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Lugares del Charco Novillo en la Prensa Histórica

-Manuel Perales Solís-

 

Uno de los hábitat más singulares de población dispersa de nuestro entorno  cercano,  es, sin lugar a dudas, el Charco del Novillo, pago histórico montoreño limítrofe con el término municipal de Marmolejo y frontera natural por el este con el rio Yeguas y por el oeste con el arroyo del Corcomé y pago de la Nava; hacia el Norte está delimitado  por  las primeras estribaciones de Sierra Morena y al sur  con la vega del Guadalquivir.

   Siempre me llamó la atención su alegre caserío esparcido por un sin fin de lomas plantadas de olivares y salpicadas de lindazos de vegetación arbustiva donde encontramos ejemplares de lentiscos, romeros, chaparros, aladiernos, madreselvas, retamas, arrayanes, etc, auténticos testigos excepcionales del bosque Mediterráneo que allí proliferó en tiempos remotos. El Charco del Novillo es uno de esos lugares con encanto del que desde niños escuchábamos referencias por boca de nuestros mayores; tanto de sus fiestas aceituneras como del variado menú de chascarrillos y de leyendas siempre cargadas de enseñanzas positivas y de gran de sabor popular.

  Sus soberbias caserías, provistas de antiguos molinos de viga, con  pintorescas y artísticas torres de prensado cuyas siluetas se levantaban  sobre el perfil del horizonte, o sus infinitas casitas o lagares de color blanco destacando sobre las tonalidades rojas y verdes de su paisaje, lo convirtieron en un sitio entrañable y sugerente.

 

 

Torre del molino de la casería de Las Abogadas. Dibujo de Robles

 

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, momento en que comenzaron las plantaciones de olivos en régimen extensivo y se consolidara una agricultura dual del aceite y del  vino, en ocasiones complementada con el cultivo  de árboles frutales (higueras, granados, naranjas y limoneros), el Charco del Novillo fue transformándose en concurrido lugar con auténticas posibilidades de prosperidad para un sin fin de familias jornaleras que habitaban sus lagares y sus caserías tras dejar su habitual residencia en los núcleos de población colindantes. Algunas, incluso, llegaron de lugares distantes atraídas por la imagen de vitalidad y progreso percibida por los visitantes y asiduos viajeros foráneos (ganaderos y arrieros) que con frecuencia transitaban los caminos del pago con sus ganados y mercancías.

  Junto a los jornaleros, los dueños de sus haciendas lo tomaron como sitio de descanso en los momentos de mayor actividad productiva, especialmente durante los inviernos, gracias a la climatología  benigna de este piedemonte de Sierra Morena. En ese sentido hemos de apuntar el elevado número de individuos de la clase noble con posesiones en el Charco del Novillo, junto a la presencia, cada vez mayor, de elementos de una nueva burguesía agraria acaparadora de tierras al socaire de los procesos desamortizadores llevados a cabo a lo largo del  XIX.

  

Entre los títulos con más registros de propiedad, nos encontramos con casas como Villaverde la Alta y Benamejí (ambas emparentadas), Viana (dueña durante unos años de Escalera);  Blancohermoso, con propiedades junto al Corcomé; Hornachuelos,  Vega del Pozo (titular de fincas como Las Prensas, Pinillos y Belloteros); y  la casa de Monteolivar con posesiones en San Camilo. Este título llevaba asociado el vizcondado del Charco del  Novillo ostentado hasta principios del XX por la segunda esposa de Juan Manuel Espinosa de los Monteros-Aliaga (tercer marqués), doña María de la Asunción Angioletti y Díaz de la Serna, fallecida el 28 de noviembre de 1909, según rezaba la nota necrológica del Diario Córdoba.   

  Ya desde principios  del siglo XIX observamos como el Charco Novillo ha dejado de ser un lugar destinado exclusivamente a dehesas para leñas, pastos y ganadería y se ha convertido en un pujante núcleo productivo agro-industrial donde residía una población flotante considerable que se incrementaba, aún más, en los meses de recolección de las aceitunas, con una elevada población de trabajadores integrados en las distintas faneguerías que quedaban a dormir y a vivir en el campo, dada la lejanía a los núcleos de población del entorno más inmediato.

