltaron ejemplos como el de Dolores Gómez Rivillas, viuda del miliciano desaparecido Francisco Pedrajas Villar que quedó en situación de extrema penuria, con tres hijos pequeños a su cargo,  tras la muerte de su cónyuge en el frente de Teruel. La memoria de Francisco Pedrajas aparece vinculada al Centro Instructivo Obrero desde los años previos a la República. Afiliado al Partido Socialista y a la UGT había sufrido prisión durante 15 meses en Jaén tras la huelga del   6 de octubre de 1934. Con la victoria del Frente Popular era nombrado guardia municipal interino por la corporación presidida por Ignacio Expósito. Hacia finales de 1936 marchaba voluntario al cuerpo de Carabineros, siendo destinado en la 87 Brigada Mixta en Villel (Teruel). Tras caer herido en combate hacia diciembre de 1937, se le trasladaba al hospital de Mora de Rubielos donde falleció a causa de la gravedad de las heridas. 
   Otros muchos soldados dados por desaparecidos eran localizados meses después en “zona nacional” tras de ser apresados por el ejército de Franco. Cuando esto ocurría, el regocijo de los familiares parecía desbordarse. Situaciones como la ocurrida al soldado Juan Cañuelo Coba “Juanillo Ricardo”, dado por muerto por las autoridades militares republicanas en los frentes de Teruel,  llorado y velado durante  los días sucesivos por sus familiares, fueron frecuentes en la España de estos años. Finalmente este joven miliciano marmolejeño apareció por Zaragoza capturado por las tropas franquistas. Según el testimonio del propio Juan Cañuelo desde allí pasó a régimen de trabajos penados en el Batallón de Trabajadores de Mérida (Badajoz), haciendo trincheras para el ejército franquista, hasta el 24 de mayo de 1940 en obtenía la libertad.

 En otros momentos el reclutamiento masivo de padres de familia en los centros de reclutas de la provincia instalados en Linares, Jaén y Úbeda resultaron igualmente traumáticas pues los reclutados eran llamados y tardaban varios días en asignarles un actividad o destino. Mientras eso ocurría no percibían haberes alguno. Este tipo de situaciones llegaron a ser extremas en junio de 1938, hasta el punto de que el alcalde Ignacio Expósito se quejaba al Gobernador Civil en los siguientes términos: “En el día de ayer se personaron en esta Alcaldía varios familiares de los soldados de ésta, de los reemplazos de 1922, 1923 y 1924 movilizados por pertenecer al ramo de la construcción y trabajos de la tierra para obras de fortificaciones, los cuales llevan más de un mes en el centro de Reunión de Úbeda, manifestando las esposas de dichos soldados que por ser todos ellos trabajadores y dado el tiempo transcurrido carecen de medios económicos para atender las necesidades de sus respectivos familiares y aún hasta la fecha no les han  abonado los haberes de clase alguna. Se da el caso deplorable de que muchas familias tienen que implorar la caridad pública. Ante esto y ser cierto lo expuesto el que suscribe ha hecho gestiones por teléfono con el capitán  Pestaña (se refería a Ángel Pestaña Orozco, personal civil  asimilado de Ingenieros que el 28 de septiembre de 1937 era nombrado capitán del Batallón de Obras y Fortificaciones nº 34), jefe del Batallón de Obras y Fortificaciones nº 51, quien me ha manifestado que se han enviado los haberes y que este caso lo pusiera en conocimiento de su respetable y superior autoridad para su resolución, ya que este Consejo Municipal debido a la situación económica no puede en modo alguno facilitar anticipos”.


