top of page

Un viaje por Sierra Morena: Recuerdos de la ruta ciclo-turista por Sierra Morena  celebrada los días 15, 16 y 17 de septiembre de 2006.

 

-Ricardo Fernández Perales y Manuel Perales Solís-

 

Esta vuelta cicloturista, celebrada en septiembre de 2006, supuso una actividad novedosa en la larga lista de actividades que, desde 1973, venía organizando la Asociación Cultural de Escalera y San Camilo de Lelis. Su recorrido transcurrió por un área periférica a la cuenca del Yeguas aunque el camino de ida, hacia Solana del Pino (Ciudad Real), rozara tangencialmente la cuenca del Jándula, introduciéndose de lleno en el corazón del parque natural de la Sierra de Andújar y Cardeña y las sierras de Madrona y Quintana. El punto más distante de esta ruta fue la localidad de Solana del Pino en el mismo corazón de Sierra Madrona.


 Para los que iban sobre la bici, tuvo momentos inolvidables (viernes 15 de septiembre), con el ascenso al Santuario del Cabezo a través de La Centenera, La Cabrera y Navalasno del Rey; luego el encuentro, nada más y nada menos, que con la Vuelta Ciclista a España, en el alto del Parque Natural de Andújar, puntuable para el premio de la montaña, y al final de esta jornada, la acampada al pie de sierra Madrona, en una tarde ventosa y fría a la que sucedió una noche algo más tranquila, sólo alterada por los berridos de los venados en celo que en gran número habitan estas serranías. 
 Debemos de reseñar que en la soledad y  sepulcral silencio de estos parajes naturales, tan distantes del mundanal ruido, nos sentíamos acompañados  por la cercanía del cortijo de Hontanar, donde su guarda y casero se dejaba ver, de vez en cuando, sobre un 4X4, cuando hacía sus habituales rondas por los caminos de esta  inmensa finca dedicada a la explotación ganadera y  cinegética.


 En nuestras conversaciones de sobremesa, manifestamos una sana envidia por la vida apartada y contemplativa de aquel guarda, entrado ya en años. Desde su casa de campo podía disfrutar de unas vistas excepcionales de toda la dehesa del altiplano de Sierra Morena y de las lejanas sierras de Mágina y Jabalcuz y del que, al siguiente día, en Solana del Pino, nos informaron  que  era vecino de allí,  hacia donde acudía con frecuencia para proveerse de alimentos. 
 Otro hito interesante del camino, en la mañana del  16, resultó ser el impresionante ascenso a Solana del Pino, cruzando valles transversales, tipo pirenaicos, como el de la Torrecilla, antes de flanquear el puerto de Madrona, a 960 metros de altitud y, luego, en el descenso de dicho puerto, el valle del rio Robledillo, playa natural de Solana del Pino. La posterior subida al alto de Los Rehoyos, que alcanzamos tras dar un pequeño rodeo a Solana del Pino por las crestas de su sierra,  nos permitiría divisar la grandeza del valle de Alcudia, con las localidades de Mestanza, Hinojosa de Calatrava y Cabezarrubias del Puerto en la cara sur de las sierras de Puertollano.

 Tras un breve descanso en la cima del puerto, hicimos la bajada de Los Rehoyos y tomamos el desvío hacia Solana por el viejo camino procedente de Mestanza, con una empinada cuesta de más del 15% de desnivel, donde algunos sufrieron más de lo previsto, pues las piernas ya no daban para más. … y ¡por fin  Solana!

SierraMadronaSolanadelPino.jpg

Vista de Solana del Pino desde el alto de Los Rehoyos. Fuente: Wikipedia

  Bebimos aguas en un romántico pilar que hay a la entrada, y aparcamos en la plaza del pueblo, junto a la iglesia. Era sábado  y se respiraba ambiente festivo pues celebraban  las fiestas en honor del Cristo. Descansamos frente a la iglesia parroquial (toda ella de piedra de pizarra) en unos bancos que hay en la plaza, a la sombra de unos árboles, mientras observábamos la salida de la cofradía de su fiesta religiosa, quedándonos muy claro que las mujeres eran mayoritarias en esta devoción.


  Minutos después decidimos comprar unos panes para la comida  y tomar un refrigerio en un típico mesón cercano a la plaza donde nos sirvieron unas exquisitas tapas de torrennos y tortilla de patatas. Como el personal más pequeñín llevaba hambre, no pudo contener los nervios ante tantos sabrosos manjares y algún botellín de “Cocacola” esparció su espumoso líquido entre las tortillas y los torrennos.


 La estancia en la panadería fue bastante provechosa pues mientras esperamos a que saliera el pan, trabamos amena conversación con unas mujeres del pueblo a las que preguntamos si conocían a las hermanas “Nicomedes” y a Pedro Poyatos Muñoz y su esposa Obdulia, solaneros residentes en Marmolejo desde hacía varios años. Cual sería nuestra sorpresa  que todos eran conocidos, e incluso nos indicaron la casa donde nacieron las hermanas “Nicomedes”, hijas del ganadero Nicomedes López Duque, tenidas con su primera esposa, ya que este hombre, según comentaron, casaría posteriormente con otra mujer de Solana del Pino con la que volvería  a tener descendencia.