Paisaje del Charco del Novillo con la casería del Santo al fondo. Foto: Manuel Perales.

   La vida de las gentes del Charco del Novillo transcurría básicamente en los tajos de olivares y viñedos esparcidos por multitud de predios acotados de cercas de piedra o de lindazos de monte, en ocasiones entre profundas cañadas y elevadas quebradas. Sin embargo cuando llega la hora del descanso o del asueto se concentran en torno a tres lugares de referencia para la relación social. Realmente podríamos hablar de tres grandes plazas públicas donde se tertulia a la par que se bebe y se ejercita el cante acompañado de guitarras y acordeones: el ventorrillo de La luz;  el ventorro o posada de Cazorla (más tarde de Los borregos), ambos en el viejo camino vecinal de Montoro al Mosquil, y el ventorrillo de la Niña, este último al borde  del otro camino de acceso desde Marmolejo, próximo a la casería y molino de las Prensas, en una de las cotas más altas del pago desde donde prácticamente se dominaba todo su olivar y caserío.

 

   

Criado del Hoyo  hace mención en su obra  “Apuntes para la Historia de  la ciudad de Montoro” (1) al  elevado número de caserías dotadas del tradicional molino de viga, así como del sin fín de lagares y casillas, a los que hay que llegar fundamentalmente por el camino vecinal de Montoro al pago del Mosquil, o por la vieja carretera de Villa del Río a Cardeña. También  la carretera de Marmolejo, ejecutada a partir de 1880, con el paso sobre el puente del rio Yeguas, supuso una vía de comunicación del pago con Cardeña, Marmolejo y Andújar. Ello propiciaría la posibilidad de trabajo para muchos marmolejeños en  fincas próximas al Yeguas, como Las Prensas, Pinillos y Belloteros fundamentalmente durante la época de recolección de las aceitunas.

   La importante red viaria de caminos rurales del Charco del Novillo fue mantenida por el Ayuntamiento de Montoro que era el encargado de subastar sus arreglos, según ha trascendido en la prensa de la época. Casi todos los años  se reparaba el empedrado para soportar adecuadamene el tránsito de carros y animales de labor que transitaban con profusión cargados con las aceitunas. En 1889 el Ayuntamiento subastaba un trozo del camino que conduce al Mosquil en el sitio de La Solana del Álamo y en 1890 encontramos la noticia del arreglo del camino de Montoro al Charco del Novillo en el sitio denominado Cuesta de la Zorra. Otro viejo camino de herradura, el que provenía de Villa del Río con dirección Fuencaliente, cruzaba el pago de sur a norte, convirtiéndose en eje central del Charco del Novillo.

 

 

Casería de Las Loras en Charco del Novillo. Dibujo de Robles

 

A lo largo del siglo XIX el Charco del Novillo se encontraba con frecuencia presente en la prensa provincial y nacional, apareciendo ya identificado como un núcleo de población dispersa dependiente de Montoro con reparto de correo propio, por lo que se le supone un número de  residentes bastante considerable. Una de esas primeras noticias sobre el Charco del Novillo la vemos en el periódico “El Vapor”, del dos de diciembre de 1834 (publicación catalana de contenido mercantil, político y literario), dando cuenta del robo de paquetes de correspondencia que iban en el correo general de Andalucía, destinados a Villa del Rio, el Carpio, Adamuz, Perabad, San Francisco del Monte, Villafranca de las Agujas, Bujalance, Cañete de las Torres, Lopera, Montoro, Morente y Charco del Novillo.