  Las mujeres se convertían en doble víctimas de la guerra y en sus vidas cotidianas vivieron el drama tremendo de tener que afrontar la cruda realidad del día a día procurando la necesaria manutención de los suyos, pero al mismo tiempo con la desesperanza de la madre que anhela la vuelta del hijo que lucha en los frentes. Se ha podido constatar que muchas mujeres  sometidas a la tensión diaria que generaba la ausencia de noticias sobre sus familiares queridos, envejecieron antes de tiempo y enfermaron de patologías relacionadas con el sistema nervioso y circulatorio, circunstancias que se agravaban por la falta total de atención médica durante 1939. Casos como el de Antonia Ruiz, en 1939, acabaron siendo frecuentes. Esta mujer, con todos sus hijos movilizados, no pudo soportar las largas noches de insomnio esperando en cualquier momento ver llegar, sobre una camioneta, a algunos de ellos acribillados a balazos desde los frentes. En poco tiempo encaneció su rostro se arrugó y súbitamente un día que bajaba al arroyo Comisario para lavar la ropa sufrió un colapso de corazón del que murió sin que se le pudiese ofrecer asistencia médica alguna. Ni siquiera había carpintero para hacerle el ataúd y se le hubo de enterrar en un arca de guardar la ropa. Obviamente ninguno de sus tres hijos pudo enterarse hasta después de guerra de lo ocurrido. Otro ejemplo más, el de Dionisia Carrilero, nos traslada a la madre que abandona su hogar para tener noticias de su hijo, Casto Buenafuente. Marchó hasta los frentes de Granada, donde finalmente lo encuentra y permanece durante tres noches durmiendo junto a él en las mismas trincheras.  Otras muchas madres y esposas viajaron hasta lejanos frentes de guerra para verificar que sus hijos y/o esposos aún seguían con vida, cuando no se quedaron a vivir en la cercanía de dichas trincheras compartiendo con ellos el peligro y los rigores del clima.

     Las circunstancias de la guerra en los demás frentes, con el avance de las tropas de Franco sobre regiones como Asturias, País Vasco, Aragón y zona norte de Valencia, obligaba a la movilización en la España Republicana de una gran cantidad de soldados para cubrir las bajas que se iban produciéndose. Poco a poco se movilizaron incluso a personas  pertenecientes a los reemplazos de 1922, 23, 24 y 25, y esta eventualidad propició la marcha de varios componentes del Consejo Municipal que obligó a una remodelación del mismo en mayo de 1938, a pesar de que el Frente Popular no era excesivamente partidario de la incorporación de compañeros con responsabilidades políticas a los frentes, al entender que eran precisos en los pueblos para cubrir las necesidades de la población civil y mantener operativas las instituciones republicanas. 
  
      A pesar de ello, entre marzo y mayo, a las vacantes dejadas por su incorporación a la milicia, de los socialistas Francisco Gil Luque (reemplazo de 1929), Francisco Segovia Gil, (reemplazo de 1927) y Juan Manuel Pérez Lozano (reemplazo 1928) se unían las dejadas por Francisco Lozano “Carliche” y de Manuel Flores Vallejo que ya había manifestado dimitir en septiembre del 37 por problemas con el Centro Instructivo Obrero, donde había causado baja, aunque Ignacio Expósito nunca le aceptara aquella dimisión. Las vacantes se cubrieron con Francisco Roncero Perales; los hermanos Miguel y Antonio Perín Ramos, Juan Coba Peña y Pablo Vicaria Castillejo, todos ellos socialistas.

    El PCE tuvo que renovar en agosto las bajas de Francisco Osuna Galiot “Vidrio” y José Gómez “Chindo” en las personas de Francisco Rodríguez Peña, que antes había militado en la organización socialista, y Sebastián Collado Roldán. Por su parte el consejero de Izquierda Republicana, José Barragán Perales, del reemplazo de 1923, también era movilizado al frente y dejaba su puesto en la corporación.

El final de la guerra:

    El Consejo renovado aguantó en situación precaria hasta el final de la guerra debido a la marcha a la milicia de  contingentes de personas muy jóvenes (“quinta del chupe”) y de menos jóvenes (“quinta del saco”). En los meses finales las propias organizaciones políticas y sindicales quedaron desprovistas de sus principales cargos, circunstancia que propició el acceso de algunas mujeres a funciones de colaboración con el Consejo Municipal. Ese fue el caso de la joven Francisca Perín Martínez (hija de Antonio Perín Ramos) nombrada vocal del Comité Local de Recuperación, órgano encargado de reutilizar todos los enseres o utensilios de desecho.
 La población  comunicada a la Delegación Provincial de Abastecimientos en octubre de 1938 se había reducido en casi dos mil habitantes en relación  a la existente un año antes, con lo que se situaba en 7137 personas. Ni siquiera se libraron de la movilización a los frentes los dos únicos sanitarios municipales a pesar de los intentos del Alcalde para que “los camaradas Luis Villarejo Guerrero (médico) y Antonio Casado Casado (practicante) fueran exceptuados de la correspondiente incorporación a filas por ser precisos sus servicios sanitarios en esta población”. Éste médico, de origen granadino era movilizado a Cabra de Santo Cristo y más tarde a Mengíbar por el gobierno republicano trasladándose definitivamente a la provincia de Granada después de guerra. La situación de precariedad dio lugar a que muchos enfermos no pudieran ser atendidos y ni siquiera certificadas sus muertes por algún facultativo. Esporádicamente ayudaron en esta labor el personal sanitario de los destacamentos militares alojados en la villa, siendo frecuentes certificaciones de defunciones realizadas por los propios médicos, Alejandro Rodríguez Del Val (34) y Toribio Pinaga Ortega, ambos del batallón de Obras y Fortificaciones.