 De Pedro Poyatos, persona extraordinaria, de trato educado y afable, pudimos saber que nunca dejó de visitar Solana para ver a la familia que aún conserva en el pueblo donde vio las primeras luces. En su nueva tierra de acogida, este solanero ejerció el tradicional oficio de pastor aprendido desde pequeño en las dehesas y montes de su patria chica, seguramente   por los frondosos valles de los ríos Montoro, Robledillo (afluentes del Jándula) y Valmayor, una de las principales fuentes del Yeguas.
 Dos de las mujeres informantes, hermanas  y con residencia en La Carolina, nos dijeron que tenían casa en el frondoso valle del rio Robledillo, y que iban casi todos los fines de semana a Solana de donde eran sus padres. Nuestra sorpresa fue en aumento cuando nos invitaron, con gran amabilidad, a pasar unos días en su casa de campo en un próximo viaje. También se empeñaron en que nos quedásemos a la verbena de la noche pero, sintiéndolo mucho, nos excusamos porque debíamos de proseguir nuestra ruta hacia la fuente del Almirez.

   La tarde del día 16, transcurrió a lo largo de los 30 kilómetros de pistas forestales que separan Solana del Pino, de la fuente del Almirez y Ventillas. Decidimos hacer un alto a unos tres kilómetros de Solana para comer y descansar un rato, saboreando entonces los ricos panes adquiridos que a todos nos supieron a gloria.
  La ruta vespertina fue encantadora, discurriendo a lo largo de dehesas de encinas y pinares, teniendo siempre como norte (aunque llevábamos dirección oeste) la codiciada fuente.  
  Tras un breve alto en Ventillas, un singular pueblecito lleno de encanto, acampamos en el bosquecillo de robles melojos y quejigos que circunda la popular fuente del Almirez.  A la llegada  pudimos comprobar que ésta no era desconocida para los habitantes del entorno, desde donde se acercaban para abastecerse de su preciado líquido con una regular cadencia.


Los últimos rayos de luz vieron como montábamos nuestro campamento para pasar la última noche de nuestro singular periplo. Ya con la luz escaseando y con el frio arreciando, solo hubo tiempo para cenar, conversar y escuchar historias de los veteranos del pelotón. Poco a poco,  agotados por el duro día y por el frio húmedo del bosquecillo que nos arropaba, nos fuimos retirando a las tiendas de campaña para, a mitad de la madrugada, escuchar con asombro, los aullidos de los lobos acompasados por la clásica berrea de los venados y el canto nocturno del búho real.
  Nuestra ruta prosiguió en la mañana del día 17, en su etapa final, entre fuente del Almirez y Marmolejo. Fue una etapa rápida, iniciada con la bajada del puerto de Valderrepisa y dejando  luego atrás Fuencaliente, Azuel, Cardeña y Venta del Charco. Fue todo un alivio el descenso del puerto de Españares y de Los Rasos de las Cabezas, con sus espectaculares curvas.  


 Como íbamos bien de tiempo, decidimos parar en el ventorrillo de Pedro Yedres, en el Charco Novillo. Este amable montoreño, con muchos años de veteranía en el oficio de ventero, nos sirvió unas raciones de lechón y carne de monte, que preparó su mujer con exquisito acierto. Se relamieron los platos y Pedro quedó maravillado del éxito abrumador de sus viandas.


  Pedro vino al Charco del Novillo, cuando aún era joven, a trabajar con su yunta de mulos, en las arancías de las caserías del Charco. Adquirió con el dinero ahorrado la vieja venta  “Charco Novillo”, conocida en este pago desde tiempos inmemoriales. A sus años aún mantiene la ilusión porque este lugar, lleno de historia y leyendas entrañables, no tenga que cerrar sus puertas algún día. El sigue afirmando que en esta antigua venta-posada, se hospedó  el célebre bandolero José María “El Tempranillo” en sus correrías por Sierra Morena. Al marchar todos prometimos volver a casa de Pedro Yedres lo antes posible.
 Con los estómagos colmados y a falta de 10 kilómetros para nuestro destino final, cogimos las bicicletas con más de 200 kilómetros en nuestras piernas y muchas horas de pedaleo, para llegar a Marmolejo, lugar donde todo comenzó y donde los más veteranos, satisfechos por haber mostrado lugares de ensueño, y unos jóvenes quinceañeros sorprendidos por tanta belleza contemplada, compartimos nuestra últimas sonrisas juntos, con el deseo de repetir pronto la experiencia.

Dia 16 de septiembre de 2006.jpg

 

Participantes en la ruta ciclo-turista de Sierra Morena:
-Antonio Jesús Moreno Galán (coche de apoyo)
-Manuel Perales Solís (coche de apoyo)
-Natividad Perales Solís (coche de apoyo)
-Javier Perales Solís (bicicleta)
-Javier Perales Medina (bicicleta)
-Antonio Relaño Pastor (bicicleta)
-Ricardo Fernández Perales (bicicleta)
-Álvaro Barragán Merino (bicicleta)
-Alejandro Perales Merino (acompañante)

Los participantes en la ruta en el puerto de Madrona, a 960 metros de altitud. De izquierda a derecha: Álvaro Barragán, Ricardo Fernández, Antonio Jesús Moreno, Antonio Relaño, Alex Perales, Javi Perales y Javier Perales (padre). Foto: Natividad Perales

bottom of page