  Hacia mediados de la centuria, enero de 1856, en pleno proceso desamortizador, encontramos referencias en el Diario Córdoba, a subastas de  varios olivares pertenecientes al Hospital de Jesús Nazareno de Montoro  ejecutadas por la Comisión Nacional de Ventas de Bienes Nacionales. Los predios que se subastaban eran los siguientes:

  -Un olivar en la sierra y término de Montoro, pago Charco del Novillo, zona de Lagares Altos, procedente del Hospital de Jesús Nazareno de dicha ciudad, compuesto de 6 fanegas, 6 celemines de tierra con 446 olivos, un huerto y parte de cerca, con casa lagar, compuesta de 2 cuerpos bajos, y dos divisiones en su interior. Estaba arrendado en el momento de la subasta a D. Juan Cano Zorro, y producía una renta anual de 3.560 reales y 3 arrobas de aceite valoradas a 37 reales, que todo compone 3.671 reales; ha sido tasado el olivar en 36.780 reales, y la casa lagar en 5.150 reales, que suman 41.930 reales, y capitalizado en 66.078 reales por cuya cantidad se subastaba.

La casería de Los Frailes perteneció a los bienes del Hospital de Jesús Nazareno de Montoro.

Foto: Manuel Perales

El Fontanar de los Frailes, era un recinto cercado por una tapia de mampostería donde existía una huerta y diversos ejemplares de árboles frutales y de otras variedades, en medio del olivar. Foto Manuel Perales.

Antiguo ventorrillo de La Luz. Dibujo de Robles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  -Olivar en el Charco del Novillo nombrado La Jorobada, procedente del Hospital de Jesús Nazareno de Montoro, compuesto de 5 fanegas, 8 celemines, pobladas con 481 plantas y 5 higueras. Está arrendado a D. Diego Medina en renta anual de 2.370 reales y 2 arrobas de aceite, que valoradas a 37 reales, hacen un total de 2.444 reales; ha sido tasado en 38.660 reales y capitalizado en 43.992 reales por cuya cantidad se sacaba a subasta.

  -Olivar en el Charco del Novillo conocido por Carrasquilla la Baja, procedente del Hospital de Jesús Nazareno de Montoro compuesto de 3 fanegas y 6 celemines, con 297 olivos y 18 higueras. Está arrendado a D. Luis Serrano en renta anual de 5.250 reales y 5 arrobas de aceite, que a 37 reales, según el decenio, hacen un total de 5.435 reales. Se subasta por la capitalización de 25.148 reales, 22 maravedís.

  -Olivar en la sierra y término de Montoro, pago del Charco del Novillo procedente del Hospital de Jesús Nazareno de dicha ciudad, conocido como Carrasquilla la Alta, compuesto de 2 fanegas, 9 celemines, con 189 olivos, 6 higueras y parte de cerca, igualmente arrendado a D. Luis Serrano, en renta anual de 5.250 reales y 5 arrobas de aceite, que todo compone 5.435 reales. El tipo de la subasta es el de la capitalización 15.249 reales 24 maravedís.

  -Olivar en el pago del Charco del Novillo conocido como Mira al Rio, procedente del Hospital de Jesús Nazareno de Montoro, compuesto por 4 fanegas con 310 olivos, 22 higueras y parte de cerca, junto al camino intransitable del pago, según recoge la nota, igualmente arrendado a D. Luis Serrano por una renta anual de 5.250 reales y 5 arrobas de aceite, que todo componen 5.435 reales.

 

Finalmente se subastaba otro olivar conocido como El Pilarito procedente del Hospital de Jesús Nazareno, compuesto de 7 fanegas, con 533 plantas de olivo, 57 higueras, 10 plazas vacantes, una fanega de tierra calma y parte de cerca que lindaba a poniente con el callejón de La Palma, arrendado a D. Luis Serrano por una renta anual de 5.250 reales y 5 arrobas de aceite que todo compone 5.435 reales.

 

  En el mes de marzo de 1856 la Comisión Principal de Ventas de Bienes Nacionales anunciaba la subasta para el día nueve de abril de la hacienda olivar conocida como Los Frailes, en el Charco del Novillo, procedente del Hospital de Jesús Nazareno compuesta de 43 fanegas, 3 celemines con 3.455 plantas, 56 higueras, 56 alamos blancos, 39 chaparros, 120 vides, 1 fontanar (Fontanar de los Frailes) con 5 celemines de cuerda con 30 granados, 4 ciruelos, 2 perales, 8 manzanillos; cien plazas vacantes dispersas en toda la finca y parte de cerca; tiene un molino aceitero, casería y casa lagar, compuesto el primero de dos vigas, empiedro, bodega, pozo de agua, cuadra, pajar, cerca de almacenes y alpatanas, el segundo de un cuerpo, cocina baja, tres habitaciones y dos altas y la casa lagar con dos cuerpos bajos con dos divisiones interiores. Igualmente a las anteriores está arrendada a D. Luis Serrano, y se subastaba junto a otras dos suertes más de olivos igualmente en el Charco del Novillo arrendadas a la misma persona.