Félix Vicaria Gómez, junto a su maestro, en la escuela de la Segunda República. Fuente: “Memorias de la Guerra Civil Española”. 

Tampoco los niños y niñas contaron con unos servicios docentes que pudiesen atender esa necesidad básica con cierta normalidad. Desde septiembre del 37 se solicitaban dos maestros y dos maestras de primaria al Ministerio de Instrucción Pública para evitar el abandono que sufría la población escolar. En mayo de 1938 se le comunicaba al Director Especial de Lucha contra el Analfabetismo “que en este pueblo funcionan las clases de analfabetos con solo la maestra Dolores Perales García y que las Brigadas Volantes no han funcionado por no haber llegado a constituirse”. Por su parte, al Director Provincial de 1º Enseñanza se le solicitaba por Ignacio Expósito que “ordene a los maestros nacionales de esta villa que tienen cerradas sus escuelas desde el 27 de abril último, se reintegren a sus cargos para atender a la población escolar”.
  Prosiguiendo en el empeño, el Alcalde comunicaba en junio a la Inspectora Jefe de 1ª Enseñanza de la zona de Jaén que “las condiciones actuales de los locales escuelas son buenas aunque todos ellos tienen falta de material, 2ª) Las casas de los maestros se encuentran faltas de algunos cristales y pequeñas reparaciones y sobre todo de limpieza, 3ª) La escuela única que funciona con regularidad es la de Dolores Perales García. Las demás no funcionan por haberse enrolado los maestros en el Ejército Popular y movilizados otros, y además algunas maestras se han  ausentado. 4ª) El número de matriculados en la única escuela que funciona es de 40 alumnos. 5ª) La asistencia media durante los dos últimos meses es de 40 a 45 niños y niñas”.

La cifra de niños y niñas que de modo estable se hallaban en la localidad se estimaron entre 250 a 300, a los que habría que sumar la población infantil desplazada desde pueblos ocupados por las tropas de Franco. Otra cantidad indeterminada, aunque nada despreciable, se encontraban evacuados junto a sus familias en fincas agrícolas de Andújar y Villanueva de la Reina, situación que nos refleja el todavía  niño, Félix Vicaria en sus memorias sobre la guerra: “Mientras estuvimos en el campo, refugiados en la Cercedilla y en los Pinos, me hice popular entre las mujeres mayores porque ninguna sabía leer ni escribir. En aquellos tiempos las mujeres no iban a la escuela, y los hombres mayores tampoco; los más jóvenes estaban en el frente. Así que para poder leer o escribir las cartas, el único que sabía algo era yo. Como había tanta gente, todos los días tenía que escribir dos o tres cartas y leer otras tantas. Y lo contentas que se ponían cuando recibían cartas de sus hijos o sus maridos. Miguel, un señor de Marmolejo, que tenía una yegua, era el que traía el correo cada tres o cuatro días. Iba al pueblo a por mas y los mandados que las mujeres le hacían.
  Cuando llegaba Miguel traía entre otras cosas el correo. Las mujeres que recibían cartas, todas querían ser las primeras en leérselas. Pero lo peor era, el día que llegaba Miguel y yo no estaba, como casi siempre. Yo nunca estaba en la casa. Siempre estaba en medio de aquellos olivares, cazando pájaros, que era lo que más me gustaba, o buscando espárragos. Así que el día que llegaba Miguel y yo no estaba, las mujeres mandaban un ejército de niños a buscarme para que no perdiera tiempo en llegar, para poder leerles las cartas.
   También me mandaba mi madre para traer leña para la cocina. Para buscar leña nos juntábamos todos los niños del caserío. Y para traer un haz de leña, que se podía coger en media hora, nos llevaba toda la mañana. Siempre estábamos jugando a ver quien subía más alto en los olivos. Allí no había guerra, podíamos andar por donde queríamos, sin que nadie nos dijera, como en el pueblo:  !Tened cuidado, no paséis de la esquina de la calle!. Porque en cualquier momento podían empezar a tirar cañonazos, o venir algún avión y tener que correr para esconderte. En el pueblo estaba tan cerca el frente que los niños, cuando salíamos a las afueras del pueblo, parecía que estabas dentro de las trincheras. Conocíamos toda clase de armas que los soldados disparaban. Cada disparo tenía un sonido, dependiendo del arma que había sido disparada. En cambio en el campo, nada de eso se oía, sólo el silencio y el cantar de los pájaros…..Así pasábamos el tiempo los niños refugiados de todos los pueblos de Córdoba, que no teníamos escuela, ni nadie que nos enseñara, así que perdimos los tres años de guerra. Y después tampoco, porque tuvimos que trabajar para poder sobrevivir”.