  En los años sucesivos a los procesos desamortizadores fueron frecuentes los anuncios de subastas,  sobrevenidas por los impagos de los plazos acordados llevados a cabo por los adquirientes de las fincas.

   

Los episodios de robos a los viandantes que transitaban los caminos del pago se van a producir con frecuencia y constituyeron otro capítulo de la vida del Charco del Novillo con cierto eco en los medios de comunicación, al igual que los numerosos robos de ganado.  En octubre de 1861, bajo el título de “El carnaval en octubre”: ¡Terrible anacronismo!, el diario Córdoba del día 11  nos daba cuenta de un suceso de latrocinio en el Charco del Novillo “En una de estas últimas noches, cuatro hombres a caballo y enmascarados sorprendieron a los criados de un vecino de Bujalance en el camino que dirige desde Villa del Río al Charco del Novillo: la victoria fue de las mascaras que se llevaron seis mulos contra la voluntad de sus dueños”.

    El hurto de animales de labor, imprescindibles para las faenas agrícolas fue habitual y la prensa daba cuenta  del  robo de yeguas y caballos en fincas como  La Media Luna en marzo de 1873, o en Las Abogadas en agosto de 1890. Ese hábito persistió en el  tiempo, dada la alta densidad de población del pago y del gran número de animales que habitaban en las caserías y sus corrales anexos.  En junio de 1932, eran detenidos en Villa del Río: Juan Rosauro Morales, Bernardo Escabias Molleja y Pedro Serrano Morales autores del hurto de aves en el Charco del Novillo, según reflejaba en su crónica el Defensor de Córdoba del día once de junio.

Torre del Molino de Don Pedro Torres en el Charco del Novillo. Foto: Manuel Perales.

Casería del Rincón (Charco del Novillo).

Dibujo de Robles.

Paisaje del Charco del Novillo con casería de Escalera.

Foto: Ricardo Fernández Perales.

En los años de crisis de trabajo  derivadas de la mala climatología y escasas cosechas, proliferaron los robos de aceitunas, sobre todo en las grandes fincas donde la recolección de alargaba más de lo previsto. A principios de febrero de 1900 eran sorprendidos treinta y un vecinos de Marmolejo rebuscando olivares en la finca de Pinillos, propiedad de la Condesa de la Vega del Pozo y de Don Juan de la Bastida, según recogía el Defensor de Córdoba.


Una crónica en relación a delitos contra el honor y la intimidad personal  nos la ofrece el mismo diario unos años antes, en febrero de 1902: “Bastante a pesar nuestro tenemos que dar hoy cuenta de un salvaje atentado al pudor de una niña, revelador de brutales apetitos, apenas concebidos en personas, que más bien merecen el dictado de bestias. El hecho ocurrió el lunes último en medio de unos montes del término de Montoro y sitio conocido como Cantadera. La niña brutalmente atropellada sólo cuenta once años de edad y se llama Cándida M.C. El sátiro cuenta 21 años, es natural de la Fuensanta de Martos (Jaén), se nombra Feliz Gallego Cibantos y es prófugo de quintas por el cupo de su pueblo. Después de cometer tan atroz delito, desapareció de su casa, y al cabo de tres días de incesante investigaciones, el 30 fue detenido por la Guardia Civil en el Molino del Torcido, situado en el pago del Charco del Novillo”.

 

    Otra noticia alusiva a catástrofes, esta vez, de carácter natural, salía publicada el 14 de septiembre de ese mismo año, dando cuenta del paso de un ciclón por las cercanías de Montoro el día siete de dicho mes, bajo el título de “Después de la tormenta”: Van resultando cada día más desconsoladoras las noticias del ciclón y tormenta del 7 del actual. No son ramas tronchadas por el furioso huracán, ni los frutos caídos al suelo, sino que árboles seculares, olivos de varios siglos y robustas encinas yacen tendidas torcidas por efecto del aire, cual si fueran pequeños arbustos. Se cuentan miles de episodios: se dice que a un hombre que trabajaba en el campo lo arrastró el huracán a una larga distancia; varias yuntas que estaban arando se asombraron, y saliendo a la desbandada, no han aparecido algunas hasta el siguiente día; una carreta bastante pesada fue arrastrada hasta un arroyo; varios almiares han perdido su forma y mucha paja; hubo muchos contusos en hombres y animales, apareciendo muertos muchos pájaros y gallinas.

Las Prensas desde Buenosnabos en el pago del Mosquil. Foto: Manuel Perales.

   Esto ha sido un grandísimo desastre y con pérdidas incalculables que algunos hacen subir a más de tres millones, teniendo en cuenta no solamente la aceituna caída, sino también la que ha quedado herida en los árboles, la cual se desprenderá más tarde. Si el núcleo de la tormenta hubiera pasado por encima de la población, las desgracias serían muy numerosas. La tormenta y ciclón vinieron por la campiña, en donde hizo grandes destrozos en el sitio del Jarrón y Cañal; luego se pasó a la sierra, atravesando los pagos de la Nava y del Charco del Novillo, en donde da horror  el ver tanto destrozo, y por último, se pasó al monte, dejando asolada una  gran franja de terreno, de unos cuatro kilómetros de anchura. Creo que tomaría la dirección del cerro de la Virgen de la Cabeza, que es el más alto de Sierra Morena, en esta comarca, y seguiría a la Mancha, a juzgar por las noticias que vemos en los periódicos”.

 

   

La compraventa de fincas y los arrendamientos fueron publicitados en los periódicos cordobeses: La finca de San Sebastián era anunciada para su venta el 14 de marzo de 1867; su encargado era Andrés Molleja y Rueda, de Villa del Río, y su dueño Gaspar Moreno de Villena, vecino de Sabiote (Jaén). También se anunciaba el arrendamiento de 4.150 olivos y de un viñedo de 3.000 cepas y lagar en el pago del Charco del Novillo pertenecientes a la Sra. Condesa viuda de Hornachuelos.

   Andrés Molleja debió de ser propietario, o al menos arrendatario, en el  Charco del Novillo, pues su apellido dio nombre  a uno de los lugares más entrañables del pago, cual es la huerta de Molleja, junto al río Yeguas en la zona del Barranco del Lobo. Esta huerta se regaba con un manantial que brotaba en la ladera próxima al rio. Su sobrino era el maestro escuela y conocido poeta, Diego Molleja quien  además de un alma sensible fue un enamorado del Charco del Novillo y de todas sus tradiciones. Una de sus poesías,  publicada en el diario Córdoba el día tres de enero de 1892, bajo el epígrafe de “Coplas de mi aldea”,  dice así:

 

                                      Amores tengo en la Aldea,

                                      Amores en Pozoblanco

                                      y en Cabra cuento las novias

                                      por los dedos de la mano.

                                      Cuando bailan el fandango

                                      las muchachas de la Aldea,

                                     se me escandilan los ojos

                                     y se me acaban las penas.

                                     Barquero, pásame el rio,

                                     que es noche de botijuera

                                     en el Charco del Novillo”.

   Se desprende de esta letrilla que debieron de ser muchas las mujeres de la Aldea del Río empleadas también en la recolección aceitunera del Charco del Novillo  así como  la necesidad de atravesar el Guadalquivir por una barca propiedad del municipio ante la ausencia del actual puente de hierro en la carretera de Villa del Río a Cardeña.