Mientras tanto en Marmolejo la maestra de primaria Ana López Sánchez había abandonado la localidad y el maestro Nicolás Muñoz se veía obligado a reclamar al jefe de las Fuerzas Guerrilleras destinadas en la villa la devolución de la pizarra. Finalmente era movilizado para incorporarse a la milicia. En medio de estas dificultades, la maestra Dolores Perales García, “Doña Lola” como se le conocía, profesional de la docencia ciertamente con  rasgos de heroína, después atender cada día  su clase diaria de niñas, se hacía cargo por la noche de la Campaña contra el Analfabetismo de Adultos emprendida por el Gobierno Republicano.

  Paulatinamente continuaron movilizándose hacia los frentes más reemplazos. Ahora le tocaba el turno a los de los años 1919, 1920 y 1921, hombres mayores que ya no tendrían que entrar en acción pues el avance de las tropas del general Franco forzaban, a finales de marzo de 1939, la rendición incondicional del ejército republicano tras de arduas y complejas negociaciones llevadas a cabo por el Gobierno. La última sesión plenaria del Ayuntamiento republicano (Consejo Municipal), con temas de puro trámite y ausencia total de decisiones municipales de calado, se celebraría el 17 de febrero y así quedó redactada su acta por el secretario accidental D. Teudiselo Martínez Jiménez:

  “En la villa de Marmolejo a diez y siete de Febrero de mil novecientos treinta y nueve, bajo la presidencia del Sr. Alcalde Don Ignacio Expósito  Villar, se congregó el Consejo Municipal en el Salón de actos de la Casa Consistorial, para efectuar esta sesión ordinaria en segunda convocatoria toda vez que por falta de Consejeros en suficiente número no pudo celebrarse el día quince de los corrientes fecha en que correspondía. Concurren al acto los Consejeros D. Antonio Molina Torralbo, D. Pablo Vicaria Castillejo, D. Juan Coba Peña, D. Sebastián Collado Roldán, Don Miguel Perín Ramos y D. Antonio Perín Ramos.
                     Abierta la sesión por el Sr. Presidente a la hora de las diez y nueve, dio comienzo por la lectura del acta de la anterior que fue aprobada por unanimidad.
                    Dada cuenta de la correspondencia oficial recibida desde la última sesión celebrada, el Consejo quedó informado del contenido de la misma acordándose el cumplimiento de las disposiciones que le afecten.
                   Inmediatamente el Sr. Presidente informó a sus compañeros de Consejo de que el nueve de los corrientes había despedido al Mecanógrafo interino de la Secretaría de este Consejo Pedro Martínez Real por insubordinación manifiesta, cometiendo las faltas de dejar marchar a los mozos de los reemplazos de 1918 y 1917 solos y sin entregarles la lista de embarque para proveerse del correspondiente billete en el ferrocarril y que además tuvo contestaciones inoportunas para el informante, razones todas ellas que determinaron la despedida de tal funcionario. Al mismo tiempo hace constar que debido al poco personal existente hoy en la Secretaría con motivo de las actuales movilizaciones, había requerido a la vecina de esta villa Manuela Relaño Martínez para que se encargue del cargo de referencia, quien ante la premura de los trabajos existentes en las oficinas, había aceptado.
                     Enterada la municipalidad de todo lo expuesto acordó por unanimidad dejar firme la actuación de la presidencia, quedando por consiguiente despedido de su cargo el mencionado Pedro Martínez Real y nombrada para el mismo, provisionalmente y con carácter interino a la citada Manuela Relaño Martínez con el haber anual de dos mil setecientas pesetas que tiene tal cargo consignado en presupuesto más el 25% del mismo como subsidio de guerra, mientras duren las actuales circunstancias de guerra.
                      También quedó enterada la Corporación de que el cuatro de los corrientes había fallecido el Inspector farmacéutico titular de este Consejo Don Tomás Calero Arias, acordándose conste en acta el sentimiento de la Municipalidad por tal desgracia y que le sustituya interinamente en el cargo de referencia y con el haber anual que se consigna en el presupuesto vigente.
                 Seguidamente la Presidencia dio cuenta de que con motivo de las recientes movilizaciones se había incorporado al Ejército activo al auxiliar de esta Secretaría Manuel Perales Solís correspondiente al reemplazo de 1918, quedando acordado que se le reserve la plaza que desempeña en propiedad hasta su regreso al ser licenciado.