  En relación a este puente, que tantos buenos servicios brindó al pago del Charco del Novillo, se publicó con motivo de su centenario,  un interesante artículo en el Diario Córdoba del 3 de marzo de 2005, firmado por Francisco Pinilla Castro, en el que se dice que fue construido entre 1900 a 1905 durante el reinado de Alfonso XIII, siendo alcalde de la villa Pedro Luis Molleja Criado. Tan necesaria obra estaba contemplaba dentro de un  proyecto más amplio para la construcción de la carretera que iba desde la estación de Villa del Rio al empalme con la de Andújar a Villanueva del Duque. El lugar de su emplazamiento habría coincidido con el punto donde  antiguamente se ubicaba la barca que facilitaba el paso a las posesiones de la Sierra y término de Montoro por el viejo camino de herradura de Fuencaliente, algunos de cuyos tramos todavía son perceptibles en la cuesta de Escalera. “Los años que duraron las obras vitalizaron a Villa del Río dando trabajo no sólo a los lugareños sino también a los de fuera, puesto que fondas y posadas se vieron saturadas de arrieros, trabajadores cualificados y técnicos forasteros que acudieron a participar en las operaciones de montaje”, según nos refiere el articulista (2).

     En agosto de 1905 veía la luz una nueva poesía de gran sabor popular de Diego Molleja, dentro de la sección “Coplas de mi aldea”, del Diario Córdoba, recordándonos en ella aquellos rincones y lugares del olivar serrano, a los que él amaba y añoraba desde su “exilio laboral” en otras tierras  como maestro nacional, pues a edad temprana hubo de salir de Villa del Río para encomendarse a su labores   docentes:

 

                                     En el olivar me paso

                                     los fríos días de enero

                                     recogiendo  l`asituna

                                     y hablando con mi moreno.

                                    

                                     Dame morenita, dame,

                                     dame de tu cantarillo,

                                     agua cristalina y pura

                                     de la Fuente Lansarino.

 

                                     Ya suben las varas, madre,

                                     por la cuesta de la Estrella

                                     ya oigo sonar las esquilas

                                     ya el corazón se me alegra.

 

                                     Ermita de la Fuensanta,

                                     arroyo de Corcomé

                                     ya nunca os volveré a ver.

 

 

   El poeta Molleja había nacido en Villa del Río en 1861; cursó los estudios de magisterio y desde muy joven hubo de abandonar su patria chica para dedicarse al oficio de maestro en localidades como Cabra (Córdoba), Alicante, Écija, Córdoba y por último en Sevilla, ciudad donde fallecía en 1932, a los 71 años. Estando en Córdoba fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y un notable colaborador del Diario Córdoba. Lo mejor de Diego Molleja fueron sus coplas, de temática variada en las que canta el alma de Andalucía: los hábitos de trabajo, las fiestas populares, el amor entre parejas de enamorados, etc. Sencillo y humilde, de gran fantasía, abundante palabra y voz robusta, pasó por la vida componiendo versos y enseñando a los muchachos. Pero por encima de su actividad poética sobresalió como docente de altura, humilde y siempre entregado con sus alumnos, hecho que le valió el reconocimiento de la comunidad aldeana que le homenajeó en 1934 poniéndole su nombre a un colegio público de la localidad (3).

 

 

Ermita encomendada a Ntra. Sra. de Los Remedios. Fue mandada construir en 1592 por los ascendientes de Don Antonio de Coca, que la reedificó de cimientos con su mujer Doña Nicolasa  Benítez en el año de 1792. A partir de esa fecha fue conocida como ermita de San Sebastián, patrón del Charco del Novillo. Foto Manuel Perales.

San Camilo de Lelis, en el Charco del Novillo, fue mandada construir a expensas del coronel  marqués de Monteolivar por los arquitectos Alonso y Francisco Pérez Palomino en 1775. Dibujo de Robles.