                        Debido a que el Consejero Francisco Rodríguez Peña recientemente había sido declarado por el Tribunal Médico Titular apto para servicios auxiliares de primer Grupo, se producía una vacante en esta Corporación y en su consecuencia quedó acordado notificar a Radio Comunista Partido a que pertenecía dicha vacante para que de conformidad con las instrucciones del Excmo. Sr. Gobernador Civil de esta provincia, de 31 de Diciembre último se procediera por dicha Organización política a cubrir la vacante de referencia, dándose cuenta de ella a la primera autoridad civil de la provincia.
            En tal estado y no habiendo mas asuntos de que tratar, siendo la hora de las veintiuna el Sr. Presidente dio por terminada la sesión extendiéndose la presente acta que deben firmar todos los concurrentes a la misma de cuya obligación les impuse yo, el Secretario accidental que certifico”.

 

El maestro de primaria Cristóbal Parras Sanz fue el primer  Presidente de la Comisión Gestora Municipal nombrada por la autoridad militar  tras la Guerra Civil. Foto: “Marmolejo: imágenes de un siglo”.

 El final de la contienda en la provincia de Jaén, como apunta Mª Ángeles Vida, llegaba vertiginosamente: “el derrumbe de las últimas fuerzas republicanas dejó a las tierras de Jaén prácticamente inermes. El día 28 de marzo las tropas “nacionales” sin encontrar apenas resistencia entraban en la provincia ocupando entre otras localidades, Marmolejo y Andújar. Al día siguiente caían Linares y la propia Capital; tras estas ocupaciones el resto de la provincia seguía la misma suerte”.

 

A Marmolejo llegaba el día 28 de marzo el 12 Batallón del Regimiento de Infantería Granada nº 6, al frente de Pedro Fernández García que entró  por la carretera de la sierra. Este hecho se quiso conmemorar días más tarde por parte de la nueva Comisión Gestora Municipal con la colocación de una placa conmemorativa en la fachada del Ayuntamiento (35). La constitución del nuevo Ayuntamiento, tras la declaración del fin del conflicto anunciada el uno de abril por el propio general Francisco Franco en la ciudad de Burgos, se encomendó a la Auditoria de Guerra del Ejército  del Sur en la persona del teniente José María Serrano Bulnes. El acto tuvo lugar el dos de abril de allí salió la primera corporación de la postguerra presidida por el maestro de primaria Cristóbal Parras Sanz. Se inauguraba con ello una larga etapa política de signo autoritario que duraría hasta las primeras elecciones municipales democráticas de 1979. 

 Notas y Bibliografía:

(1) Luis Rius Zenón, perteneció al partido de Unión Republicana. Había ocupado el cargo de Presidente de la Diputación de Cuenca en 1933, y tras el triunfo de Frente Popular, era nombrado Gobernador Civil de Soria en 1936. A la altura del mes de julio de ese mismo año fue nombrado Gobernador Civil de Jaén, cargo que desempeñó hasta el mes de agosto, en que era reemplazado por Manuel Martín Galeano.

(2) “Mis vivencias y recuerdos en la Guerra Civil Española” Autor: Félix Vicaria Gómez. Trabajo disponible en internet.