    Junto a las populares botijueras o lagareos mencionados en las coplas populares del maestro Molleja fueron también muy concurridas las fiestas que se celebraban por el día de San Sebastián en la zona del ventorrillo de La Luz, con procesión incluida del santo patrón ubicado en una ermita a medio camino entre las caserías del  Santo y  La Laguna. En esta ermita vivió durante varios años un fraile encargado del culto y de su mantenimiento. Igualmente se celebraron grandes fiestas el 21 de enero por la onomástica de la Sagrada Familia en el complejo agroindustrial de Las Prensas, de las que ya dimos cuenta en el trabajo titulado “Gozos y sombras de la vida en el campo: las fiestas de las Prensas”. Tras la inauguración del caserío e iglesia de Las Prensas (obras de gran calidad artística ejecutadas por el arquitecto cordobés Adolfo Castiñeyra Boloix), el diario Córdoba  sacó una nota complementaria firmada por el mismo periodista en la que expresaba lo siguiente:

 “Como las revistas se escriben a vuela pluma, he omitido algunos datos que trato de remediar, ampliando mi escrito remitido con motivo de la bendición de una iglesia, en propiedad de la excelentísima señora Condesa de la Vega del Pozo, cuya finca radica en el Charco del Novillo, de este término municipal. Por disposición del caritativo señor Felipe María Sevillano, tío y representante de la señora condesa, se dio orden al señor Administrador de Montoro, nuestro buen amigo don Cesáreo Verdejo, para que ningún criado de la casa trabajara el día de la bendición y recibieran doble salario con motivo de esta festividad. También consignar las muchas y buenas fotografías que el señor Sevillano regaló a todos los convidados, y que representan a las preciosas imágenes del nuevo templo, como igualmente las bonitas medallas que dicho señor repartió a los niños y al pueblo, y que también recibieron limosnas las clases necesitadas.

  Nos manifestó el señor Sevillano sus propósitos de levantar junto a la iglesia construida un nuevo edificio destinado a escuela, para que reciban allí la educación e instrucción los hijos de los criados y las niñas de las posesiones inmediatas” (Firmaba la nota Manuel del Rosal).

 

   No sabemos si finalmente llegaron a construirse estas instalaciones para escuelas, pero si nos consta que bastantes años después existieron unas escuelas de niños y  niñas, costeada por el Estado,  junto al ventorrillo de La Luz para acoger a la nutrida población residente por todos los rincones del pago.

Diego Molleja Rueda (Villa del Río 1861-Sevilla 1932), fue  un maestro de escuela enamorado de su profesión y dedicado también a la creación poética desde muy joven. Muchos de sus poemas vieron la luz en el “Diario Córdoba” de finales del XIX y principios del XX, con el que colaboró asiduamente. Algunos de ellos fueron dedicados a las tradiciones populares de su patria chica. Fuente: Boletín nº 37 de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba; enero a marzo de 1933.

Plano del Charco del Novillo con sus lagares, caserías y lugares históricos.

Notas:  

 

(1)Los nombres de caserías con molino citados por Criado del Hoyo en 1925 son los siguientes: Abogadas, Alcuvilla, Buenosnabos, Las Canteras,Dehesa de Bastida, Dehesa de Garijo, Dehesa de Ager, Escalera, El Gallo, La Garavitera, Los Lora, El de Lora, Mosquil, Nunca Más, Pedro Torres, El Pintado, El Principe, El Rincón, Santa Ana, San Camilo, San Antonio, El Santo, Vista Alegre, El Tercio, Tierras Nuevas y Verdizales.

 

(2)En 1937 el puente sufre la destrucción del primer arco, dejándolo fuera de servicio. La población quedó nuevamente aislada hasta su restauración en 1951.

 

(3) Reseñas biográficas extraídas de la página web del CEIP “Poeta Molleja” de Villa del Río y de villadelrioblogspot.com.

 

 

 

Fuentes y bibliografía:

 

  -Diario Córdoba, distintos números entre 1856 y 1922

  -El Defensor de Córdoba, distintos números entre 1900 y 1932

  -Diario El Vapor, número 169 del 2 de diciembre de 1834

  -Folleto “Romería de Escalera”. Año 1989.

  -Criado Hoyo, Manuel: “Apuntes para la Historia de la ciudad de Montoro”. de. Diputación de Córdoba, 1997.

  -Testimonios aportados por D.Pedro Yedres Agudo, montoreño vecino del pago del Charco del Novillo y residente en el antiguo ventorrillo de Los Borregos (actualmente Venta Charco del Novillo).

  -Boletín nº 37 de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Enero a Marzo de 1933.

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