(3) Diario “La Libertad”, de 30 de julio de 1936, n.º 5096. Madrid

(4) Alberto Fernández Ballesteros: Sevilla 1901-México D.F. 11-09-1972. Diputado por Sevilla capital, elegido en febrero de 1936. El 18 de julio de 1936 viajaba en tren desde Madrid a Sevilla junto a los también diputados socialistas, Manuel Barrios Jiménez, Víctor Adolfo Carretero Rodríguez y José Moya Navarro. Él tuvo que bajarse en Andújar por un encargo de la Comisión Ejecutiva de la Federación de Trabajadores de la Tierra para resolver un conflicto local de los obreros agrícolas de Andújar, lo que le salvó la vida, pues sus tres compañeros fueron fusilados al triunfar el golpe militar en Sevilla. Durante la Guerra Civil fue Comisario Inspector del Ejército de Andalucía y Extremadura. Fuente: Fundación Pablo Iglesias.

(5) María Teresa Suero Roca: “Militares republicanos en la Guerra Civil de España”. Ed. Península Ibérica.

(6) Antonio Jaén Morente (Córdoba 1879-San José de Costa Rica, 1964) fue abogado, historiador, profesor, político y diplomático. En febrero de 1936 era elegido diputado por Córdoba en la candidatura de Izquierda Republicana dentro del Frente Popular. El levantamiento militar le sorprendió fuera de Córdoba, lo que le permitió salvar la vida y ser en los primeros momentos de la guerra civil uno de los más intensos propagandistas del gobierno republicano. Se unió al general Miaja y desde radio Linares y radio Jaén llevó a cabo discursos políticos en apoyo de la República y del ejército republicano. Fuente:  “Antonio Jaén Morente, Hijo predilecto de Córdoba: biografía ilustrada. Autores: Ángela Gorrell Jaén de Mckay, Manuel Toribio y otras. Editorial Utopía Libro. Córdoba 2017.

(7) Diario  ”La Libertad” de Madrid, de 16 de agosto de 1936, n.º  5111.

(8) La hoja de servicios de Juan Díaz Criado se inicia  con su ingreso en 1920 en la Escuela de Intendencia de aviación, tras superar los exámenes preceptivos en junio de 1919. En enero de 1923 ascendía a Alférez de Intendencia con destino en la Comandancia de Tropas de Melilla y en octubre de 1925 se le concedía la cruz roja del mérito militar, siendo destinado a la Comandancia de intendencia de Ceuta. Con motivo de la campaña de Marruecos era ascendido a teniente de intendencia en noviembre de 1926 y posteriormente a capitán. Hacia 1927 se le adjudicaba nuevo destino en Las Palmas como piloto de plantilla de observadores de aeroplanos, puesto que desempeñaría hasta su petición de excedencia en agosto de 1929, pasando a la situación de supernumerario. Cuando estalla la Guerra Civil  se incorpora de nuevo al servicio activo en el lado de los sublevados. El Gobierno del general Franco le recompensaba los servicios prestados promoviéndole al generalato y poniendo a su cargo la dirección de los servicios de Intendencia del Ejército del Aire. Fallecía en su casa de Marmolejo el 4 de marzo de 1969. El gobierno le concedió a título póstumo el empleo de Intendente General del Aire con efectos de 1 de septiembre de 1970. Juan Díaz Criado estaba casado con  la propietaria local Catalina Navarro Parras, popularmente conocida como “La Aviadora”.

(9) Francisco Moreno Gómez: “La República y la Guerra Civil en Córdoba (I)”. Edita: Diputación Provincial de Córdoba  1983.

(10) Testimonio de Antonio Rostaing Lozano, hijo de Claudio Rostaing Pinillos.

(11) Hechos descritos en el informe del alcalde Manuel Flores Vallejo, dirigido al Gobernador Civil, el 21 de enero de 1938, Fuente: Archivo Histórico Nacional de Salamanca.

(12) Manuel Muñoz López: “Historia y Costumbres de Marmolejo”. Editado por el autor, página 109. Marmolejo, 1993.

(13) Acta de la Sesión ordinaria de la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Marmolejo celebrada el 4 de septiembre de 1939. Los restos fueron trasladados  desde Arjonilla, realizándose un funeral y entierro a las nueve de la mañana del mismo día 9 de septiembre, con cargo al capítulo de gastos imprevistos del Ayuntamiento de Marmolejo. Fueron invitados a tal acto por parte del alcalde Vicente Orti García, a las autoridades del Movimiento y Militares destacados en la villa. En relación a los asesinatos de los sacerdotes Julián Castilla Casado y Tomás Aranda Cabrera, véase el estudio titulado “Historia de la Parroquia de Marmolejo”, de Julio Segurado Cobos, publicado en 2008 e imprimido en Imprenta Reca de Marmolejo.

(14) Martínez Bande, J.M.: “La campaña de Andalucía”. Editorial San Martín. Año 1969.

(15) El teniente coronel Juan Hernández Saravia fue jefe del gabinete militar de Azaña. Se retiró del ejército en 1934 con  la graduación de teniente coronel de artillería. Era considerado un artillero de grandes conocimientos técnicos. Al comienzo de la guerra estuvo a cargo del frente de Córdoba y luego mandó la artillería del Ejército del Sur. Fue nombrado Ministro de Guerra por Giral en agosto de 1936. Fuente: Página web “Memoria Republicana: Galería de militares republicanos en la Guerra Civil (III)”. Autor: Michael Alpert.

(16) Martínez Bande. Obra citada.

(17) Según el Informe del alcalde accidental Antonio Ortega Quesada al Presidente de la Comisión depuradora de la provincia de Jaén: “Era Maestro Nacional propietario de la escuela nº 1 de esta población. Ejerce su cargo desde el año 1932 en que la obtuvo por permuta. Es persona que siempre ha estado alejado de toda clase de luchas políticas. Toda su atención la ha distraído la escuela. Sus estudios universitarios y de preparación profesional y su vida familiar y casera, a la que ha dedicado todas sus horas útiles. Me consta que en cuantas elecciones ha habido en este pueblo ha votado a los partidos de derechas y en su vida personal se ha destacado siempre por sus creencias religiosas bien patentes. Surge el movimiento y es uno de los hombres más perseguidos de cuantos ejercen la carrera del Magisterio en este pueblo, siendo de los que tuvieron que a media noche ante la persecución pertinaz de que era objeto, huir al vecino pueblo de Andújar y desde allí a Arquillos, de esta provincia, donde estuvo oculto durante un mes. Posteriormente fue trasladado 5 veces consecutivas; traslados que eran objeto y obra del tristemente célebre Martín Gracia. Fue deportado a Sierra Segura donde ha estado toda la guerra. Al liberarse esta zona se reincorporó al lugar de su destino, siendo recibido con el general contento de estas autoridades y vecinos y en la actualidad ocupa la presidencia de esta comisión gestora del Ayuntamiento. Fuente: Archivo Ayuntamiento de Marmolejo; Libro de Registro de Salida de Documentos, de fecha 6 de diciembre de 1939. Jiménez Bustos llegó a Marmolejo en 1932 por permuta con el maestro de primaria D. Juan Novoa Villardefrancos, procedente de la feligresía de Villaoriz-Villameá, en la provincia de Lugo. Tuvo sus inicios como maestro interino en la pedanía de La Victoria dependiente de La Carlota (Córdoba). Fuente: “El Defensor de Córdoba” número 9995 de 13-4-1929 y diario “La Libertad”, número 3828, de 26 de junio de 1932.

(18) La lista en cuestión fue certificada en la sesión extraordinaria del día 21 de enero de 1938 del Consejo Municipal. Fuente: Libro de Actas Capitulares del Ayuntamiento de Marmolejo de 1938.

(19) Este militar republicano llegó a ocupar el puesto de Jefe del gabinete militar del Azaña. Se retiró del ejército en 1934 con la graduación de teniente coronel de artillería. Era considerado un artillero de grandes conocimientos técnicos. Al comienzo de la guerra estuvo a cargo del frente de Córdoba y luego mandó la artillería del Ejército del Sur. Fue nombrado Ministro de Guerra por Giral en agosto de 1936. Fuente: “Memoria Republicana: Galería de militares republicanos en la Guerra Civil (III)” Página web. Autor Michael  Alpert.

(20) Cesar Vidal Manzanares: “Las Brigadas Internacionales”. Ed. Espasa Calpe. Madrid 2006.

(21)Testimonio de un miliciano que sirvió de guía a los brigadistas, recuperado por el loperano Pedro Ruiz Navarro).

(22) Su nombre real era Karol Waclaw Swierczewski (Varsovia, 1897- Jablonki-Polonia, 1947).

(23) Félix Vicaria Gómez: “Mis vivencias y recuerdos de la Guerra Civil española”. Fecha de su publicación en internet, mayo de 2016.

(24) Testimonio de Isabel Vicaria Pérez “La Palaina”. Isabel contrajo matrimonio con Miguel Barragán, afiliado al Partido Socialista y a la UGT durante la República.

(25) Testimonio de Antonio García Vergara, hijo del socialista histórico, Antonio García Martínez “Maqueano”. Antonio vivió con su familia la diáspora en el campo de Gibraltar, tras la huelga del 6 de octubre de 1934; luego marchó a Madrid en la postguerra cuando su padre es encarcelado en la prisión de Porlier, y allí fijaron su residencia definitivamente, aunque nunca perdió el contacto con su pueblo. (Entrevista realizada en 1988 en casa del afiliado socialista Francisco Lozano González).

(26) Diario “La Libertad”, de 6 de marzo de 1937. Editado en Madrid

(27) La primera Comisión de Abastecimientos estuvo formada por su presidente, José Gómez Ruiz (PCE) y dos vocales, José Barragán Perales (IR), Manuel Flores Vallejo (UGT), Juan Manuel Pérez (JSU), Antonio Molina Torralbo (UGT) y Miguel Perín (UGT).

(28) Diario “La Libertad”  de Madrid, de  fecha 16 de agosto de 1936.

(29) Registro de salida de Documentos del Ayuntamiento de Marmolejo de 3 de septiembre de 1938, Archivo Municipal de Marmolejo.

(30) Registro de salida de Documentos del Ayuntamiento de Marmolejo, de 8 de junio de 1938. Archivo Municipal de Marmolejo.
(31) Diario “El Luchador” de Alicante, de 27 de mayo de 1937.

(32) Diario “La Libertad” de 1 de diciembre de 1938.

(33) Claudimiro Sánchez Elías: “Historia de un comunista de base”, página 25. Editado por el autor, en Jaén, año 2004.

(34) Juan Antonio Morales en “II Republica y Guerra Civil en la comarca de Torrijos”, nos dice  que este médico era socialista. Al terminar la guerra volvió a Escalona (Toledo) de donde era médico (y parece que natural). Allí fue detenido, apareciendo ahorcado en la cárcel local el 12 de agosto de 1939.

(35) Un parte oficial de guerra emitido en Salamanca el 28 de marzo de 1939 decía así: “Nuestras tropas del sur también han continuado su avance habiéndose ocupado durante la noche pasada el pueblo de Adamuz y hoy los de Chillón, Almadenejos, Guadalmez, San Benito, Conquista, Venta de Azuel, Marmolejo, Andújar...” (Fuente: Diario  “El día de Palencia” de 29-3-1939, nº 15131).

(36) Acta de Constitución Provisional de la Comisión Gestora de Marmolejo: “En Marmolejo, partido judicial de Andújar, provincia de Jaén, a dos de abril de mil novecientos treinta y nueve, III Año Triunfal, Don José María Serrano Bulnes, Teniente H. del Cuerpo Jurídico Militar en nombre del Excmo. Sr. General Jefe del Cuerpo de Ejército del Sur nombro la Comisión Gestora Provisional de esta localidad, formándola los siguientes señores: Alcalde-Presidente: Don Cristóbal Parras Sanz. Concejales: Teniente de Alcalde: Don Melchor Pérez Campoy. Gestores: Francisco Calero Herrero, Don Federico Galán Ruiz y Don Manuel Relaño Perales. Secretario: Don Teudiselo Martínez Jiménez. Estos nombramientos tienen carácter provisional y solo subsistirán hasta que por las Autoridades que designe el Ministerio del Interior, se proceda a la Constitución definitiva de dichas corporaciones.
  Si se produjera alguna vacante, se pondrá inmediatamente en conocimiento de la Auditoría de Guerra del Ejército del Sur, radicante en Linares (Delegación n.º 4)” Presentes los mencionados señores JURAN por su honor desempeñar fielmente sus respectivas funciones con celo, austeridad, energía, inspirándose en las normas de la España Nacional y del Generalísimo Franco, nuestro glorioso Caudillo, realizando su cometido con la máxima rapidez que la acertada resolución que cada caso exija, en unión de las demás personas a quienes esta Autoridad Militar, designará, si lo estima conveniente, para ocupar otros puestos que faciliten el más próximo restablecimiento de la vida civil en este Municipio. En su virtud quedan en posesión de sus cargos, siendo las doce horas y quince minutos del día de hoy” (Fuente: Actas Capitulares del Ayuntamiento de Marmolejo, año de 1939. Archivo Municipal).

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